Pedro Sánchez se ha desmarcado este jueves de la posición mayoritaria en la UE tras el Consejo Europeo en el que se ha debatido el plan de rearme de Ursula von der Leyen. Lo ha hecho mientras anunciaba simultáneamente su intención de viajar en abril a China, el principal socio de la Rusia de Putin, para reunirse con Xi Jinping

La conjunción de ambas noticias, cuyo origen está en la debilidad de Sánchez y su necesidad de contentar a sus socios situándose en posturas antiliberales y de abierto coqueteo con las dictaduras rusa y china, plantea un problema de primer orden no ya para España, sino también para la UE

A nadie podía cogerle desprevenido que la Hungría del prorruso Viktor Orbán intentase vetar ese aumento del gasto en Defensa que aspira a empoderar al continente frente a amenazas como Putin. Pero lo que resulta más inaudito es que el Gobierno español, que tanto ha proclamado su compromiso con la autonomía defensiva europea y la seguridad de Ucrania, haya contribuido igualmente al entorpecimiento del plan.

España se ha desmarcado, junto con Francia e Italia, del conocido como Plan Kallas, que plantea una ayuda financiera a Ucrania de hasta 40.000 millones de euros. 

A su llegada a Bruselas, Pedro Sánchez ha criticado además que Von der Leyen haya bautizado como "ReArmar Europa" su proyecto de movilización de 800.000 millones de euros para fortalecer la Defensa colectiva.

"Tengo que decir que el término 'rearme' no me gusta en absoluto. Creo que tenemos que dirigirnos a nuestros ciudadanos de otra manera cuando hablamos de la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas", ha dicho el presidente en los pasillos de la cumbre de líderes comunitarios.

No es que a Sánchez le disguste el tinte belicista o alarmista del término. Sino que poco antes, en el Congreso de los Diputados, la mayoría de sus socios habían rechazado el aumento del gasto militar que la UE y la OTAN exigen a España.

En un nuevo malabarismo nominal, el presidente espera que, al no hablar de rearme, pueda vencer la oposición de sus socios a la carrera armamentísica europea. Ese malabarismo con las palabras le llevó por la noche a hablar de "tecnología de doble uso", es decir de una presunta inversión en tecnología con una utilidad tanto militar como civil: drones capaces de transportar explosivos, pero también apagar incendios, por ejemplo. 

Y eso en un momento en el que el debate en la UE no es si Rusia atacará o no el este de Europa, sino cuándo y con qué fuerza lo hará… y hasta dónde llegará en su avance. 

De cara al resto de países de la UE, Sánchez ha reafirmado en Europa su determinación de acometer un incremento del presupuesto en Defensa que no está en condiciones de aprobar. Porque hasta su socio de coalición, Sumar, ha votado en el Congreso en contra de él, e incluso a favor de que nuestro país salga de la OTAN.

Tampoco podrá el presidente recurrir a los ingenios con los que pretende sortear su falta de mayoría en el Parlamento para aprobar nuevos desembolsos. Von der Leyen ya ha desoído la petición de Sánchez de que el aumento del presupuesto en Defensa se financie mediante transferencias europeas. Y también ha desautorizado el ardid con el que el Gobierno quería, sirviéndose de un concepto amplio de seguridad, reclasificar partidas periféricas para que computen como gasto en Defensa.

De modo que ya no se trata únicamente de que la dificultad de Sánchez para sacar adelante sus iniciativas (como ha certificado este jueves negro en el Congreso, en el que el Gobierno ha sufrido una acumulación de derrotas) ralentice el proceso para alcanzar el 2% del PIB en Defensa. Es que la debilidad parlamentaria de Sánchez en España está también lastrando el diseño de la política de seguridad europea.

Sánchez está llevando su bloqueo doméstico a Europa, en un contexto de urgencia por dotarse de herramientas financieras para mantener el apoyo a Ucrania y desarrollar una infraestructura de Defensa comunitaria.

No se puede vivir en la ficción de negociar en Bruselas los compromisos internacionales de España sin un respaldo político detrás. Y la solución a ello no es intentar equilibrismos para confundir a la vez a la Comisión Europea y a sus socios populistas y nacionalistas. Ni tampoco cerrar el Parlamento para aumentar unilateralmente el gasto militar sin someterlo a votación en las Cortes.

La única vía de salida a este atolladero es un pacto de Estado por la Defensa que permita a España solventar sus incumplimientos con la OTAN y homologarse al consenso democrático liberal europeo. Sánchez no está ya haciendo malabarismos con el apoyo de partidos periféricos refractarios a la Constitución del 78. Está especulando con la misma supervivencia de Europa. Si esa es su intención, debe convocar elecciones generales anticipadas para comprobar si los españoles desean acompañarle en su viaje hacia el corazón de las tinieblas de la Rusia de Putin y la China de Xi Jinping.