Al aparato mediático de Moncloa le espera un reto titánico: vender como un acierto el nombramiento como ministro de Política Territorial de Miquel Iceta, un clásico fontanero de partido promocionado a capitán regional y cuya hemeroteca tiene poco que envidiarle a la de Artur Mas, Ada Colau u Oriol Junqueras.
Está por ver que Miquel Iceta sea capaz de defender a partir de ahora los intereses de todos los españoles y no sólo de aquellos que han tenido la suerte de nacer en la que él considera su nación: Cataluña. Como ministro, el antiguo líder del PSC deberá defender lo mismo en Gerona que en Córdoba que en Madrid. ¿Podrá hacerlo?
Es previsible que el cambio de chip provoque cortocircuitos ideológicos en las acreditadas convicciones nacionalistas de Iceta. Recordemos que el nuevo ministro cree, porque las ha "contado", que en España hay ocho naciones (nueve con Navarra) y que un 65% de los votos bastarían para que cualquier región española pudiera volar la Constitución por los aires e independizarse, apropiándose de lo que le pertenece a todos los españoles.
Equilibrios y cuotas
No son las mejores credenciales para un ministro que debe defender el interés general y no el particular de su terruño. Pero que nadie se engañe. El nombramiento de Iceta no responde a criterios meritocráticos (al nuevo ministro no se le conoce otro mérito que su pertenencia al PSC desde su más tierna adolescencia) sino a los equilibrios y las cuotas territoriales que atan a los socialistas al PSC.
El cambalache de ministro catalán por ministro catalán ha sido tan obvio que ni siquiera es necesario argumentarlo. La ironía es que el ministerio agradecido con el paracaidista sea, precisamente, el de Políticas Territoriales.
Pedro Sánchez coloca así al frente del Ministerio que ha de capear las tensiones de la configuración del Estado a un político que, por lo bajo, es abiertamente federalista, cuando no abierta y declaradamente nacionalista.
Y sólo hay que recordar su apoyo cerrado a esa barbaridad pedagógica y política, más propia de una república bananera que de una democracia, que es la imposición de la inmersión lingüística a los niños castellanohablantes para comprender que Iceta no era, ni por asomo, la mejor de las opciones posibles.
Es verdad que hace tiempo que cuajó en el PSOE la idea de la nación de naciones, pero estamos, reiterémoslo, ante un político que pidió "encontrar un mecanismo para hacer viable" la independencia si los votos de los sediciosos superaban el 65%.
Dicho de otra manera: Iceta le puso precio por su cuenta y riesgo a España –en forma del porcentaje que estimó conveniente a ojímetro– y ahora es ministro en el Ministerio de Política Territorial. ¿Qué podría salir mal?
Los indultos
A Miquel Iceta también le persigue otra sombra, pues suya es la tesis de que el Ejecutivo estaría "prevaricando" si no tramitara los indultos a los líderes del golpe separatista contra la democracia. Las contraindicaciones de esta patada hacia arriba de Iceta son más que evidentes.
Cierto es que un despacho en Madrid templa. Pero el exlíder del PSC tendrá que cambiar mucho el chip si pretende que la ciudadanía entienda su mensaje. También deberá cambiar radicalmente su tono respecto al independentismo.
Transición tranquila
La otra cara de la moneda de los cambios ministeriales es el paso de Carolina Darias a Sanidad. Con Darias puede abrocharse una transición tranquila cuando más necesaria es la calma, habida cuenta de los demoledores datos que está arrojando la tercera ola de la pandemia.
La nueva ministra, que ha estado presente en casi todas las reuniones de la Interterritorial de Salud, goza de buena prensa en la Administración y todo hace prever que mantendrá la actitud templada y sin estridencias de su antecesor. Algo de lo que este Gobierno anda muy necesitado.
Una de cal y una de arena, pues, en la reconfiguración de un Consejo de Ministros que lo que menos necesita son cambios cosméticos de cromos en base a cuotas territoriales.