Felipe VI dedicó este lunes a Marruecos parte de su discurso durante la tradicional recepción a los diplomáticos acreditados en España. El rey instó a Rabat a "caminar juntos" para materializar una nueva relación bilateral con España "sobre pilares más fuertes y sólidos". También deseó que ambas naciones encuentren "soluciones a los problemas" que preocupan a sus gobiernos.
El mensaje del rey, que replicaba en buena parte las palabras del discurso pronunciado por Mohamed VI el pasado mes de agosto, no fue escuchado en persona por ningún diplomático marroquí puesto que Rabat llamó a consultas a la embajadora en España Karima Benyaich el pasado 18 de mayo.
El mensaje, en cualquier caso, era evidente: el Gobierno español está dispuesto a retomar la relación bilateral con Marruecos en el mismo punto en el que estaba cuando estalló la crisis por la acogida del líder del Frente Polisario Brahim Gali en nuestro país. Una crisis que acabó con el cese de la ministra de Exteriores Arancha González Laya y su sustitución por el muy profesional José Manuel Albares.
Pero, como informa hoy EL ESPAÑOL, el mensaje de Felipe VI no ha sido suficiente para Marruecos, que pide otro gesto del rey para recobrar las relaciones con España tras nueve meses de crisis. ¿Qué gesto? Una llamada de Felipe VI a Mohamed VI que, de acuerdo con fuentes marroquís, debería ser hecha "pública".
Las exigencias de Marruecos
Marruecos se sabe fuerte en esta crisis y de ahí sus nuevas exigencias a España. Unas exigencias que implicarían utilizar por segunda vez la carta del rey, la última en manos de España en términos diplomáticos, y que no tienen mayor sentido que el de escenificar de forma pública la sumisión del Gobierno a las exigencias de Rabat.
Marruecos pide por encima de lo razonable porque ni Francia ni Alemania apoyan a España en esta crisis. Ambos países, de hecho, se han apresurado a intentar ocupar comercialmente el vacío dejado por España tras el estallido del conflicto con Marruecos. Estados Unidos, por su parte, no se ha desmarcado todavía públicamente del reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara decretada por Donald Trump.
España está más sola de lo deseable en esta crisis (ni siquiera Olaf Scholz, el nuevo canciller socialista alemán, apoya a Pedro Sánchez en este conflicto) y por eso el ministro de Exteriores Albares pedirá al Gobierno americano durante el viaje que inició ayer martes un cambio de postura más explícito respecto a la doctrina Trump.
Intereses geoestratégicos
España lo tiene difícil. El acercamiento de Estados Unidos a las tesis más duras de Rabat respeto al Sáhara tiene implicaciones que van mucho más allá de los intereses de España en la región. Principalmente, porque Marruecos es uno de los pilares de los Acuerdos de Abraham, por los que Israel ha normalizado relaciones con los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y el propio Marruecos.
Pero Moncloa no puede abandonar la tradicional postura española sobre el Sáhara en función de los intereses geoestratégicos americanos e israelíes, o de los intereses comerciales franceses y alemanes.
Marruecos, por su parte, no puede exigirle nada más a España. Las palabras de Felipe VI fueron lo suficientemente claras y el gesto lo suficientemente contundente como para que ahora sea Rabat el que haga un movimiento que desbloquee la situación. La pelota está en el tejado de la monarquía alauí, no en el de España.