No sorprende ya que la nueva encuesta del CIS vuelva a casar con los deseos de Moncloa. Una fórmula que se repite desde que el militante socialista José Félix Tezanos asumió la presidencia del instituto en 2018 y que no debería llevar a la ciudadanía a la anestesia, sino a la indignación. La voluntad del CIS de influir sobre la opinión pública en vez de limitarse a reflejarla vuelve a clamar al cielo.
La última estimación de voto del CIS arroja un triunfo arrollador del PSOE. El partido de Pedro Sánchez no sólo vencería en unas hipotéticas elecciones generales, sino que arrasaría. Mejora el 28,6% de estimación que tenía en julio hasta el 29,6%, y ve su victoria respaldada por un aumento de Unidas Podemos del 10,6% al 11,3%.
Por el contrario, el Partido Popular cae del 23,4% al 20,5% a pesar de que las encuestas de empresas privadas, entre ellas las de SocioMétrica para este periódico, indican una tendencia radicalmente contraria. Y eso en un momento en que el desorbitado aumento del precio de la luz está dañando al Ejecutivo como no lo hizo ni siquiera la epidemia de Covid-19.
Que una institución pública y supuestamente independiente, con el cometido original de calibrar la opinión ciudadana sobre asuntos de interés general, sirva con tanto descaro a la voluntad del Gobierno y no de los españoles pone de relieve la existencia de un sistema siniestro que daña a conciencia las principales divisas de la institución: su credibilidad y su imparcialidad.
Porque tan grave es que la fantasía de Tezanos sea inverosímil como que lo parezca en la cabeza de millones de españoles. Lo que hace todavía más difícil si cabe disculpar la existencia de un centro de investigaciones sociológicas que, costeado con dinero público, se mueve por motivaciones tan perversas.
Datos inverosímiles
Pero el principal problema de los sondeos de Tezanos no son ya tanto sus predicciones concretas (a falta de unas elecciones a la vista que confirmen o desmientan sus datos, cabe la posibilidad de que Tezanos esté en lo cierto y todas las demás empresas demoscópicas nacionales coincidan en equivocarse) sino el hecho de que estas han perdido ya toda apariencia de imparcialidad.
Y ese es el principal problema que padece el CIS. Porque la mujer del césar no sólo debe ser honesta y parecerlo, sino también parecerlo siempre. Pero lo que no puede hacer bajo ningún concepto es parecer deshonesta siempre. Y el hecho de que una institución como el CIS esté en manos de un militante socialista, tan motivado además como Tezanos, hace que sus trabajos parezcan siempre deshonestos.
Como hemos dicho en otras ocasiones, EL ESPAÑOL tiene dudas sobre la conveniencia de la existencia del CIS. Pero, en el caso de que el CIS deba existir, ¿qué menos que exigirle la imparcialidad y la profesionalidad que reclamamos al resto de instituciones públicas?
Perversión intolerable
No cabe duda de que los científicos sociales pueden encontrar de interés las encuestas del centro. Pero carece de sentido que elabore sondeos electores cuyo objetivo es generar estados de opinión favorables al Gobierno. Lo que es lo mismo que condicionar el voto de los españoles.
Resulta también inaceptable que el Gobierno enturbie de esta manera las instituciones del país. Un patrón que se repite (como delató la designación de la exministra Dolores Delgado como fiscal general) en muchos otros organismos del Estado.
Pero, asumida esta realidad, cabe exigirle al CIS y a Tezanos la profesionalidad que se le exige a todos los altos cargos públicos de este país. Una profesionalidad que no sólo debe reflejarse en la precisión de su trabajo, sino en la imagen que traslada a los ciudadanos a los que se debe.