Sólo hay una persona más feliz que Alvise por el resultado de Se Acabó la Fiesta (SAF) en las elecciones europeas, y esa persona es Pedro Sánchez.
Habría que seguir el consejo de alguien muy sabio que siempre dice: "Los votos no se juzgan, se cuentan".
Contemos, entonces, y dejemos en paz a los votantes de Alvise. Por varias razones.
La principal es que esa visión paternalista, la de que esos votantes son unos pobres desinformados que se han dejado manipular por las redes sociales, da bastante vergüenza ajena.
¿Deberían acaso guiarse por el CIS?
¿Por las palabras y promesas de Pedro Sánchez?
¿Por las de Yolanda Díaz?
En el punto en el que estamos en España, al menos se le debería conceder al votante el derecho de escoger al estafador que más le guste.
Desde luego, tampoco deberíamos dedicarnos a tratar a los votantes de SAF como si fuesen unos iluminados que han detectado algo que el resto no hemos sabido intuir.
Es un poco desproporcionado otorgar el título de pioneros del hartazgo y catalizadores de la indignación al conjunto de tíos que se reunieron para pasar la noche electoral en la sala Cats de Madrid. No finjamos que esto es una novedad. Esto ya lo vimos primero con Podemos y luego con Vox. De aquellos polvos estos lodos.
Distintos mesías que explotan siempre los mismos sentimientos. Antes prometían acabar con la casta, y ahora te garantizan una cárcel a las afueras de Madrid.
Los votantes de Alvise no tienen un cabreo mayor, ni más respetable, ni más justificado, que el de los que votan a otros partidos.
Aquí descontentos lo estamos casi todos.
Tampoco están más cansados que el resto de españoles de que la cesta de la compra suba, el acceso a la vivienda esté imposible, el discurso público se agote en los elles, la infancia se haya convertido en un campo de batalla ideológico o el inefable ministro Óscar Puente sea un swiftie.
Eso sí, no preguntes por las razones por las que Renfe funciona tan rematadamente mal.
Los votantes de Alvise son personas adultas que han decidido usar su derecho al voto para colocar en Bruselas a un señor que necesitaba la inmunidad parlamentaria. Es un voto de protesta, un "que se joda Sánchez" que no ha dado en el blanco.
Es la palabrota que sale de la boca de quien se ha golpeado el dedo. Te alivia momentáneamente, pero el dedo sigue roto.
No es para menos, pero tampoco tiene más. Esos votantes están legitimados por la misma democracia que ampara que otros podamos considerar que Alvise es una gran maniobra de la izquierda, y que su éxito electoral sólo ha servido para facilitarle la poscampaña a Sánchez y para darle un gran sueldo a un producto de Telegram.
Esos votantes no necesitan que vengamos a explicarles por qué han votado lo que han votado. Lo saben perfectamente y están satisfechos.
Mientras, ¿habla Sánchez de los datos de pobreza en España? No. Habla de Alvise, su nuevo fetiche.
Y en un scroll nos olvidamos de que España es el tercer país de la Unión Europea con mayor porcentaje de personas en riesgo de exclusión social.
Y no nos preguntamos qué democracia quiere regenerar un Gobierno que lleva seis años gobernando. Y por qué necesita ser regenerada, por qué no lo ha hecho antes y cuál es su responsabilidad en el deterioro.
Tampoco estamos exigiendo a nuestro presidente que se saque a Alvise de la boca y empiece a explicar por qué, si la economía va como un cohete, los ciudadanos no vivimos mejor y ocupamos el primer puesto en pobreza infantil.
Tampoco estamos obligando al Gobierno, que anda todo el día dando lecciones a la oposición, a aclarar por qué ha amnistiado a malversadores y por qué tiene a defensores del terrorismo entre sus socios.
Tampoco le estamos insistiendo a Sánchez en por qué, si tan convencido está de que nadie en este país votaría al Partido Popular, esta fuerza no hace más que superarle en todas las elecciones de ámbito nacional.
Y así, mientras se nos va la fuerza por la boca con Alvise, Yolanda Díaz dice que se va, pero no, confirmándose como el gran bluf de la izquierda. El Gobierno amenaza al Partido Popular con cargarse la independencia judicial. Gabriel Rufián le tira un órdago autócrata a Sánchez. Y a punto estamos de perder a María Jesús Montero (no, por Dios) por un duelo de pandillas.
Pero "es que es muy importante que nos enteremos bien de cómo ha ocurrido lo de SAF".
Dejemos en paz a los votantes de Alvise, que no nos necesitan para nada, y que tampoco se merecen tanta atención. Nada hace más feliz a Sánchez.
Nada nos distrae más de lo verdaderamente importante.