La guerra de Ucrania podría suponer el fin de Viktor Orbán
Aunque Orbán está protegido por un sistema que obstaculiza la competencia electoral, la movilización contra la invasión rusa podría darle la victoria a la oposición.
A principios de marzo aparecieron unos carteles por las ciudades y pueblos de Hungría. Al lado del eslogan ¡Protejamos la paz y la seguridad de Hungría! podía verse al primer ministro Viktor Orbán con una chaqueta negra mirando hacia un lado fijamente, con una expresión de confianza y determinación. No es casualidad que en la fotografía recuerde a Volodímir Zelenski, el líder de la resistencia ucraniana.
El cartel se distribuyó diez días después de que Rusia atacase Ucrania. Un acontecimiento que ensombreció los discursos de campaña que los partidos políticos húngaros habían preparado de cara a las elecciones generales que se celebrarán este fin de semana. Cuando la guerra sucia de Vladímir Putin comenzó, todo el mundo en Hungría esperaba que la invasión hiciera mella en el apoyo al partido Fidesz.
Orbán, que fue antirruso en su día, ha virado ostensiblemente hacia Putin en la última década, fortaleciendo los lazos con Rusia más allá de lo que aconseja la racionalidad y nuestro interés nacional.
Pese al rechazo de la oposición y de los aliados occidentales de Hungría, Orbán acordó con Putin construir dos nuevas centrales nucleares. También llegó a opacos acuerdos comerciales para el gas y para la instalación de centros de espionaje ruso en Budapest.
El primer ministro húngaro insistió en que era posible jugar a dos bandas entre Rusia y la Unión Europea (UE). Los medios controlados por el Fidesz han estado desplegando durante años una estrategia de comunicación prorrusa, a menudo compartiendo fake news para modelar a la opinión pública. A pesar de la propaganda, un 60% de los ucranianos cree que Hungría se ha acercado demasiado a Rusia.
Two-tailed Dog Party has changed the Hun. gov’s message from “Let’s preserve Hungary’s peace and security” to “Let’s preserve Russia’s peace and security”. The ‘Z’ sign drawn on the poster is referring to Orban’s close ties w Russia. pic.twitter.com/mO46vc6Y9D
— Flora Garamvolgyi (@floragaramvolgy) March 21, 2022
No sería descabellado esperar un bandazo en la opinión pública, teniendo en cuenta las oleadas masivas de ucranianos escapando de la guerra y que llegaron a las fronteras de Hungría desde el primer día de la invasión. La agresión rusa ha removido los recuerdos de los levantamientos húngaros frente al control soviético en 1956, cuyo eslogan ¡Rusos, volved a vuestro país! se convirtió en un lema común durante los largos años del comunismo.
En 2022, ponerse del lado de Ucrania junto a nuestros aliados occidentales no sólo es un deber moral para los húngaros, sino también una cuestión de pragmatismo para los intereses nacionales.
La oposición en Hungría ha cambiado al unísono su mensaje de campaña, exigiendo que Orbán se una a los aliados europeos y que haga todo lo posible para apoyar al pueblo ucraniano. Los partidos opositores han planteado los comicios como una elección entre Europa y el autoritarismo del Este.
Al principio, la guerra colocó al Fidesz en una posición incómoda. Orbán había malinterpretado claramente las intenciones de Putin cuando volvió de una "misión de paz" en Moscú tres semanas antes. Un encuentro pensado para escenificar su apoyo al presidente ruso como líder global.
Finalmente, sin embargo, apoyó de mala gana a la UE cuando esta aprobó las sanciones contra Rusia. "No es el momento de ser inteligentes, sino de permanecer unidos", declaró. Pero muy pronto se hizo patente que no había renunciado a sus intentos de equilibrismo.
"El Fidesz emplea una cantidad incalculable de fondos públicos en financiar su campaña, mientras que la oposición debe rendir cuentas a las autoridades por cada euro gastado"
En una entrevista, Orbán defendió que "la guerra no es admisible en ningún caso, y Hungría condena a aquellos que la hacen". Pero advirtió de que si Hungría suspendía la cooperación para el gas y el petróleo con Rusia, los precios de la energía se triplicarían y que no podría garantizar una factura de la luz para los hogares húngaros tan reducida como la que había mantenido su Gobierno desde 2014.
