Un mundo (aún más) feliz
“Nuestra desconfianza hacia el futuro nos pone muy difícil renunciar al pasado” (Chuck Palahniuk)
Año 2050. Es decir, año 30 de la gloriosa nueva era de la resiliencia antipandémica en la República Independiente de Castilla, área Mediterráneo Sur, zona de influencia marroquí.
Sasha Benalí García ha salido para darse un garbeo por el barrio de moda. Su tarjeta de ciudadano climático ejemplar se lo permite. Es el orgullo de su familia. Aparte de ser un héroe del reciclaje, sólo se desplaza en bicicleta híbrida, utiliza ropa fabricada con cáñamo y come casi exclusivamente proteína vegetal.
Estudia Comunicación gracias a una beca Pablo Iglesias Turrión financiada por MediaPro en la Universidad Francisco Largo Caballero, de la que fue rectora Begoña Gómez. Se ha vacunado contra el SARS-CoV, versiones 32 y 45, y contra la variante, peligrosísima, que nos trajo la ardilla voladora de la Tundra que alguien cocinó en un mercado de Sebastopol un par de años atrás.
Sasha ha quedado a cenar con su novia Naïra en el Organic & Natural Seeds Coffee Shop de la calle Víctimas de la Transfobia, al lado de la Plaza de la Moderación y su monumento a la Equidistancia. Este, una gigantesca esfera de plastilina financiada por Hasbro, hace las delicias de los más pequeños, pequeñas y pequeñes. Gran idea promovida por el extinto Partido Popular.
En el café, un montón de señoras con bolsos veganos de Prada, diseñados por la poetisa-activista afroamericana (y millonaria) Amanda Gorman, acompañan su Chai Soja Latte con minisándwiches de pepino de masa madre. La broma sale por 20 fénix, nueva moneda global, virtual y trazable que nos impusieron con el gran reseteo. De todas maneras, todos, todas y todes tienen derecho a una renta única universal de 600 fénix que, mayoritariamente, es financiada por los ricos.
Los ricos son seres insolidarios cuyo deber es el de soportar el mayor esfuerzo fiscal. No viven en las céntricas soluciones habitacionales diseñadas por impresora digital. Se aferran a ese invento fascista del PAU: nidos de individualismo con piscina llenos de parrilleros a los que les da por tener hijos biológicos, jugar campeonatos de ping-pong con el vecino del tercero y conducir vehículos contaminantes.
Un representante de Asia, otro de América y otro de África escogen una presidenta, a ser posible médica y madre
Sasha conoció a Naïra por Tinder y, aunque las relaciones heterosexuales no dan la opción de acumular puntos en la tarjeta de ciudadano climático ejemplar, entre otras cosas porque tener descendencia no es bueno para el planeta, se arriesgan montándoselo ocasionalmente sin ningún tipo de método profiláctico que, en este año 2050 de la nueva era de la resiliencia, financia la Fundación Bezos. Naïra sabe que tendrá que adoptar pronto un hije. Le han dado tres opciones: Burkina Faso, Senegal o Etiopía. Son las que más puntúan en la Climate Pass.
Cómplices, Sasha y Naïra van a darse un festín. Han pedido al camarero una ración de larvas biológicas al horno con su toque de hummus y un litro de agua fecal microfiltrada millésime 2049 del Estate Bill Gates. La botella es original y disruptiva, y ha sido diseñada por Arun Agarwal, artista conceptual indio, ciego y transexual que está de máxima actualidad.
Será la última vez que la pareja pueda verse este mes. Ambos han agotado el bono de EMPPT (emisiones mensuales permitidas por transporte) y Naïra vive lejos, en Fuentidueña del Sanchillo (antes Fuentidueña de Tajo), rebautizada en honor al primer presidente de la Resiliencia por la heroica oposición que mostró la localidad frente al hostigamiento del fascismo durante las infaustas elecciones regionales de mayo de 2021.
Hasta que el momento de la despedida llegue, hay que aprovechar. Sasha y Naïra tienen entradas para disfrutar de un gran espectáculo en el teatro Movistar Classics. Se trata de una reposición donde el holograma del cómico Ignatius Farray hace una feroz crítica del neoliberalismo fascista (del que tan bien vivió) versionando canciones de un tal Georges Brassens. Ignatius, y tantos otros, son un ejemplo. La sección Malasaña-Chueca del comisariado kultural de Madrid lleva su nombre.
Ya no hay fronteras, ni elecciones. Eso es el pasado. Ahora el mundo está dividido en cinco zonas gestionadas por un triunvirato planetario. Un representante de Asia, otro de América y otro de África escogen una presidenta, a ser posible médica y madre, que es asesorada por un Comité de Expertos. Este, formado por el máximo responsable del FMI, los redactores de la Constitución chilena, el director general de Pfizer y el CEO de Google ayudan a la máxima dirigenta a eficientar e implementar su programa.
Las ideas grandilocuentes y prometeicas deberían intranquilizarnos. Han sido la pesadilla del siglo pasado
Sasha y Naïra recuerdan los tiempos en que comían solomillo y no pertenecían a minorías cisheterosexuales con bajo grado de visibilidad. Echan de menos algunas cosas, pero lo dan todo por bueno ya que tienen la suerte de que esta nueva era les ha liberado de la lacra del fascismo y la insolidaridad.
[Muchos califican la agenda 2030 o 2050 de humo o, incluso, de algo sin interés. Llegan a argumentar, y puede que no les falte razón, que los arquitectos de este futuro de progreso no pretenden más que esconder su incapacidad para gestionar el momento presente. Sin embargo, puede que el problema no sea tanto ese como el hecho de pretender empaquetarnos un producto del que no conocemos el alcance real y los consensos.
Obviamente, la historia anteriormente descrita no es más que esperpento y sainete, pero al ritmo endiablado al que parecen imponernos ciertas visiones de la existencia, no puedo menos que arquear una ceja e imaginar una distopía. Las ideas grandilocuentes y prometeicas deberían intranquilizarnos. Han sido la pesadilla del siglo pasado. Esto parece no preocupar a algunos a los que se les transparenta el pelo del mesianismo. Somos nosotros quienes deberíamos ser protagonistas de nuestro propio futuro y no dejar que se nos imponga desde ciertas instancias.
El futuro, como el papel, lo aguanta todo. Nos distrae de lo urgente al hacer que nos inquietemos por el disparate. A pesar de que nos lo presenten en nombre de la sostenibilidad y la igualdad, estemos vigilantes para evitar que acabemos pagando la fiesta los de siempre].
*** Esperanza Ruiz es escritora y articulista.