Aunque el recuento de las elecciones vascas de este domingo ha permanecido muy ajustado hasta el último momento, finalmente no se ha producido el sorpaso de Bildu al PNV que algunas encuestas habían vaticinado. Aunque los jeltzales han empatado en 27 escaños con los abertzales, han ganado este 21-A en número de votos.
Aun con el gran ascenso de la coalición de Arnaldo Otegi, el PNV logra retener el Gobierno vasco gracias al acuerdo de gobierno que rubricará con toda probabilidad con Eneko Andueza, e Imanol Pradales será investido lehendakari.
El PNV ha ganado su decimotercera elección consecutiva (todas las celebradas desde 1980). Aunque conviene destacar que lo ha hecho tras haber perdido cuatro diputados con respecto a 2020, mientras que Bildu ha aumentado su saldo en seis.
El PSOE también puede respirar tranquilo, después de haber mejorado sus resultados de hace cuatro años en dos escaños. Sánchez rompe así la tendencia a la baja de su partido en las últimas citas ante las urnas, y puede gozar de una tregua en el ciclo electoral decadente que arrastraba.
Gracias a esta relativamente buena marca, y a la capacidad de sumar mayoría absoluta junto al PNV en el Parlamento vasco, Sánchez podrá continuar con su política de pactos a dos bandas con PNV y Bildu en el Congreso de los Diputados.
Porque es improbable que la relegación de Pello Otxandiano a la oposición vaya a traducirse en una ruptura del consorcio entre el PSOE y Bildu en Madrid, en un escenario como algunos de los que podrían llegar a arrojar las elecciones catalanas del próximo mayo. Los abertzales se conformarán por el momento con haber empatado con el PNV, porque el proyecto de Otegi tiene un horizonte más a largo plazo.
EL ESPAÑOL lamenta en este sentido la humillación a las víctimas del terrorismo que supone el innegable éxito electoral de EH Bildu, un partido que sigue sin condenar el terrorismo más allá de sus rutinarias declaraciones de comprensión por el "dolor" de quienes sufrieron su violencia.
Las elecciones de ayer lunes suponen por tanto una nueva vuelta de tuerca a un conflicto que, para muchos españoles, se ha cerrado en falso en beneficio de una supuesta "normalización" de la que se ha beneficiado, sobre todo, la izquierda aberzale.
Mención aparte merece la desaparición de Podemos de la política vasca. Porque el mismo partido que ganó en País Vasco las elecciones generales de 2015 no ha conseguido superar este 21-A el umbral del 3% de los votos necesario para alcanzar representación.
Sumar, al menos, ha logrado salvar la papeleta por muy poco, y sólo en comparación con la debacle de Podemos. El pírrico escaño que ha cosechado, que queda muy lejos de reabsorber los 6 diputados perdidos por los morados, certifica el fracaso definitivo del espacio de la izquierda populista.
También con un único diputado, Vox ha mantenido sus números de las últimas elecciones, si bien no pasa de lo anecdótico. Y lo mismo cabe decir del PP, que aunque ha ganado un escaño, no estará en condiciones de influir en la relación de fuerzas del Parlamento vasco ni de forzar ningún cambio.
La principal conclusión que permiten extraer estas elecciones es que Euskadi se consolida como un espacio electoral sui generis ajeno a las dinámicas del resto de la política española. Incluidas las de Cataluña, cuya vida parlamentaria y gubernamental también está marcada por el nacionalismo. Pero ni siquiera allí la política sigue unas reglas totalmente autónomas, como sucede en País Vasco, donde el nacionalismo ha alcanzado su máximo histórico sumando casi un 70% de los votos.
En Euskadi, dos de cada tres votantes eligen PNV o Bildu. La suma de los cuatro partidos españoles sólo llega a 21 diputados frente a los 54 de los soberanistas.
Se agrava así el problema que han venido experimentando los partidos nacionales en los últimos cuarenta años. Ni las marcas de la derecha ni las de la izquierda pueden competir con sus homólogos soberanistas en territorio vasco.
Si resultan indistinguibles entre sí, salvo en el factor nacionalista, resulta absurdo para el electorado optar por el PP o por PSOE y Sumar frente a los incentivos para votar por PNV o Bildu, derecha e izquierda de kilómetro cero y de arraigo local.
Y por desgracia para el País Vasco y para el resto de España, el destino trágico de los partidos de alcance estatal no parece tener fácil remedio.