El gobierno socialista ha tomado la iniciativa contra el porno para proteger a la infancia. Creo que hay que celebrarlo. Se basa en datos y los interpreta bien. Esta es la clave de toda política de éxito. Dejarse de fantasías y apegarse mucho a la realidad.
Y los hechos demuestran que la violencia sexual, contra otros, y contra uno mismo, tiene mucho que ver con el consumo de porno. No es de extrañar. Si se convierte el cuerpo en un objeto, es normal que se use y se abuse de él.
Me gusta una izquierda que prohíbe el porno, regula el uso de móviles en los colegios y no permite la publicidad de casas de apuestas. Me gusta una izquierda que combate el vicio. Me gusta una izquierda que censura. Me gusta una izquierda que ha descubierto que la España de curas y monjas, casposa, franquista y gris como esta niebla de invierno que nos cubre tenía algo de razón.
Qué lejos queda ya aquella España liberada. Cuarenta y cinco años han pasado ya desde que Susana Estrada le enseñase un pecho al viejo profesor y alcalde Tierno Galván. Una fotografía con tanto peso como la de Suárez encendiéndole el cigarro a González.
Ambas imágenes simbolizaban el relevo de la antorcha olímpica, el paso del testigo generacional de forma alegre y desenfadada. El viejo profesor invitaba a los jóvenes a colocarse y a la descocada señorita a abrigarse un poco "no fuese a constiparse".
No le parecía inmoral ir con un pecho fuera, era solo cuestión de no resfriarse. Y al joven cachorro franquista que hizo la transición no se le abrían las carnes pasándole el fuego del poder al chaval socialista que prometía el cambio y la revolución pacífica.
Socialismo, humo y sexo iban de la mano en el camino de la Transición. Se pasaban los porros y las tetas de mano en mano. Ya no había que ir a París. Diez años más tarde, España cruzó pacíficamente la frontera hacia su propio 68.
¿Quién nos iba a decir entonces que serían dos socialistas los que diesen marcha atrás y nos devolviesen a aquel mundo de la prohibición y la censura? José Luis Rodríguez Zapatero prohibió el humo en 2005, y Pedro Sánchez el porno en 2024.
No me parece mal, insisto. Lo celebro. Si yo no permito a mis hijos fumar ni ver porno, es normal que me parezca bien que a los hijos de mi vecino tampoco les dejen.
Lo que me resulta interesante, desde el mundo de las ideas, es preguntarme hacia dónde va esta izquierda que tanto se parece al mundo conservador del que se supone que vino a liberarnos.
El itinerario que recorren los hijos de Marx es un camino de liberación del poder. Es una promesa de liberación de las estructuras de dominación.
Los marxistas primitivos asaltaban palacios de invierno y expropiaban a los ricos, y los de segunda generación, los que decían que "no hay libertad política sin libertad sexual", liberaron las camas como los revolucionarios franceses tomaron la Bastilla en 1789. La cama era la última fortaleza que había que derribar.
Y ahí se acabó el recorrido. Hoy, la liberación sexual se da de bruces contra las pantallas, y el socialismo llega a su vía muerta.
De fondo, si rebusco entre las ideas, sólo veo un socialismo higienista preocupado por la salud corporal. Sigue siendo materialista, pero ya ha abandonado la idea motriz de la liberación del mundo, la sociedad o el cuerpo para acoger como último recurso la idea de protección y cuidado de los cuerpos.
El socialismo de Sánchez se ha convertido en un buen ejemplo de lo que Marx y Engels llamaban "socialismo reaccionario" en El manifiesto comunista. Este sí que es el final de la historia (socialista).