La mera existencia de una entidad, Plataforma per la Llengua, que se autodenomina la ONG del catalán ilustra hasta qué punto de delirio es capaz de llegar el independentismo. No es sólo que en Cataluña, y desde mucho antes del procés, hubiera una persecución institucionalizada al castellanohablante. Es que ya se han sobrepasado todas las las líneas rojas cuando se consiente que en los recreos de los colegios catalanes se instale un sistema de espionaje para monitorizar el idioma en el que se expresan profesores y alumnos. Puro totalitarismo.
Si ya resulta intolerable que se llegue a estos extremos para imponer el catalán -con el aparato de TV3 repicando el argumentario victimista y falaz de que la lengua catalana está a punto de extinguirse-, más bochornoso resulta que la susodicha Plataforma la sostengan todos los catalanes.
Señalamiento
Hoy publicamos que esta Plataforma ha recibido durante los últimos tres años 1.860.000 euros del Ejecutivo autonómico, concretamente los mismos 1.860.000 que se les han negado a las guarderías catalanas. Un ejemplo, uno más, de cuánto le preocupa a la Generalitat de Quim Torra la calidad educativa de sus ciudadanos.
Algo debe fallar cuando el separatismo infiltra topos en las escuelas para redactar unos estudios sociolingüísticos con los que, además de falsear la realidad a medida, se logra ir amedrentando a los alumnos. El miedo a ser señalado por hablar castellano cala, y el régimen de terror del nacionalismo lingüístico triunfa así, sin importar que los derechos fundamentales sean barridos.
Expansión
Ante tal despropósito, hacen bien los partidos constitucionalistas en elevar el caso a Europa y en pedir a la Fiscalía que actúe de inmediato. Especialmente relevante es que este asunto se aborde en el marco de la Unión Europea, donde hay una sensibilidad especial en todo lo referente a la vulneración de estos derechos fundamentales.
Lo más triste es que el modelo orwelliano de la educación en Cataluña ya se va expandiendo a Baleares y a la Comunidad Valenciana. Y que lo hace con la complacencia de la izquierda.