Las manifestaciones del ministro Alberto Garzón acusando a Felipe VI de "maniobrar contra el Gobierno democráticamente elegido" e "incumplir su neutralidad" son un ataque gravísimo y sin precedentes en nuestra Democracia al Jefe del Estado, al producirse desde el propio Gobierno de España.
Garzón respondía con esta arremetida a una simple llamada de cortesía del Rey al presidente del Supremo para agradecerle que hubiera tenido unas palabras para él durante la entrega de despachos a los nuevos jueces en Barcelona, acto al que no ha podido asistir por una incomprensible y lamentable decisión del Gobierno.
Dado que el Ejecutivo no ha dado ninguna explicación convincente al respecto, todo indica que esa ausencia del Monarca hay que inscribirla en los intentos de Pedro Sánchez por agradar a los separatistas, a quienes trata de ganárselos para que garanticen su continuidad en la Moncloa apoyándole los Presupuestos. En esa línea hay que enmarcar también el reciente anuncio de la tramitación de los indultos a los presos condenados por sedición.
Dinamitar la Monarquía
Está claro que Podemos ya no esconde sus intentos de dinamitar lo que apodaron despectivamente como "régimen del 78". Poco ha durado la imagen de moderación con la que Pablo Iglesias, Constitución en mano, basó su última campaña electoral para intentar convencer al PSOE de que podían ser unos socios leales de gobierno.
Tras su llegada al Ejecutivo, Podemos ha recuperado e incluso intensificado su ofensiva contra la Jefatura del Estado. El vicepresidente Iglesias ha promovido desde la Moncloa caceroladas contra el Rey, y en la última reunión del Consejo Ciudadano de su partido abogó por traer "la república". Este mismo viernes, sólo unas horas antes del ataque de Garzón al Monarca, el portavoz del ala catalana de Podemos, Jaume Asens, expresaba su deseo de que Felipe VI no visite "nunca más" Cataluña.
La circunstancia de que los aplausos y vivas al Rey al final del acto con los nuevos miembros de la carrera judicial fueran respondidos en la mesa presidencial con el comentario "se han pasado tres montañas" -palabras que varios medios atribuyen al ministro de Justicia-, da idea de hasta qué punto se ha extendido la gangrena.
Acometida calculada
El hecho de que Pablo Iglesias haya secundado las palabras del ministro contra el Rey demuestra que no estamos ante un desliz o una salida de tono: asistimos a una acometida calculada contra Felipe VI -al que se comprometieron a guardar lealtad- que busca socavar los cimientos del régimen constitucional.
Ese respaldo de Iglesias a Alberto Garzón supone, además, un pulso a Sánchez para que no intervenga. Es un órdago con el que advierte al presidente de que si toca a su ministro abrirá una profunda crisis en el Gobierno.
Si Pedro Sánchez quiere tener credibilidad ante los españoles no puede permitir que sus socios intenten reventar la Monarquía desde dentro del Gobierno. Por lo pronto, tiene que llamar a capítulo a Iglesias y destituir ya a Garzón, cuya posición sí es "insostenible". Sería la única forma de intentar atajar esta crisis, que ha provocado el enfrentamiento más grave en Democracia entre el Ejecutivo y la Jefatura del Estado.