Si algo no puede permitirse en estos momentos la sociedad española es una batalla política a cuenta del plan de vacunación de los ciudadanos de este país. Las vacunas son, tanto literal como metafóricamente, un asunto de vida o muerte y nada sería más irresponsable que utilizarlas como arma arrojadiza durante la campaña electoral madrileña o como argumento en cualquier otra cuita política interesada.
La petición de Juan Manuel Moreno Bonilla y Ximo Puig, los presidentes autonómicos andaluz y valenciano, de que las vacunas sean repartidas de acuerdo a un criterio poblacional parece razonable. También lo serían otras fórmulas igualmente válidas. Siempre y cuando no discriminaran a unas comunidades en beneficio de otras en función de intereses políticos o electoralistas.
Lo importante, en cualquier caso y más allá de los detalles concretos sobre el reparto de las vacunas, es que estas no se conviertan en un eslabón más de esa cadena que ata a los ciudadanos españoles a eternas e inútiles discusiones sobre temas irrelevantes o superficiales, en detrimento de los verdaderamente importantes y urgentes.
Reprimir las tentaciones
Es importante que Isabel Díaz Ayuso, presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no empiecen el mes de abril batallando por las vacunas. Cualquier tentación de convertir la batalla electoral autonómica en un duelo al sol entre Ayuso y Sánchez debe ser reprimida en beneficio de la salud y la economía de los ciudadanos. Que es el bien superior en estos momentos.
En un país menos polarizado que el nuestro, esta petición, de puro sentido común, no necesitaría de argumentos extra para ser secundada por nuestros políticos sin el más mínimo reparo. Pero por si hacen falta argumentos, ahí van unos cuantos.
A pesar de que el ritmo de vacunación en España se ha acelerado durante la última semana, lo cierto es que continúa la incertidumbre acerca del número de vacunas que estarán a disposición de las comunidades durante las próximas semanas.
La responsabilidad en este caso descansa más en la UE que en el propio Gobierno español. Pero la conclusión es la que es. El suministro de vacunas no está garantizado al 100%.
Miedo a otra ola
Un segundo argumento. Mientras Estados Unidos ha vacunado al 40% de su población y el Reino Unido a más del 50%, países como Italia, Francia o la misma España se mueven en porcentajes llamativamente inferiores.
Los motivos de esa diferencia serían tema para otro editorial, pero basta con saber que mientras Estados Unidos, Reino Unido e Israel afrontan ya la salida de las dos crisis que les azotan, la sanitaria y la económica, la UE todavía tiembla frente a la posibilidad de convertirse en víctima de una cuarta ola.
Un último detalle. El alarmismo y el sensacionalismo generado por los propios gobiernos de la UE alrededor de la vacuna de AstraZeneca, absolutamente irracionales y alimentados por una mezcla de populismo, incompetencia, encogimiento y burocratismo, ha minado la confianza de muchos ciudadanos en la seguridad de las vacunas.
¿Qué ocurrirá, en fin, cuando las mutaciones brasileña y sudafricana de la Covid impacten de lleno en una población todavía a medio vacunar?
Pacto por la vacunación
Las administraciones españolas no pueden sumarse a ese caos europeo entrando en batallas pueriles y cortoplacistas sobre las vacunas. EL ESPAÑOL pide un gran pacto nacional que establezca criterios claros, justos, racionales y, por descontado, despolitizados para el reparto de dosis y la vacunación de la población.
La plataforma en la que debería debatirse y firmarse ese pacto es el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Es este el que debe decidir los criterios comunes a todas las autonomías y encargarse de que estos se cumplan a rajatabla.
Lo último que los ciudadanos españoles esperan ahora de sus líderes políticos, de uno u otro signo, es una batalla más en torno a las vacunas. Esos líderes políticos deben ser conscientes de que cada declaración rimbombante y cada ataque al rival político con la excusa de las vacunas genera ansiedad, miedo y desconfianza en los ciudadanos.
Y la ansiedad, el miedo y la desconfianza son el caldo de cultivo ideal para que las dos crisis que sufrimos, la económica y la sanitaria, se enquisten de forma letal.