¿Preferirías ser un héroe o seguir vivo?
Zelenski es ya un hombre cuyo coraje ha despertado la admiración y el respeto de millones de personas, y cuya fama ha cruzado todas las fronteras menos la rusa.
Pocas veces la Historia le ofrece a alguien la oportunidad de convertirse en un héroe mundial. Menos veces aún ocurre que, a cambio de semejante estatus, uno permanente e infinito, haya que entregar la vida. Entre seguir vivo o ser un héroe no hay muchos caminos intermedios posibles para Volodymyr Zelenski, el presidente de Ucrania. Para sorpresa de muchos, este actor y abogado, triunfante en las elecciones ucranianas de 2019, ha decidido el martirio.
Lo triste de su elección es que, desafortunadamente, su decisión se asocia de forma inherente a más bajas entre los militares de los dos bandos, más civiles muertos, más miseria y más represión posterior, cuando todo haya concluido (que lo hará), para el pueblo ucraniano.
A pesar de esta circunstancia, o quizá también por ella, por lo que tiene de aceptación general del suplicio colectivo, Zelenski ha recibido eternos aplausos del Parlamento Europeo y el cariño de los ciudadanos del mundo libre. Es ya un hombre cuyo coraje y determinación han despertado la admiración y el respeto, superando todas las fronteras menos la rusa, afectada por un tsunami inexpugnable de propaganda a favor de la guerra.
De hecho, a medida que crece el respeto por el presidente de Ucrania se derrumba la iconografía de Vladímir Putin. Si hace unas semanas el presidente de la Federación Rusa era un hombre temido, pero aún así, de algún modo, digno de cierta consideración o, al menos, beneficiado por la duda, ahora ya es un paria. Un harapo al que la historia no absolverá. Los ciudadanos, tampoco.
"El presidente Zelenski busca una zona de exclusión aérea porque llueve plomo sobre sus ciudades principales, nuestro patio trasero"
Zelenski agradece la ayuda, pero al mismo tiempo presiona sobre la moral europea y obliga a nuestro continente a mirar, muy incómodo, también agitado y exhausto, la tragedia de Ucrania.
El presidente busca una zona de exclusión aérea porque llueve plomo sobre sus ciudades principales, nuestro patio trasero. Es el país que nos separa de la barbarie rusa. Es lo que nos pudo haber pasado si hubiéramos nacido (o nos hubieran llevado) 3.000 kilómetros más al este.
Tuvimos suerte y habitamos una democracia occidental. Un país libre y rico comparado con la mayoría. Eso también está en juego estos días. La libertad no sólo de una nación soberana a la que una gran superpotencia aplasta con su descomunal fuerza militar. También la de nuestra conciencia.
Zelinski pudo haber tenido problemas con la suya y haber elegido un cómodo exilio en Estados Unidos. Un retiro resplandeciente en California, tal vez. Podría llevar a Olena, su mujer, y a sus dos hijos a jugar en la playa de Santa Mónica mientras las gaviotas sobrevuelan la arena. Podría conducir al norte y cruzar el Golden Gate mientras observa cómo cae el atardecer sobre Alcatraz. Quizá ostentaría un doctorado honoris causa de UCLA, donde enseñaría política europea.
Pero eligió luchar. Me pregunto, en su lugar, qué habría hecho yo.
Al bravo presidente de Ucrania no le quedan, probablemente, muchas horas de vida. Y, si le quedan, es posible que no sean de libertad ni las mejores de su vida. Ojalá me equivoque y la historia mayúscula de Zelenski no lo convierta en un mártir más de esta guerra atroz que está agitando, ya, el miedo a una tercera guerra mundial.
*** Ángel F. Fermoselle es escritor.