El 'no' en el Congreso de los Diputados a la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública (AESAP) no es, como pretende el Gobierno, una prueba de la nula voluntad constructiva del PP, sino de la debilidad parlamentaria de Pedro Sánchez.
De su debilidad, que ha obligado al presidente a explicitar su voluntad de gobernar "sin el Parlamento", pero también de la inexistencia de esa presunta mayoría progresista que sirvió para cerrarle el paso a Feijóo, el ganador de las elecciones generales de 2023.
El proyecto de la AESAP había cosechado hace apenas una semana un consenso casi total, con la única excepción ya habitual de Vox, en la Comisión de Sanidad que estudiaba su puesta en marcha.
Pero una maniobra de última hora de la Mesa del Congreso convenció al PP de la imposibilidad de votar 'sí' a su creación, tal y como estaba previsto.
Esa maniobra ni siquiera tuvo que ver que la propia AESAP, sino con otra norma relativa al desperdicio alimentario y en la que el Senado, controlado hoy por el PP, introdujo varias enmiendas. Cuando esas enmiendas llegaron al Congreso, la Mesa decidió vetarlas haciendo caso omiso del criterio del jefe de los letrados de la Cámara Baja.
Ese veto convenció al PP de que la Mesa del Congreso estaba alterando de forma grave las reglas del parlamentarismo y de que un voto afirmativo a la AESAP habría supuesto transmitir la idea de que el PP acepta pasivamente las arbitrariedades y la torsión del Estado de derecho ejecutado por el Gobierno y sus socios parlamentarios.
El 'no' a la primera ley de Sumar que iba a ser aprobada en el Congreso durante esta legislatura ha generado las ya habituales acusaciones cruzadas de deslealtad y de filibusterismo parlamentario.
Pero lo cierto es que el origen de la ley data de 2011 y que fue la epidemia de la Covid-19 la que evidenció la necesidad de un organismo especializado capaz de coordinar respuestas inmediatas ante emergencias sanitarias como las de la epidemia de 2020.
El Gobierno ha tenido por tanto tiempo de sobra para aprobar la creación de la AESAP. Especialmente durante la legislatura anterior, cuando Pedro Sánchez no sufría los problemas que padece ahora para armar mayorías parlamentarias viables.
Atribuir al PP la derrota del Gobierno de pasado jueves en el Congreso de los Diputados no es más que una manera de esquivar la realidad de una mayoría gubernamental que no es tal. Con razón puso en duda ayer viernes Borja Sémper, el portavoz del PP, la legitimidad de un presidente cuya permanencia en la Moncloa no se basa en su capacidad para hacer, sino únicamente en su capacidad de bloquear el paso al ganador de las últimas elecciones generales, aunque sea a costa de no gobernar.
Mención aparte merece la intención de Mónica García, la ministra de Sanidad, de colocar al frente de la AESAP a Fernando Simón, cuya dudosa actuación durante la pandemia, minimizando primero su riesgo y plegándose luego a los intereses y las estrategias del Gobierno, llevó a España a convertirse en uno de los países con peores resultados sanitarios y económicos de todo el planeta.
Mónica García intentará en el futuro recuperar la ley para que vuelva a votarse en el Congreso de los Diputados. Tratándose de un asunto de interés general, no le costará conseguir de nuevo el voto favorable del PP. Siempre y cuando la Mesa del Congreso se abstenga de violentar de nuevo las reglas del parlamentarismo en contra del Senado.