Tengo para mí que la vicepresidenta de la Comisión Europea Vèra Jourová va a sonreír hoy más ampliamente que de costumbre. Porque la magistrada Isabel Perelló Doménech prestará en esta mañana juramento o promesa ante el rey en el palacio de La Zarzuela y posteriormente tomará posesión de su cargo como presidenta del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial en el Salón de Plenos.

La primera presidenta del alto tribunal y del órgano de gobierno de los jueces en ciento doce años. Casi nada. ¿Tenía que ser una mujer? Sí, pero no cualquier mujer. Ni Teso ni Ferrer. Pocas opciones. Progresista, pero no bolaña. Es de Margarita Robles, sí. Además, catalana, pero poco de amnistías.

Sin ser candidata, ha sido la llave del consenso y el desbloqueo, para desfallecimiento del ministro y satisfacción de la ministra.

Casi cuarenta años en la carrera judicial, con destinos en juzgado de primera instancia, Audiencia Provincial, Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJ de Andalucía, Audiencia Nacional, Tribunal Constitucional y, desde 2009, magistrada de la Sala Tercera del Tribunal Supremo.

Una trayectoria tan sólida como atractiva por su diversidad y coherencia, con sentencias sobre cuestiones como competencia, reclamaciones electorales, energías renovables, regulación eléctrica, subvenciones europeas, viviendas del IVIMA, desahucio con menores, órganos reguladores o contratos administrativos. 

Reconocida, respetada y con experiencia, pero lejos de los focos y los titulares, dicen que con ella ya ha ganado la independencia de los jueces.

Tendrá que demostrarlo, pero lo que sí ha logrado, de entrada, es acabar con uno de los peldaños rotos que quedaban en España para el acceso de una mujer a la máxima responsabilidad de una institución clave. 

No es el último, ciertamente. 

España se ha convertido en el único gran país de Europa Occidental (solo Países Bajos e Irlanda comparten este descorazonador podio) que nunca ha tenido a una mujer como jefa de Gobierno. A pesar de los innegables avances en diversas áreas sociales y políticas, nuestro país aún no ha tenido a una mujer al frente del Ejecutivo.

Tampoco a cargo de la cartera de Interior, por cierto. Y eso que Margarita Robles estuvo cerca

No olvidemos la cúpula militar. Ninguna JEMAD en cuarenta años. Obviamente, aquí los requerimientos son más que un escalón roto. Son un enorme boquete en la pirámide. Sin embargo, ya hay tres mujeres en el generalato, de modo que poder, se puede. 

¿Y qué me dicen del Banco de España? Ninguna gobernadora desde 1791. Además de otras dos excepcionales candidatas, ya teníamos a Margarita Delgado como gobernadora en funciones desde junio. Con el improrrogable nombramiento de la presidencia del CGPJ y del Supremo, hubiera sido muy oportuno y pertinente la coincidencia en el tiempo de dos hitos, dos mensajes tan poderosos para la sociedad.

Pero aquí la designación estaba llamada a ser tan flamígera como largamente buscada: el ministro múltiple Escrivá siempre tuvo el supervisor bancario como objetivo.

Lo verdaderamente reseñable hoy es que Isabel Perelló asume la colosal responsabilidad institucional de dirigir con probidad y acierto dos de los pilares de nuestro Estado de derecho, pero también una tarea adicional no menor: impulsar la transformación de la cultura y las políticas que aún impiden un efectivo equilibrio de género en el sistema judicial, especialmente en los tribunales superiores y en las posiciones de liderazgo. Como sociedad, lo necesitamos y se lo agradeceremos.