El socialdemócrata Olaf Scholz es ya el nuevo canciller alemán tras su elección por el Bundestag. Scholz gobernará junto al Partido Liberal (FDP) y los verdes en una coalición que ha sido bautizada como la del semáforo por los colores que la simbolizan: el rojo de los socialistas, el amarillo de los liberales y el verde de los ecologistas.
Scholz es un socialdemócrata más cercano al centro que al radicalismo de la extrema izquierda. Prueba de ello es su alianza con los liberales y el programa con el que ganó las elecciones, tan continuista respecto al de Angela Merkel que un observador imparcial apenas vería en él alguna diferencia estrictamente retórica y un acento levemente más social en comparación con el de los conservadores de la CDU.
Y esa ha sido, precisamente, la clave del éxito de un Scholz que sólo seis meses antes de las elecciones aparecía tercero en todas las encuestas tras la CDU y los verdes.
Pero, entonces, el Partido Socialdemócrata (el SPD) corrigió el rumbo, prometió continuidad respecto a los 16 años de gobierno de Merkel y tranquilizó a los empresarios y a los inversores alejándose de los extremos. Scholz le dio así a los alemanes aquello que estaban esperando oír: la promesa de que su Gobierno no pondrá en riesgo la estabilidad del país por veleidades ideológicas populistas.
Un socialismo diferente
Pedro Sánchez celebró ayer durante un acto del PSOE en Galicia la investidura de Scholz. "Vamos a tener tras 16 años un canciller socialdemócrata" dijo el presidente.
Pero Sánchez también aprovechó para arremeter contra los liberales españoles, acusándoles de mirar sólo a la derecha. "Los acuerdos de Scholz hablan de salario mínimo, equiparación salarial, ingreso mínimo vital, revalorización de las pensiones, formación profesional, becas. Hablan de lo que llevamos haciendo desde hace tres años en el Gobierno de España: somos la vanguardia de lo que está por venir en Europa".
Es un recurso habitual del relato socialista: el de señalar la supuesta diferencia entre los liberales y los conservadores españoles y los europeos, con ventaja para los segundos.
Pero olvida el presidente que el SPD alemán ha formado parte hasta en tres ocasiones a lo largo de los últimos 16 años de un Gobierno de coalición liderado por los conservadores alemanes y que, pudiendo optar por un pacto con la extrema izquierda y los populistas, Scholz ha escogido a los liberales.
Que Ciudadanos y el PP no estén interesados en las políticas sociales que defiende el PSOE es debatible. Pero lo que es seguro es que el SPD alemán no habría pactado jamás con Unidas Podemos, EH Bildu o ERC, ni habría indultado a los líderes de un golpe contra la Constitución destinado a separar un länder del resto de la nación.
'Grosse koalition' española
Políticos tanto del PP como del PSOE defienden habitualmente la idea de que en España es imposible un pacto entre ambos partidos, a imagen y semejanza de las grosse koalition alemanas, porque eso debilitaría el centro y alimentaría a los extremos.
El argumento es absurdo. En primer lugar, porque la suma de escaños de PP y PSOE es lo suficientemente amplia como para resistir el mordisco que los partidos extremistas pudieran asestarle a ambos partidos en un primer momento.
En segundo lugar, porque el propio electorado de esos partidos extremistas, a la vista de lo inútil de su voto, acabaría volviendo a los partidos del centro del escenario político (PP, PSOE y Ciudadanos) o engrosando la abstención. El champán del populismo se desbrava rápido y es probable que PP y PSOE sólo debieran resistir un único tirón electoral, tras el primer acuerdo, antes de que las aguas volvieran a su cauce.
Pero, sobre todo, el argumento es absurdo puesto que, intentando evitar que esos partidos extremistas y populistas ganen poder, lo que están haciendo el PP y el PSOE es condenarse a gobernar junto a ellos y aplicando, al menos parcialmente, sus políticas.
Pedro Sánchez, pero también Pablo Casado, deben leer correctamente las lecciones alemanas. Alemania está marcando el camino a ambos partidos para escapar del actual escenario político. Ese en el que partidos minoritarios y radicales ponen en riesgo la estabilidad del país a cambio de unos pocos votos y en el que día a día surgen nuevos partidos con intereses estrictamente locales. Es decir, egoístas.