A medida que se incrementa la presión sobre Pedro Sánchez desde Bruselas, desde el Senado y desde las calles de las ciudades españolas, los argumentos del Gobierno en defensa de la amnistía crecen en incoherencia hasta caer en el absurdo.
Ayer miércoles, el presidente justificó la futura amnistía por los delitos cometidos en el contexto del procés con el argumento de que es necesario frenar la "ola reaccionaria" encarnada en las protestas convocadas en varias ciudades españolas.
Sánchez invierte así el sentido de las manecillas del reloj y pone el carro (las protestas) por delante de los caballos (la amnistía), atribuyendo la decisión de perdonar los delitos de los independentistas a las manifestaciones convocadas en contra de esa decisión.
A esa profecía autocumplida, Sánchez suma un segundo absurdo. ¿Con qué argumento sataniza Sánchez unas protestas cuyos actos puntuales de violencia han sido significativamente más leves que cualquiera de los protagonizados por aquellos a los que él pretende amnistiar en aras de "la convivencia"?
Dicho de otra manera, ¿amnistiará el presidente a los violentos que protestaban ayer contra su decisión de amnistiar a los violentos que protestaron contra las decisiones de los tribunales españoles? Porque si concede la amnistía a los segundos, ¿con qué argumento puede negarse a amnistiar a los primeros si son condenados por la justicia?
Sobre todo ante la evidencia de que tan inconstitucionales son las esteladas independentistas como las banderas franquistas, y que tan contrarios a la democracia, al Estado de derecho y a la Constitución son los ultraderechistas que el martes reventaron la protesta frente a Ferraz como sus socios independentistas de ERC y Junts.
A no ser, por supuesto, que el presidente considere que la violencia de quienes se manifiestan para destruir España es intrínsecamente virtuosa, y la de aquellos que se manifiestan para protestar contra esa destrucción es intrínsecamente inaceptable.
¿Cómo no amnistiar a partir de ahora, en fin, a cualquier español que proteste con cualquier excusa política, aunque sea con violencia extrema y amparado en demandas tan inconstitucionales como antidemocráticas? Porque eso es lo que el presidente ha pactado con ERC y lo que presumiblemente pactará de nuevo con Carles Puigdemont, ampliando el perímetro de ese perdón.
Pedro Sánchez no puede aspirar a escapar indemne de las consecuencias de sus propios actos. Porque es su decisión de amnistiar a Carles Puigdemont y al resto de los investigados, procesados y condenados por el procés la que ha provocado la "ola reaccionaria" contra la que advierte, y no la supuesta "ola reaccionaria" la que le ha obligado a amnistiar a los delincuentes del procés.
Él es también el responsable de haber crispado a la sociedad española tras anunciar que su objetivo era pacificar a una sociedad catalana a la que, supuestamente, había "pacificado" ya durante la legislatura pasada con los indultos, la derogación de la sedición y la rebaja de las penas por malversación.
La flecha del tiempo, en fin, es tan inescapable en el terreno de la física como en el de la política. Y ni siquiera Sánchez puede aspirar a que las consecuencias precedan a las causas. La "ola reaccionaria" de las protestas callejeras contra la amnistía es su criatura y Sánchez debe asumir su paternidad.