Los resultados del sondeo de SocioMétrica que hoy publica EL ESPAÑOL deberían de ser definitivos para que Albert Rivera reconsiderase su decisión de no facilitar bajo ningún concepto la investidura de Pedro Sánchez. Podíamos barruntarlo antes, pero hoy ya sabemos con una amplísima mayoría de quienes votaron en las elecciones generales a Ciudadanos "prefiere" que este partido facilite con su abstención la llegada del líder del PSOE a la Moncloa: nada menos que el 81,1%.

Es fácil aventurar por qué los electores de Cs opinan así, sobre todo si tenemos en cuenta que también el 64,6% de los votantes del PP piensan lo mismo. ¿Se han vuelto todos pro Sánchez de la noche a la mañana? No, sencillamente optan por el mal menor teniendo en cuenta como ha quedado la situación tras los comicios.

El precio

Los votantes del centrodercha son conscientes de que si la investidura de Sánchez depende de Podemos y de los separatistas, el precio a pagar será muy alto. Habrá medidas que repercutirán en su bolsillo, con una notable subida de la presión fiscal, y otras que contribuirán al debilitamiento de la propia unidad de España. Justo lo contrario del programa que hubieran querido que se aplicase.

Manuel Valls ha entendido a la perfección que la política es el arte de lo posible. Jamás hubiera dado su apoyo a una populista como Ada Colau para que fuera alcaldesa... salvo que la alternativa fuera un independentista radical como Ernest Maragall, que no habría dudado en convertir a Barcelona en la capital de su república catalana. Valls tenía razón, y lo corroboran las imágenes de los fanáticos separatistas increpando a Colau y llamándola "traidora" a las puertas del Ayuntamiento.

Oportunidad

Lo peor que podría hacer Rivera es enrocarse y hacer oídos sordos al clamor de millones de ciudadanos que saben que él tiene en su mano la oportunidad de evitar que la izquierda radical y el separatismo sigan condicionando la política española. Sobre todo, cuando Cs nació precisamente para evitar que se pague ese tipo de peajes.     

Incluso por propio egoísmo, Rivera debería recapacitar. Si facilitase la investidura de Sánchez, descartaría, por un lado, la posible repetición de elecciones, nefasta para sus intereses. Por otro, recuperaría el protagonismo que le han quitado las urnas al dejar a Pablo Casado como líder de la oposición. Ejercer de árbitro con letras mayúsculas de la política nacional no sólo sería así un alivio para muchos, es que le daría a él un papel central en España.