De modo que Hungría apoyaría a Ucrania con ayuda humanitaria y carburante, pero no enviaría armas. El primer ministro acusó a la oposición de tratar de implicar a Ucrania en la guerra. Junto a los carteles de Orbán vestido al estilo de Zelenski aparecieron nuevos carteles tildando a los opositores de peligrosos.
La guerra no está realmente interfiriendo en la campaña para las generales, puesto que Hungría es el país con mayor trayectoria antiliberal de la Unión Europea. El Gobierno húngaro ha alterado las reglas electorales y la información en los medios a su favor. Como apuntó un informe de supervisión de la OSCE de 2018, las elecciones en Hungría "se caracterizan por unos trasvases invasivos entre los recursos del Estado y los del partido gobernante que reducen notablemente la capacidad de los opositores para competir en condiciones de igualdad".
El Fidesz emplea una cantidad incalculable de fondos públicos en financiar su campaña, mientras que la oposición debe rendir cuentas a las autoridades por cada euro gastado. El partido en el Gobierno controla al menos dos tercios de los medios de comunicación húngaros, muy sesgados a favor del Fidesz. Esto limita enormemente la posibilidad de que los electores estén informados a la hora de tomar decisiones.
"Desde que fue modificada por el Fidesz, la ley electoral ha generado grandes distorsiones y ha asegurado su mayoría absoluta, pese a que cosechó menos de la mitad de los votos"
Desde 2018, varios medios han sido cerrados o bien ocupados por amiguetes del Fidesz, propagando los mensajes del partido gobernante, desplegando campañas de desinformación y extendiendo teorías de la conspiración sobre los partidos de la oposición.
Sin una vigilancia parlamentaria real, el Fidesz también usa el presupuesto público para comprar apoyos políticos. Durante los últimos meses del año pasado, el partido en el Gobierno repartió bonificaciones extra entre los pensionistas, los jóvenes y las familias con hijos. También tomó medidas para reducir los gastos de los hogares mediante la limitación de los precios de la energía y de la cesta de la compra. Estas políticas regaron a los votantes con 5.000 millones de euros.
El mejor indicativo del desigual tablero de juego en Hungría es la ley electoral. Desde que fue modificada por el Fidesz en 2011 ha generado grandes distorsiones y ha asegurado la mayoría absoluta del partido de Orban (67% de los escaños en el parlamento), pese a que cosechó bastante menos de la mitad del voto popular. Los cambios posteriores en la ley electoral fueron pensados para hacer más difícil la cooperación entre partidos.
A pesar de todos estos obstáculos, seis fuerzas políticas (incluida la izquierda, los liberales y los verdes, y también el conservador Jobbik) van a presentarse a las elecciones unidos en una coalición. Pero plantear un mensaje conjunto en una campaña de partidos múltiples es complicado y requiere tiempo. A sólo unos días de los comicios, la competición electoral está siendo intensa, y la situación política es volátil.
Teniendo en cuenta la profunda polarización de la política húngara, las elecciones van a decidirlas los indecisos. ¿Han tenido ya suficiente Orbán? ¿O se echarán en manos de lo conocido para que Orbán solucione la próxima crisis que azote al país? ¿Puede la oposición arreglárselas para ganar apoyos con unas reglas del juego trucadas?
Con la fragmentación que ha traído la Covid-19 y la inestabilidad económica, el panorama político nunca había sido tan inestable en los últimos doce años. La guerra de Putin le añade una incertidumbre adicional.
Pero el régimen construido por Orbán es robusto. Si la oposición gana, será a costa de vencer las resistencias de un sistema iliberal organizado para sepultarla.
*** Zsuzsanna Szelényi es una política húngara, experta en política exterior, y ha sido diputada del partido Fidesz en el Parlamento húngaro entre 1990 y 1994.