El sondeo que hoy publica EL ESPAÑOL demuestra que este Gobierno no ha sido impermeable al desgaste provocado por la pésima gestión de la epidemia, al de la consiguiente crisis económica, al de las propias discrepancias entre los socios que lo conforman y al rechazo de los apoyos externos que lo apuntalan.
Pero mientras el desgaste del PSOE cae en el terreno de lo asumible (los socialistas pierden ocho escaños de un total de 120) el de Podemos no lo hace.
La caída de diez escaños de Podemos (un 28% de sus 35 diputados) vaticina un futuro negro para ese populismo de izquierdas que, tras la euforia provocada por su aparición en el escenario político, se ha abonado a una extraña mezcla de kirchnerismo, personalismo, redentorismo, nepotismo y propaganda.
El consuelo para el Gobierno llega con la evidencia de que PP, Ciudadanos y Vox todavía no suman lo suficiente como para amenazar su mayoría en unas hipotéticas elecciones anticipadas al quedarse, con 167 escaños, a nueve de la mayoría absoluta.
Si estos resultados fueran los de unas elecciones reales, los 167 escaños del centroderecha y la derecha pondrían sin embargo extraordinariamente difícil a Pedro Sánchez conseguir mayorías estables de gobierno.
Dicho de otra manera. El presidente es Pedro Sánchez. Pero el que ha sufrido el desgaste del año más crítico en 40 años de democracia ha sido Pablo Iglesias.
Desacuerdos constantes
Hace hoy un año, después de una campaña en la que Pedro Sánchez dijo que cualquier componenda con Pablo Iglesias le generaría el mismo insomnio que a la mayoría de los ciudadanos, el hoy presidente era investido en segunda votación en el Congreso de los Diputados. El Gobierno echaba a andar incumpliendo una promesa electoral.
Es de justicia señalar que entre esa fecha de enero y la aplicación del primer estado de alarma, el Ejecutivo apenas tuvo tiempo de gobernar en paz. Sin embargo, hubo tiempo suficiente para comprobar las disonancias de las dos almas del Ejecutivo.
Los desacuerdos afloraron pronto, pero el primer encontronazo público de calado llegó a cuenta de las concepciones radicalmente diferentes del feminismo que defienden la vicepresidenta Carmen Calvo y la ministra Irene Montero. Ambas acudieron a la manifestación del 8M con pancartas separadas e incluso contradictorias, dando el disparo de salida a una animadversión personal que dura hasta hoy.
La evidencia de que Pedro Sánchez se ha sentido mucho más cómodo en la confrontación que en la concordia no puede ocultar en cualquier caso la obviedad de que la oposición tampoco ha dado con la tecla para contrarrestar al presidente.
Sea por las razones que la sea, los electores no parecen haber castigado el hecho de que Sánchez apague con una mano los incendios que él mismo provoca con la otra mano. El miedo a una hipotética ultraderecha y la evidencia de que el presidente tiene el enemigo en casa, es decir en Galapagar, han actuado muy probablemente de colchón demoscópico para el presidente.
Jaque al 78
La pandemia ha sido el resorte perfecto para que desde Podemos se pusiera en marcha una agenda destinada a poner en jaque el régimen del 78. La existencia de dos gobiernos en el Consejo de Ministros ha sido una realidad y Pedro Sánchez se ha visto obligado a gobernar con la mirada puesta en el retrovisor ante las salidas de tono, los desafíos y los ataques de Iglesias y los suyos.
No ha habido, de hecho, semana en la que no haya habido polémica por el deseo de los ministros de Podemos de implosionar los pilares básicos de nuestra democracia, sin dejarse un solo tema divisivo por explotar: desde el papel de la Corona hasta los ejes en los que se basa la política exterior de nuestro país. Principalmente, en lo relativo al papel de España en América Latina.
Los Presupuestos
Pero Sánchez pudo aprobar sus Presupuestos de la mano de quienes han visto en su debilidad la oportunidad para aumentar el calibre de sus chantajes. Tal y como advierte el sondeo de Sociométrica que publicamos hoy, la coalición se mantiene viva gracias al papel cada vez más perverso de las minorías separatistas.
El sondeo también consigna una realidad no menos paradójica. La valoración de Pedro Sánchez apenas baja dos décimas, del 3,6 al 3,4. Es precisamente en este aspecto, en la propaganda, donde Moncloa ha dado el do de pecho para camuflar la labor del Ejecutivo ante la evidencia de su fracaso en la gestión de la epidemia.
Sobreexposición
La comunicación del Gobierno también se ha visto afectada por lo sucedido durante el último año. De un formato más europeo, caracterizado por ruedas de prensa abiertas a la improvisación, se ha pasado a un esquema de comparecencias muy rígidas, muy controladas, que han sobreexpuesto al jefe del Ejecutivo.
Que 2020 es un año para olvidar es algo que comparten todos los españoles. Pero afrontar los tiempos más inciertos con el pacto del insomnio desgastado por la parte de Pablo Iglesias (y sostenido por los separatistas y su sempiterno chantaje) genera un miedo más que razonable entre los ciudadanos.
Un Iglesias menguante, y amenazado por Bruselas y los tribunales españoles, es más peligroso que nunca. En su segundo año de presidencia, Sánchez continuará teniendo al verdadero enemigo en casa. No en la ultraderecha, sino en la ultraizquierda.