Y Colón se fue hasta Génova
Esta semana ha terminado un ciclo para la derecha española. Un ciclo que se inició con la elección de José María Aznar como presidente del PP y que finaliza con la caída de Pablo Casado y la elección de un nuevo líder en el principal partido de la derecha.
En junio de 2021 se visualizó en la plaza de Colón de Madrid la unidad de los tres partidos de la oposición contra los nacionalismos, los populismos y el socialismo tras la concesión de los indultos a los separatistas catalanes. PP, Vox y Ciudadanos se dieron ese día la mano a pesar del rechazo de alguno de sus más emblemáticos líderes, como Manuel Valls.
Hace sólo unos días, y calle arriba, ante la sede del PP en la calle Génova, más de 3.000 militantes del PP y simpatizantes de Isabel Díaz Ayuso se manifestaron para mostrar su desacuerdo con el presidente del Partido Popular, Pablo Casado, y su secretario general, Teodoro García Egea.
Colón fue a Génova. Lo que con gran esfuerzo se había conseguido décadas atrás (la unidad de las tres grandes corrientes ideológicas de la derecha) saltó hecho añicos a causa de la incompetencia y los errores de los dirigentes populares.
Conservadores, liberales y socialdemócratas campan ahora cada uno por su lado dada la ausencia de un proyecto político común. Proyecto político común que había sido el del Partido Popular desde que José María Aznar tomó las riendas del partido en 1990 y logró unificar a todos los grupos políticos de la derecha.
"Los errores se fueron sucediendo. Y no fue el menor la desbocada corrupción que obligó al presidente del Gobierno a comparecer un 31 de julio ante el Congreso de los Diputados"
El camino hacia el poder es un viaje. En este caso, el que va de la plaza de Colón a la calle Génova. En ese recorrido se comenzaron a visualizar las irreconciliables diferencias en el espectro del centroderecha cuando Mariano Rajoy se hizo cargo del partido sin antes haber barrido su casa.
Había demasiada gente en ese camarote. Gente que reclamaba una parcela que pastorear para afianzarse en el poder. Los errores se fueron sucediendo. Y no fue el menor la desbocada corrupción que incluso obligó al presidente del Gobierno a comparecer un 31 de julio ante el Congreso de los Diputados para dar explicaciones sobre la publicación por parte del diario El Mundo de los originales de la contabilidad B del PP, cuyas fotocopias había publicado unos meses antes el diario El País.
En ese momento comenzó la marcha atrás. Vox nació como una voz crítica ante la inoperancia de Rajoy. Como una plataforma para dar voz, en el Parlamento Europeo, a quienes discrepaban de la ineficacia del líder popular.
Poco antes, en Cataluña, había nacido también un movimiento que aglutinaba a aquellos militantes y votantes del PP que se negaban a acatar las consignas nacionalistas, cada vez más escoradas hacia el independentismo. Rajoy carecía de reflejos y de proyecto político. Su estrategia era no hacer nada y verlas venir, lo que en política conduce al fracaso.
"Hasta aquí hemos llegado', dijo Casado. Dicho y hecho. Desde ese mismo instante, los errores se fueron sucediendo hasta llegar a la esperpéntica entrevista que ofreció a Carlos Herrera en la COPE"
Todo transcurría por unos cauces más o menos previsibles hasta que Pablo Casado, ya líder del PP, tuvo la ocurrencia de enfrentarse con Santiago Abascal en la moción de censura que el líder de Vox presentó para intentar desbancar a Pedro Sánchez de la presidencia del Gobierno.
"Hasta aquí hemos llegado", dijo Casado. Dicho y hecho. Desde ese mismo instante, los errores se fueron sucediendo hasta llegar a la esperpéntica entrevista que el presidente popular ofreció a Carlos Herrera en la COPE. Entrevista donde llegó a afirmar que si él hubiera sido presidente del Gobierno no hubiera otorgado un contrato de mascarillas a un familiar cuando en España morían cientos de personas a causa de la Covid-19.
Hoy ya nada tiene remedio, y sólo la caída de Pablo Casado hará posible que se enderece el PP. Tras su regeneración (que no pasa sólo por el cambio de sede) podrá volver a ser la fuerza política en la que confían sus millones de votantes. Una fuerza política que deberá aglutinar a sus afines para poder coaligarse con quienes, desde unos objetivos comunes, presentan alternativas claras de gobierno.
Esta semana ha terminado un ciclo. Un recorrido que se inició con la elección de José María Aznar como presidente del partido y que ha terminado hoy con la caída de Pablo Casado.
Pero el mañana no está escrito. Del rumbo que elijan los populares con su nuevo líder dependerán muchas cosas en España. De esta catarsis debería salir un partido fortalecido y unido. El fin de la vieja política y el comienzo de una nueva era.
*** Jorge Trias Sagnier es abogado y escritor. Fue diputado del PP entre 1996 y 2000.