Este martes el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, acude a la ronda de contactos que el presidente en funciones, Pedro Sánchez, ha establecido con los líderes de los principales partidos -excepto Vox- de cara a la formación de un nuevo Gobierno. Es indudable la habilidad de Sánchez para jugar con los tiempos y las circunstancias parlamentarias: sólo así se entiende la urgencia para la celebración de estas reuniones, en vísperas de los comicios del 26-M.
Hasta las elecciones municipales, autonómicas y europeas seguimos en campaña electoral, y la conformación del Gobierno de la nación va a ser el elemento central estas semanas. Por lo tanto, los posibles acuerdos no se concretarán hasta pasada esta especie de segunda vuelta que es ahora el 26-M.
Teatralización
Esta ronda de contactos no es más que una teatralización para demostrar que tanto Pablo Casado como Albert Rivera se cierran en banda a favorecer su investidura y que, ante el bloqueo del centro y la derecha, es inexorable que Pedro Sánchez acabe pactando con sus socios predilectos: Podemos y los separatistas. Es el relato que Sánchez, bien asesorado, pretende construir y trasladar a los ciudadanos.
Que este lunes Casado deslizara la posibilidad de una abstención de Ciudadanos haciendo referencia al entendimiento pasado entre Rivera y Sánchez es una prueba -otra más- de la guerra estéril que PP y Cs mantienen por el liderazgo de la oposición. Por ello, el propio Rivera disipará este martes cualquier duda acerca de su supuesta intención de apoyar a Sánchez.
Ciclo político
Esta batalla entre PP y Cs por ver cuál de los dos es más beligerante con el próximo presidente es tan baldía como extraña en la Europa con mayor tradición democrática. En cualquier otro país de nuestro entorno, los líderes de la oposición se estarían enfrentando ahora para dilucidar quién puede ayudar más a la gobernabilidad arráncandole al ganador el mejor pacto posible en beneficio de los ciudadanos.
Sánchez debe comprometerse a una nueva ronda de contactos con el panorama despejado después de las elecciones de mayo, cuando verdaderamente empieza un nuevo ciclo político. Si la esencia de la democracia es el pacto, es imprescindible que las negociaciones para formar Gobierno estén, cuando menos, libres de cualquier cálculo electoralista.