Pocos españoles podrán negar que la primera jornada de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez, la segunda de la legislatura, superó todas las expectativas. Si estas eran bajas, lo visto ayer en el Congreso las hizo descender a profundidades abisales.
El discurso que leyó Ramón Tamames fue más deslavazado e incoherente incluso que el filtrado a la prensa el pasado jueves. Hubo alusiones a Tenochtitlán, reivindicaciones de la españolidad de Gibraltar y burlas sobre Winston Churchill. En vez de ofrecer una alternativa razonable al español medio, Tamames ofreció su visión de una España lastrada por la leyenda negra, de una UE sometida al demonio estadounidense y de una China convertida en paloma de la paz de la guerra en Ucrania.
La desconexión del candidato con la España de 2023 no pudo ser más evidente.
El candidato de una moción de censura, además, debería exponer un programa de gobierno razonable, no su visión personal de los males de España. Algo más adecuado para una conferencia frente a un auditorio de fieles que para el Congreso de los Diputados.
La intervención del presidente del Gobierno, leída y preescrita, no dio respuesta a uno solo de los puntos planteados por el candidato. Tamames, incluso, pareció sorprendido por el hecho de que Sánchez ni siquiera intentara refutar sus argumentos.
El presidente, como habría hecho cualquier otro, aprovechó el regalo de Vox, habló durante casi tres horas y se limitó a hacer la habitual defensa de su obra de Gobierno, a asimilar al PP a la ultraderecha y a darle espacio a Yolanda Díaz para que esta se erija en líder del espacio a la izquierda del PSOE.
Y es cierto que uno puede lamentarse por la evolución del debate político hacia el impacto mediático de corto recorrido durante las últimas décadas, o sollozar por la distancia intelectual entre los diputados de hoy y los de 1980. Pero la solución, desde luego, no pasa por retroceder hasta el punto en que "se jodió el Perú", en palabras de Mario Vargas Llosa, para rectificar el camino andado desde entonces. Especialmente en un terreno, el Estado de las autonomías, que, hoy, no tiene posible marcha atrás.
Yolanda Díaz aprovechó la moción de censura para presentar su nuevo proyecto político, Sumar, en una intervención de una hora que levantó ampollas en Podemos.
Pero si algo quedó claro ayer (más allá de que Vox no tiene un programa de gobierno que vaya más allá de una batalla cultural centrada en media docena de obsesiones identitarias, sexuales e ideológicas) es que el ticket electoral con el que Sánchez se presentará a las elecciones generales no es el de PSOE-Podemos, sino el de Pedro Sánchez-Yolanda Díaz.
Será interesante ver cómo reacciona Podemos a esta evidente OPA hostil que el presidente ha lanzado sobre el electorado que hoy representan Irene Montero, Ione Belarra y, sobre todo, Pablo Iglesias desde el exilio.
Santiago Abascal, por su parte, describió el apocalipsis de la patria para regocijo de sus fieles y entusiasmo del presidente, al que nada le interesa más a dos meses de unas elecciones clave para su supervivencia que una confrontación directa con "la ultraderecha".
La moción, en resumen, y tal y como se preveía, dio oxígeno a los censurados Sánchez y Yolanda, dándoles la oportunidad de escenificar una alianza opuesta a la hipotética de Feijóo-Abascal.
Y es que si Sánchez logra convencer a su electorado de que en las elecciones de finales de año no sólo se escoge entre Feijóo y él, una batalla que los sondeos dan hoy casi por perdida para el presidente, sino también entre Santiago Abascal y Yolanda Díaz, sus posibilidades de éxito se incrementarán notablemente.
Y ese ha sido el principal fallo estratégico de un Vox que no ha comprendido que el verdadero censurado de esta moción puede ser Feijóo, pero que el rechazo que genera Podemos y que nutre en parte su saco de votos pierde bastante de su sentido si su rival en las elecciones no es Irene Montero, sino una Yolanda Díaz con una imagen mucho menos confrontacional que la de la ministra de Igualdad.
Y por eso, de hecho, insiste el PSOE en que la clave de las próximas elecciones estará en que Sumar consiga más votos y/o más diputados que Vox, independientemente de que el PP supere al PSOE. ¿Cómo no se dan cuenta en Vox?
Tamames, en fin, se ha convertido en un convidado de piedra en su propia moción de censura. Si algo ha sido, eso sí, es la carabina de Ambrosio de Vox. Una herramienta inútil para el objetivo declarado de la moción (la remoción de Sánchez), pero bastante útil para los intereses del presidente y de su nueva compañera de viaje electoral.