"Que haga un pagetazo". Eso es lo que le pide la derecha a Emiliano García-Page, recordando aquella celebre traición socialista en la Asamblea de Madrid: el tamayazo.
Y por pedir que no quede. Ojalá hubiera seis o siete diputados del PSOE que diesen un golpe de mano en la investidura de Sánchez y a este le mutara la sonrisa zumbona en mandíbula prieta. Se celebraría como un gol en el minuto 97.
Pero ante el vicio de pedir, la virtud de no dar. Pero no es porque no quiera. Es que Page, el buen hombre, no puede dar más.
Si es que Emiliano ya se ha quitado hasta los calzones, y ahora le piden que se emascule. Todo por España, claro.
El presidente de Castilla-La Mancha ha hablado muy clarito y ha sido valiente hasta la temeridad. No le gusta un pelo el pacto de su partido con los independentistas y si hay que recurrirlo por anticonstitucional, lo recurrirá.
Además, su alter ego, que es su hermano gemelo Javier, se ha dado de baja del Partido Socialista. Algo que seguro que él también, y muy a su pesar, haría. Pero no puede.
¿Acaso creen que no es una acción consensuada por los dos hermanos como un aviso a navegantes? ¿No piensan que si Emiliano no quisiera, Javier se hubiera estado quieto?
Page está atado de pies y manos por dos motivos. Primero, porque los ocho diputados de Castilla-La Mancha son de obediencia stricto sensu sanchista (¡una de ellas es Isabel Rodríguez!) y Page ahí ni pincha ni corta.
Y, segundo, porque Emiliano responde por esos 483.500 castellano-manchegos que han votado al PSOE en las últimas elecciones autonómicas.
Precisamente, ese casi medio millón de paisanos son los únicos que tienen derecho a exigirle a García-Page que haga algo más. ¿Pero qué más puede hacer su presidente? Dimitir. Sólo le queda margen para poner su cargo a disposición del partido y romper el carné socialista en directo en el programilla de sobremesa que tiene Ramón García en la autonómica de Castilla-La Mancha.
Porque ya digo que una cosa es pedir, rogar o desear, y otra muy diferente, por muy paredaños que estén los verbos, es exigir. Para exigir hay que tener derecho.
Y un votante de Vox en Murcia, o de Ayuso en Madrid, o un editorialista de un diario nacional, no tienen derecho a exigirle a Page ninguna cosa. Porque Emiliano no les representa a ellos. No les debe nada. Igual que no tienen derecho a pedirle al presidente de mi comunidad de vecinos que cambie el mando del parking, ¡aunque sea por España!
Luego está lo de llamarle "cobarde" y "traidor". ¿Alguien que se está jugando el pan por decir sin medias tintas lo que piensa en contra de la directriz de "su empresa", de las nuevas normas de "su casa", es un cobarde?
¿El único cargo orgánico del PSOE que ha dicho esta boca es mía, y encima nos cebamos con él? A ti te quería ver yo en ese brete, con tu banderita de la cruz de borgoña y tus aspavientos.
¿Y traidor a quién? ¿A España? En todo caso, Page está traicionando (en el sentido de no ser leal) a su partido. A la deriva de su partido, vaya.
Un cobarde es Fernández Vara, por ejemplo. Personalmente, una gran decepción. Un hombre que políticamente piensa como Page, pero que acepta las migajas de Sánchez (por no volver a su puesto de forense) y que encima, para su escarnio, ha de cacarear las bondades de un pacto infame. Una gallina.
Y, sí, yo le debo algo a Emiliano: respeto. El que no le tienen ciertos políticos de la oposición castellano-manchega a él y a sus diputados. Políticos que se ofrecen, henchidos de desfachatez, a pagarles las multas por "votar en conciencia". ¿Desde cuándo nos merecen respeto los sanedritas que pagaron a Judas las 30 monedas?
En fin. Dejen ya de hacerse "pages" mentales porque, como bien dijo El Guerra, "lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible".