EH Bildu ha dado la sorpresa este lunes al anunciar que está dispuesto a "desbloquear" la negociación de la investidura de María Chivite en Navarra, que permanecía encallada por el rechazo de Geroa Bai a la propuesta de estructura del gobierno del PSN.
La marca foral del PNV había mostrado poco antes su indignación ante el reparto de consejerías delineado por Chivite, al considerar que supone "vaciar de contenido" los departamentos que actualmente gestiona. Y para evitar que naufragara la reedición del gobierno de coalición de Geroa Bai con los socialistas, Bildu ha decidido consultar a su militancia la opción de votar a favor de la investidura de la candidata del PSN.
Con este ofrecimiento sin condiciones, los abertzales no sólo han dejado en una situación comprometida a Geroa Bai, retratando su avidez por asegurarse sillones en el ejecutivo foral como el único escollo de la investidura.
También salen en rescate de Chivite, al cambiar su abstención por un sí y permitirle a la socialista seguir gobernando. Un giro que resulta más sorprendente aún por haberse producido a pesar de que el PSE-EE se alió con el PNV tras el 28-M para impedir que Bildu se hiciera con la alcaldía de Vitoria y la Diputación de Guipuzkoa, donde había sido la fuerza más votada.
Por eso, es evidente que el movimiento de los abertzales puede leerse en clave nacional. Arnaldo Otegi está ofreciendo gratis sus diputados a Pedro Sánchez en Navarra para desplazar al PNV y convertirse en el socio prioritario del PSOE en el Congreso de los Diputados.
La portavoz de Bildu en el Parlamento de Navarra ha justificado la cesión sin condiciones de sus votos a Chivite argumentando que "la sociedad navarra no quiere que gobierne la derecha". Un razonamiento idéntico al que Otegi hizo sólo dos días después de las elecciones generales, cuando adelantó que apoyaría la investidura de Sánchez sin "líneas rojas", porque "en Euskadi se ha votado masivamente para evitar el triunfo del bloque reaccionario".
De esta forma, los bildutarras ya se están postulando para desbancar al PNV como compañero de viaje del PSOE en una eventual repetición de la mayoría Frankenstein. Y ello con la vista puesta en las elecciones autonómicas vascas del próximo año, cuyo calendario se va a entretejer inevitablemente con el de la constitución del Gobierno de España.
La pugna entre las dos fuerzas nacionalistas debe entenderse en el marco de una competición electoral en la que Bildu está ya pisándole los talones al PNV. Los jeltzales han visto una buena parte de sus apoyos retirados en los dos últimas citas electorales. En las municipales vascas, Bildu le aventajó en concejales, y en las generales le igualó en escaños. Además, la coalición abertzale, segunda fuerza en Navarra, superó ampliamente a la filial del PNV en las elecciones autonómicas de la comunidad foral.
Alarmado por la posibilidad de perder su hegemonía en la política vasca, la formación liderada por Andoni Ortuzar está redoblando el distanciamiento con su rival interno, que se ha convertido en interlocutor preferente en la legislatura de Sánchez. Una animosidad contra los de Otegi que se evidenció en el último Aberri Eguna, en el que Ortuzar llegó a burlarse del aspecto físico de los bildutarras. En los ataques del PNV al "transformismo político" de Bildu latía la inquietud por haber perdido su imagen de conseguidor de prebendas para el País Vasco desde Madrid.
En cualquier caso, la gestión de los tiempos en el desbloqueo de la investidura en Navarra revela una estrategia inteligente. Porque aunque está fuera de toda duda la ínfima catadura moral de un político tan deleznable como Otegi, también lo está su habilidad política y su pericia táctica. Pues al brindar sus escaños sin exigir nada a cambio, se coloca en una posición de mayor credibilidad.
La propia Chivite ha adoptado una actitud muy prudente durante la campaña, evitando pronunciarse sobre la incómoda eventualidad de necesitar a Bildu para formar gobierno. Al contrario que el PP con sus pactos con Vox, el PSOE se las ha ingeniado para que la cuestión navarra no aflorara antes de las elecciones generales. Y, a los ojos de los electores, ha logrado enterrar aquellas gravosas palabras de Otegi tras el 28-M, cuando pidió "dejar de tomar a la gente por boba", porque "llevamos cuatro años juntos".