Todas las Francias a las que ha de enfrentarse Macron
El autor analiza los retos a los que el centrista debe enfrentarse y la difícil tesitura a la que se enfrenta para demostrar que es la cura a los movimientos 'antiestablishment'.
Francia ha hablado y el nombre de Emmanuel Macron se ha escuchado por encima de los demás. Capitalizar el voto centrista nunca es fácil, pero para este político aún no llegado a la cuarentena, exsocialista que recondujo su timón ideológico, arredrarse no era una opción. Su ¡En Marcha! ha conseguido dejar fuera de la liza por la presidencia de la V República a los dos grandes partidos del país.
Macron representa a la Francia privilegiada: si entre el conjunto de la población ha conseguido el 23,9% de los votos, el porcentaje se eleva hasta el 32% entre los que ingresan más de 3.000 euros al mes. Además, el enfant terrible ha ganado en la práctica totalidad de Isla de Francia -la región de París- y ha creado una marea, naranja como su logo, en la acomodada costa atlántica y en gran parte de la línea imaginaria que llega a Suiza desde Burdeos, pasando por Lyon y el corredor del Ródano, ambas metrópolis incluidas.
Pero hay otras Francias ahogadas en otros debates, sumergidas en pesadillas de desempleo y recelos hacia la inmigración que votaron mayoritariamente a Marine Le Pen (21,4%) y Jean-Luc Mélenchon (19,6%), los más alejados del centro de entre los principales candidatos.
Fillon no supo tomar posición y dejó que la agenda de la ultraderecha le arrastrara a guerras que no le pertenecían
La extrema derecha barrió en el deprimido norte -aún convaleciente por la crisis y la reconversión industrial-, en el arco mediterráneo -con la notable excepción de la ciudad de Marsella- y en el dónut parisino, una región económica más allá de la Isla de Francia privada por ésta de sus gentes formadas y profesionales especializados. La de Le Pen es también la Francia rural, celosa de la inmigración y de bajos ingresos, pero ya no la de los jóvenes, honor que el decididamente izquierdista Mélenchon se ha arrogado tras convencer a casi un tercio de los votantes menores de 25 años.
El rojo del partido del político tingitano no es tan fácil de observar en el mapa de los departamentos (equivalentes a las provincias españolas); generalmente, hay que analizar el mapa de comunas, pues sus mayorías las ha logrado en las periferias con alto desempleo que rodean ciudades macronistas, así como en regiones del sur francés.
A la derecha de Macron, aprisionado entre el centro y la extrema derecha, ha quedado el republicano Fillon. Si la estrategia del primero fue situarse un paso a la derecha para ganar el centro, el segundo no supo tomar posición. Dejó que la agenda de la ultraderecha le arrastrara a guerras que no le pertenecían y, alejado de su espacio político natural, perdió por inexperiencia. Así, el centro quedó vacío para Macron. El escándalo de corrupción por los falsos empleos se encargó de dejar en un modesto 19,9% al que fue claro favorito. Solo entre los franceses más ancianos ha conseguido la victoria.
Las elecciones parlamentarias de junio son las que marcarán las condiciones en las que podrá gobernar Macron
El varapalo de Benoît Hamon ha sido aún peor. Con un porcentaje de voto de un solo dígito (6,3%), su voz no se escuchó siquiera sobre las de los candidatos menores. Es el golpe de gracia a un terrible quinquenio en el que el presidente socialista Hollande vivió cuotas de popularidad de menos del 5%.
Por primera vez, el bipartidismo francés hace agua hasta el punto de no ver a ninguno de sus candidatos en la segunda ronda de las presidenciales. De hecho, socialistas y gaullistas celebrarán reuniones para analizar qué clase de tsunami se los ha llevado por delante. Ahora todo apunta a que el frente republicano -nombre dado en Francia a la coalición del bipartidismo contra el Frente Nacional- apoyará en la segunda vuelta a Macron, que logrará una victoria holgada.
Pero la atención hay que empezar a dirigirla en dos direcciones. En primer lugar, hacia las elecciones parlamentarias de junio, que marcarán las condiciones en las que podrá gobernar Macron; y después, a la crisis entre lo que siempre funcionó y la desmesura, que se postula como sustituta. Porque Francia sigue teniendo problemas de fondo. ¿Es Macron la cura de los movimientos antiestablishment o solo una nueva cara recién lavada del establishment? El tiempo lo dirá, pero Le Pen confía en volver con mucha más fuerza en 2022.
*** Marcos Bartolomé ha cursado Periodismo y Relaciones Internacionales y es miembro de la dirección del medio de análisis internacional 'El Orden Mundial en el siglo XXI'.