Yolanda Díaz tiene un objetivo claro: cambiar la forma en que vivimos las mujeres. O, mejor dicho, cambiar la forma en la que ella cree que vivimos las mujeres. Porque, según dice, somos el sexo agotado. El sexo desbordado.
Mientras los hombres están todo el día en el sofá rascándose la tripa y viendo la televisión, las mujeres nos dejamos caer en él después de una eterna (y habitual) jornada. Como un saco de patatas, informes, pesadas, derrotadas por la vida y sus tareas.
Vencidas por los cuidados que proporcionamos. Por los hijos a los que atendemos. Por el trabajo al que nos vemos sometidas. Todas las noches, cuando conseguimos arrastrarnos hasta la cama, suspiramos. Y nos lamentamos. Y decimos "no puedo más". Y pensamos "un día menos".
Porque la vida nos supera. Porque tenemos pobreza de tiempo, un derecho que Yolanda y su equipo tienen el firme propósito de volver a depositar en nuestras manos.
Como dijo Yolanda, el feminismo inclusivo de Sumar es para estas mujeres agotadas y desbordadas. Estas mujeres que desean otra vida, una vida más feliz, más plena. Una vida llena de tiempo y de sonrisas y de bailes cogidas de las manos.
"Queremos una sociedad en la que las mujeres puedan sonreír, puedan ser felices, puedan tener tiempo, puedan estudiar, puedan bailar, puedan pasear, puedan, en definitiva, tener una vida mejor", dijo alzando el puño.
Se entiende que las que estudiamos no lo hicimos de verdad, sino que fue una ensoñación creada entre las cuatro paredes de nuestra febril imaginación. Y también se entiende que lo que hacemos mientras trabajamos o mientras ayudamos a nuestro hijo, incluso mientras hablamos con nuestra pareja dando un paseo, no es vida, es sumisión. No es una decisión propia, es una imposición ajena.
Pues bien, Yolanda, siento sacarte de ese ideal de lucha feminista que te has inventado, porque se trata de una batalla por y para unas mujeres que, seamos sinceras, ya no existen.
Por supuesto que hay días que estamos agotadas. Y días en los que nos dejamos caer en el sofá y suspiramos y despotricamos de nuestros jefes. Días en los que nos planteamos qué estamos haciendo con nuestra vida. Momentos en los que calibramos si nos viene grande, si nos viene pequeña. Dónde aprieta, dónde roza, dónde nos sobra una talla.
Las mujeres carecemos de un derecho: el del tiempo. Hay veces que la vida nos supera, que nos sentimos atropelladas, que nos dejamos caer en el sofá y creemos que no podemos más. Este modelo va a cambiar.
— Yolanda Díaz (@Yolanda_Diaz_) March 6, 2024
Queremos una sociedad de mujeres con más tiempo para vivir mejor. pic.twitter.com/iND1YYvpQS
Pero ahí va un secreto: de esto va la vida. "Si no podés con la vida, probá con la vidita", que dijo Mairal.
Porque la vida es lo que pasa mientras vas a buscar a tu hijo al colegio y te cuenta cómo la niña que se sienta a su lado es una tonta y huele mal y tú sonríes para tus adentros pensando "ay, cuando te hagas mayor".
La vida es lo que pasa mientras trabajas en un proyecto que te está agotando, que te está succionando todos tus fondos creativos. Que, pasadas esas largas jornadas del demonio, en las que has querido mandar todo al carajo, acaba adquiriendo la forma exacta que tú querías. Y te enorgullece. Y, sí, te hace feliz.
La vida es lo que pasa mientras bailas al ritmo de Juan Luis Guerra o de Carlos Gardel o de Bad Bunny en tu escuela de baile todos los martes y jueves con una regularidad rigurosa, pero también mientras pasas el polvo del salón.
También es lo que pasa mientras estás esperando en la sala del dentista o en la cola del autobús, o mientras haces tu trayecto diario de una hora al trabajo y, entre aliviada y expectante, sacas lo nuevo de Maggie O'Farrell y lees "a ella le parece que la toca como si entendiera el braille de su piel".
[Opinión: Las mujeres se merecen algo mejor que el feminismo de Yolanda Díaz]
La vida es lo que pasa mientras todos están ya en la cama, la cocina está recogida y te enciendes un cigarrillo en la ventana. Mientras lees una y otra vez ese poema de Idea Vilariño que se te clava en el costado como una lanza ardiente o esos versos tan clarividentes de Mary Oliver en Gansos salvajes.
"No tienes que ser buena./ No tienes que atravesar el desierto/ de rodillas, arrepintiéndote./ Solo tienes que dejar que ese delicado animal/ que es tu cuerpo ame lo que ama".
Dice mucho de las políticas feministas actuales que un poema haga más en y por una mujer que todo un ministerio.
Yolanda, la vida de las mujeres no es tan gris como crees. Ni tan horrible como te imaginas. Pero si quieres ayudar en algo, dale una pensada a las cuotas de autónomos. Por ejemplo.