El paisaje político surgido de las elecciones del 28-M aún no se ha acabado de asentar, y las negociaciones de los gobiernos autonómicos pendientes se solapan con la situación de bloqueo que dejó el 23-J.
El PSOE ha frustrado el acuerdo para gobernar en coalición que los socialistas ceutíes preparaban con el PP. Su secretario general ha negado "rotundamente" este jueves que pueda existir "acuerdo alguno" con los populares para formar Gobierno en Ceuta, argumentando que "no hay ni puede haber un pacto de Gobierno con el PP de Feijóo".
Pero lo cierto es que el PSOE de Ceuta estaba en conversaciones con los populares para hacer presidente a Juan Jesús Vivas a cambio de una integración en el ejecutivo de la Ciudad Autónoma. Vivas, que se ha resistido a gobernar con Vox y que en la legislatura pasada se sostuvo con apoyos puntuales del PSOE, contaba con consensuar un "gran pacto" con los socialistas, dentro de la política de geometría variable de Feijóo para los pactos postelectorales. Pero finalmente el proyecto de una gran coalición no ha recibido la autorización de Ferraz.
El portazo del PSOE a pactar con el PP incluso en Ceuta confirma la intención de Sánchez de establecer una especie de cordón sanitario total a Feijóo. Y revela que la consigna es la de reforzar la política de bloques para excluir del juego político al ganador de las elecciones generales. Algo así como una actualización de aquel Pacto del Tinell de 2003, que incluía la cláusula de una prohibición para los firmantes de llegar a cualquier acuerdo con el PP catalán.
Dado que esta es la lamentable estrategia que quiere seguir el PSOE, es un desacierto mayúsculo el pacto que ha alcanzado este jueves Jorge Azcón para conformar un gobierno de coalición con Vox. Porque de esta forma avala la coartada de Sánchez para estigmatizar al PP como un apestado. Es decir, la identificación entre la derecha y la extrema derecha, que para la izquierda habría quedado ratificada por los pactos autonómicos y municipales tras el 28-M.
Es cierto que la entrada de la ultraderecha en algunos ejecutivos es primordialmente responsabilidad del PSOE, por negarse a facilitar el gobierno del PP allí donde ha ganado, como en Aragón. También que Azcón ha intentado antes entenderse con Aragón Existe y el PAR para necesitar sólo la abstención de Vox, la cual la ultraderecha se ha negado a conceder a menos que permitiesen su entrada en el ejecutivo. Y que, análogamente a lo que ha hecho María Chivite (congelando las negociaciones con Bildu para la investidura en Navarra hasta después del 23-J), Azcón ha tenido al menos la habilidad de no cerrar su pacto de Gobierno antes de las generales (poniendo así en evidencia el error estratégico de la precipitación cometida en Valencia y Extremadura).
Pero aún así, Azcón no ha querido entender que Vox es tóxico, tal y como han demostrado los resultados del 23-J. Si Feijóo no ha sido capaz de reunir una mayoría suficiente para desbancar a Sánchez, en gran medida, por haber permitido la entrada de Vox en los gobiernos, no se entiende que el PP vaya a reincidir en el error y abrirle la puerta al de Aragón.
Además, el caso de Aragón (como el de Murcia y Baleares) no es el mismo que el de Valencia y Extremadura, donde contar con Vox era necesario en ausencia de una mayoría alternativa. Comunidades como la aragonesa tienen en realidad la gobernabilidad de la legislatura resuelta a falta de la investidura, por lo que habría bastado con plantarse y haber echado el órdago a Vox.
Habiendo logrado más votos que la izquierda, no es de recibo que Azcón haya cedido ante la presión de Vox. Era una cuestión de un pulso entre voluntades, y el PP debió plantar cara con sangre fría incluso aunque el duelo hubiese desembocado en una repetición electoral. Y más cuando ya se ha cedido en Extremadura y Valencia.
Ahora que hay un gobierno autonómico más con la ultraderecha en él, se hará más verosímil para muchos votantes la tesis que explica una de las claves del éxito de la campaña de Sánchez: Abascal sería vicepresidente en un hipotético gobierno de Feijóo. Y la mayoría de españoles rechazan ese escenario.
Por ello, es forzoso alentar a Fernando López Miras, el único barón que se sigue resistiendo a las coacciones de Vox en el último territorio donde queda pendiente la conformación de un Gobierno del PP, e instarle a que siga dispuesto a ir a unas segundas elecciones con tal de excluir a la extrema derecha del gobierno.