La guerra sin cuartel entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, en plenas Navidades y a poco más de cuarenta días para el congreso del partido, reúne todas las características de lo peor de la vieja política, esa que ambos se ufanaban de que venían a erradicar.
La virulencia de los enfrentamientos en redes sociales y medios de comunicación, y la forma en la que el propio aparato del partido actúa como juez y parte, dejan al descubierto la verdadera cara de Podemos, que no es muy distinta, precisamente, a la del resto de formaciones políticas.
La espoleta que ha hecho estallar el conflicto ha sido la exigua victoria del secretario general sobre el portavoz parlamentario en la consulta a las bases para definir el modelo de congreso de febrero. Iglesias había convocado esa votación convencido de que la ganaría por goleada y que eso le permitiría ser reelegido por aclamación.
Echenique, muy tocado
Ha bastado que se percibiera que su posición dominante podría estar en peligro para que los partidarios de Iglesias hayan caído en tromba sobre Errejón. Al final, el resultado de una consulta que se presentaba como un ejercicio de democracia interna ha dado paso a una descarnada lucha entre los números uno y dos del partido.
El comportamiento del secretario de Organización es sonrojante y le desacredita. Primero, hablando de la necesidad de dar "un toque de atención" a Errejón y después recurriendo a un paternalista "compa, así no" al mismo tiempo que dirigía todas las baterías contra él. Sea cual sea el resultado de esta guerra, la autoridad de Pablo Echenique queda muy tocada.
Las purgas
Qué decir también de la jefa de gabinete de Iglesias, Irene Montero, para quien no someterse al líder equivale a "dividir", "debilitar" y "desgastar". Montero reprocha a Errejón que trate de ganar poder de cara al congreso de febrero, pero habría que preguntarse si acaso tenía otra salida, después de ver cómo Iglesias ha ido destituyendo caprichosamente a sus afines, ya fuera el portavoz de la Asamblea de Madrid, José Manuel López, ya el responsable de Organización en la región, Sergio Pascual.
La batalla pura y dura por el poder merma la credibilidad de un partido que hablaba de "fraternidad" y que prometía nuevas formas de hacer política. Cuán pronto ha cambiado todo. El cisma es tan profundo que cabe plantearse si Iglesias y Errejón pueden coexistir en un mismo proyecto.