El megavatio hora se pagará este viernes por encima de los 98 euros en el mercado eléctrico -y todo indica que en los próximos días podría superarse ese máximo en algunas franjas horarias- sin que el Gobierno ofrezca más alternativa que la resignación.
Es verdad que sin viento que mueva los molinos, ni agua embalsada que impulse las turbinas, con el petróleo al alza y el parque nuclear francés paralizado, la generación de energía depende exclusivamente del gas. También es cierto que las compañías no han provisionado y que los problemas estructurales para traer el gas argelino encarecen este combustible, lo que acaba distorsionando el precio de la luz.
Tormenta perfecta
Pero esta tormenta perfecta no exime al Gobierno de su responsabilidad como tampoco de la desidia que ha demostrado desde que, tras el tarifazo de diciembre de 2013, decidió acabar con el sistema de subasta mediante la creación de una plataforma de intercambio de gas que se ha revelado ineficaz. De hecho, el Mercado Ibérico del Gas (Mibgas), en el que participan obligadas las compañías, apenas ha acogido el 5% de las operaciones: el 95% restante son fruto de negociaciones bilaterales.
Es decir, un año y medio después de su puesta en funcionamiento, el instrumento auspiciado por José Manuel Soria con el fin de evitar grandes fluctuaciones en los precios, tan sólo ha servido para que Mariano Rajoy colocara a un amigo, el exdiputado del PP por la Coruña Antonio Erias, con una retribución como presidente de 363.666 euros al año.
Factura de la luz
El nuevo titular de Energía, Álvaro Nadal, ha asumido el fiasco del Mibgas, ha estimado que la factura eléctrica anual subirá cien euros, y ha anunciado la puesta en marcha inminente de un "creador del mercado" en el sector que aumente la oferta cuando sea necesario para bajar artificialmente el precio del combustible y -de este modo- abaratar la producción y el recibo de la luz. Este "creador del mercado" ha sido ya designado por concurso, pero el ministro se negó a desvelar el nombre de la compañía antes de que comience a operar.
Que el precio de la electricidad supere sus máximos históricos en plena ola de frío no es ni una fatalidad ni una castástrofe natural, sino el resultado de la desidia y mala gestión del Ejecutivo, que ahora vuelve a pedir un acto de fe. El problema es que la costumbre de improvisar soluciones de urgencia sobre errores acumulados no genera confianza. Y mucho menos con el pésimo y oneroso precedente del Mibgas.