Sabino Arana y el "rico y eufónico" eusquera, frente al "raquítico idioma castellano"
En la décima entrega de esta serie, el autor se centra en mostrar cómo el fundador del PNV procedió al "secuestro" del eusquera para la causa nacionalista.
Si el eusquera en lugar de ser una lengua fuera un individuo –que no lo es, pero a veces se le atribuyen derechos como si lo fuera–, podríamos afirmar con toda seguridad que quedó secuestrado por el fundador del nacionalismo vasco, que lo convirtió en rehén de su causa.
Mientras esa causa no alcance el objetivo final, el eusquera seguirá ganando espacios en la Administración vasca, en su educación y en su cultura como nunca los tuvo en toda su historia. Y seguirá perdiendo influencia como lengua viva en muchos pueblos pequeños mientras las estadísticas oficiales destacarán su conocimiento generalizado por edades y niveles. Y quienes lo hablamos sin ser nacionalistas seguiremos subidos –perplejos– a esa ola ascendente donde la ideología lleva en volandas a la lengua, más por lo que simboliza que por lo que comunica.
Sabino Arana no llegó a hablar eusquera con solvencia, tanto por su condición de burgués bilbaíno en un entorno castellanoparlante, como por la propia situación del idioma entonces, donde no había una norma unificada como ahora. Y que solo escribiera en eusquera un 16% de toda su obra tampoco le importó demasiado, ya que lo que le preocupaba era su utilidad política: “No vale considerar al Euskera meramente como una hermosa lengua, digna de ser cultivada en la literatura: es el broquel de nuestra raza, y contrafuerte además de la religiosidad y moralidad de nuestro pueblo”.
El fundador del PNV dejó escrito que, sin el patriotismo al que él lo quería subordinar, el eusquera no serviría para nada: “Nada es el saber el euskera, no siendo patriota. Todo es el patriotismo, aun no sabiendo el euskera. A la Patria no la salvará el euskera; si y solamente la salvará el patriotismo. Propaga el patriotismo, y con él se propagará también el euskera”.
Y a la inversa, lo peor para él era que alguien supiera eusquera sin ser patriota vasco: “Si propagas el euskera como lengua sin patria, con él se extenderán también los enemigos de la Patria. Para el corazón de la Patria, cada euskeriano que no sabe euskera es una espina; dos espinas, cada euskeriano que lo sabe y no es patriota; tres espinas, cada español que habla el euskera”.
Para Sabino Arana, el eusquera solo lo debían hablar los nacionalistas y, entre estos, solo los de raza vasca
Es más, el secuestro que Sabino Arana planteó sobre el eusquera fue doble, porque solo lo debían hablar los nacionalistas y, entre estos, solo los de raza vasca: “Si fuese moralmente posible una Bizkaya foral y euskelduna (o con Euskera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia. Para nosotros sería la ruina que los maketos residentes en nuestro territorio hablasen Euskera. ¿Por qué? Porque la pureza de raza es como la lengua, uno de los fundamentos del lema bizkaino, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable, la raza en cambio, no puede resucitarse una vez perdida”.
Pero como ya solo leemos a Sabino Arana quienes denunciamos sus escritos como lo que son –una vergüenza sin paliativos para la cultura vasca y española–, resulta que una buena parte del nacionalismo –decisiva electoralmente– son personas sin apellidos eusquéricos que ignoran –o “contextualizan”– lo que el fundador del PNV dijo de ellos: “El que sea de pura raza maketa, maketo sigue siendo, aunque descienda de siete generaciones nacidas en Bizkaya y hable Euskera. Se trata del Euskera y no se hizo la miel para la lengua del maketo”.
Sabino Arana nos intoxicó con que los apellidos eusquéricos, independientemente de cuándo y cómo se hubieran originado y de cómo y a quiénes se hubieran aplicado a lo largo de la historia, eran el indicativo irrefutable de una raza. Este principio fundacional, que sigue vigente para seleccionar a la élite del nacionalismo, se afloja cuando se trata de arengar a las bases, recurriendo a otros principios que también están en el fundador del PNV: “¡Ya lo sabéis, euskeldunes, para amar el Euskera, tenéis que odiar a España!”.
Arana aseguraba que el eusquera es la mejor de las lenguas posibles: “El Euskera es, entre todas las lenguas conocidas, la más antigua y a la vez la más rica, más eufónica, más enérgica y más perfecta para expresar las más abstractas ideas y los sentimientos más delicados, y que es la admiración de todos los sabios extranjeros, aun de aquellos que son hijos de las naciones dominadoras”.
Por el contrario, consideraba el castellano el peor idioma: “Ese producto informe, torpe y raquítico del choque brusco de varias lenguas imperfectas, que se llama idioma castellano”.
La cultura dominante en tiempos de Arana consideraba al eusquera como la lengua que hablaban los íberos
Este secuestro nacionalista del eusquera se vio incluso apuntalado científicamente muchos años después de muerto Sabino Arana. La cultura liberal-fuerista, dominante en tiempos del fundador del nacionalismo vasco –y contra la que este se empleó a fondo–, consideraba al eusquera como la lengua que hablaban los íberos, los primeros habitantes de la península ibérica, en definitiva, los primeros españoles.
Este “vasco-iberismo” hundía sus raíces en Esteban de Garibay en el siglo XVI y llegaba hasta el fuerismo del siglo XIX, y mantuvo vinculada la cultura vasca a la española durante siglos. Pero resultó que el cambio de paradigma que provocaron Antonio Tovar y Luis Michelena, a mediados del siglo XX, cuando desacreditaron del todo el vasco-iberismo como hipótesis para explicar el origen del eusquera, dejó a la lengua vasca definitivamente a merced del nacionalismo.
De modo que hoy, cualquier hipótesis –y alguna hay– que pretenda refutar el actual planteamiento del eusquera como lengua-isla, sin parentescos ni origen conocido, es rápidamente desacreditada desde instancias y con razones en las que el interés nacionalista se sobrepone siempre a la desprevenida ciencia.
El secuestro del eusquera proporciona al nacionalismo la coartada cultural perfecta para justificar su proyecto político. Y apareciendo como salvador de una lengua minoritaria y singular que lucha por su supervivencia, obtiene el salvoconducto ideal para ocultar cualquier abuso o imposición cometidos en su nombre.
La sociolingüística vasca, que conoce todo esto de primera mano, nunca se ha visto exigida para denunciar ni el secuestro del eusquera por Sabino Arana ni sus consiguientes aberraciones contra los españoles, con las que se ha tenido que topar por fuerza, dado que el fundador del PNV tiene un capítulo en la historia de esta lengua.
*** Pedro José Chacón Delgado es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.