Si algo quedó claro después de la reunión mantenida este jueves entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, es que el segundo ejerce ya como vicepresidente. Así se explica que en su comparecencia deslizara el verbo "cogobernar" para definir la actividad como socio principal del Ejecutivo.
Iglesias proclamó numerosos avances y compromisos en gasto público (se acordó la reducción del IVA a los productos de primera necesidad, la finalización del copago farmacéutico a los pensionistas o la gratuidad y universalidad de la educación hasta los tres años), sin especificar la manera en que el Estado pueda afrontarlos sin caer en bancarrota. La disparatada política fiscal de Podemos, que asfixia a las clases medias y genera inseguridad jurídica, no es la vía más acertada para confeccionar unos presupuestos imposibles.
Teatralización
Ni la creación de un Museo Estatal de la Memoria Histórica ni la necesaria retirada de la pensión y las condecoraciones al torturador franquista Billy el Niño parecen ser prioridades de los ciudadanos. No obstante, Pablo Iglesias ha logrado que el Gobierno se avenga a promover una visión unilateral de la Memoria Histórica.
En esta dinámica de grandes proclamas, en la teatralización de un Iglesias que se presenta como vicepresidente de un Gobierno que culminará la legislatura, se inscribe el acuerdo para que España sea el primero de los grandes países europeos en reconocer a Palestina como Estado. Una decisión sin consenso que conllevaría numerosos conflictos geopolíticos y que dilapidaría la imagen de España como mediador en Oriente Medio.
Abismo
Es evidente que Iglesias arrastra a Sánchez hacia el abismo populista. El presidente ha investido a Iglesias como virrey, y lo ha hecho a costa de prometerle que se dispare el gasto público sin concretar cómo sostener tal despilfarro. El cogobierno de Podemos lo pueden acabar costeando los bolsillos de los españoles.