El Gobierno ha decidido dejar en manos de la Casa Real la decisión de que Juan Carlos I acuda o no a los actos conmemorativos del 40º aniversario de la Constitución, previstos en el Congreso de los Diputados para el próximo 6 de diciembre. Es una forma de quitarse la patata caliente por cuanto la figura del Rey Emérito se ha ido convirtiendo en incómoda.
La reciente fotografía con el príncipe heredero de Arabia Saudí, presunto autor intelectual de la muerte del periodista Khashoggi, así como los errores de la última parte de su reinado, han erosionado la imagen de Juan Carlos I. Pero también es cierto que los ciudadanos se sorprenderían si uno de los mayores artífices de la consolidación de la democracia en España, quizá el mayor junto a Adolfo Suárez, quedara excluido de esta conmemoración. Si hay un padre de la Constitución es él.
Coexistencia de reyes
El problema de fondo reside en la dificultad práctica y protocolaria que supone la coexistencia de dos reyes. Habría que delimitar nítidamente y a la mayor brevedad el papel del Emérito, que sigue representando la imagen de la Monarquía y, por ende, de nuestro país. El debate, por tanto, no debería ser si Juan Carlos acude o no al 6-D, sino establecer cuál es el estatus de derechos y obligaciones que corresponde a un monarca emérito, una cuestión que debe definir el Parlamento.
En todo caso, Juan Carlos I, con sus continuos viajes y apariciones públicas, demuestra que se encuentra en condiciones físicas y mentales para participar en una conmemoración como la de los 40 años de la Constitución. Su presencia sería, además, un símbolo de que la abdicación se efectuó con normalidad institucional.
Aciertos históricos
Cabe recordar que ya Juan Carlos I, para estupor general, fue apartado en junio del año pasado de la efeméride de las primeras elecciones democráticas, y que, a pesar de su ausencia, el Congreso de los Diputados le tributó una sonora ovación. Más allá de los errores que haya podido cometer, en la balanza de la Historia pesarán más sus aciertos.
Convendría separar, así pues, sus faltas más recientes de sus evidentes logros. Aunque esto, en la situación actual, pueda parecer una quimera. El populismo y los separatistas utilizan cualquier munición para dañar a la Monarquía, conscientes de su valor como pilar de la democracia y de la unidad de España. Y lo seguirán haciendo, acuda o no Juan Carlos a los actos del 6-D.