El cinismo de las pruebas de la EBAU
Las pruebas de la EBAU de hoy olvidan las razones que inspiraron la prueba de selectividad en su origen: evaluar el esfuerzo, la capacidad y los méritos.
¡Milagro! Los chicos españoles son cada vez más listos. Y como a este Gobierno le importan más las apariencias que la realidad, está encantado. Las notas de bachillerato en la Comunidad de Murcia contaban en 2015 con un 18% de sobresalientes. En 2021 fueron el 33%. Otra comunidad, Galicia, pasó en los mismos años de un 13% de aprobados rasos al 2%. ¡Cómo ha subido el nivel!
Las notas están infladas porque al Gobierno le interesa inflarlas al precio que sea. El nivel de los alumnos es lo de menos. Si antes era difícil encontrar sobresalientes, ahora es complicado encontrar a alguien con un cinco.
El 93% de los estudiantes aprobaron la EBAU el año pasado. Nunca antes se había alcanzado un nivel tan alto con atuendo tan bajo en conocimientos. Los chicos llegaron con una nota media de 8,4 impulsados por una consigna: hay que mejorar los expedientes y subir las notas.
¿Cómo se consiguió disfrazar el nivel? El Ministerio de Educación cambió el formato, aumentando las opciones de las preguntas para que los estudiantes pudieran elegir la que mejor supieran desarrollar.
El generoso gesto incrementó las medias. Si antes los sobresalientes suponían el 3,7%, en 2021 llegaron al 6,8%. Alentados los centros por la generosidad de los exámenes, los criterios de evaluación se rebajaron, mejoraron los expedientes y las calificaciones se incrementaron.
Me contaba un estudiante andaluz que había aprendido a eliminar los temas de Historia que no le gustaban para concentrarse únicamente en aquellos que iba a contestar, porque el sistema le permitía no estudiarlos. Añadamos que esos temas iban ya de por sí reducidos con respecto a otros años.
En esta convocatoria de 2022 se ha aplicado por primera vez el derecho a acceder a la prueba con un suspenso en alguna asignatura. El visto bueno, sin embargo, debe concederlo la junta de profesores del centro del estudiante, siempre que este haya realizado los exámenes necesarios para su evaluación, no haya faltado a clase de manera injustificada y su media de todas las asignaturas sea de al menos un cinco.
Los motivos por los que la EBAU (Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad), la antigua Selectividad, cada vez selecciona menos son varios.
1. El primero, porque la rebaja del nivel entusiasma a los estudiantes, infla su satisfacción por sus logros aparentes y los anima a votar, en su primer acercamiento a las urnas, al partido que más ha halagado sus egos.
2. El segundo, porque el 60% de la nota de selectividad depende de las medias de los institutos y los colegios, y algunos centros gozan de mayor generosidad que otros en la calificación a sus alumnos.
3. El tercero, porque las subidas comprimen las calificaciones en el tramo alto, y eso dificulta la distinción entre los mejores estudiantes y el resto.
4. El cuarto motivo tiene que ver con el desequilibrio de las pruebas, distintas en cada Comunidad. Los modelos de selectividad son 17, con contenidos y calendarios propios, y eso entorpece la homogeneidad. Un examen único en toda España favorecería la cohesión.
5. El quinto es que, con la trampa para contentar a todos, se suprime el incentivo del esfuerzo. Queda así anulada la finalidad principal de la enseñanza: educar.
"Los centros docentes públicos y privados, tan condicionados por el Ministerio, agachan la cabeza"
Estos cinco motivos hacen olvidar las razones que inspiraron la prueba de selectividad en su origen, y que fueron las de evaluar el esfuerzo, la capacidad, los méritos y propiciar un mejor acomodo en las carreras universitarias.
Ya no cuenta la evaluación, puesto que se han devaluado los principios éticos del conocimiento, de la preparación y de la disposición hacia el trabajo.
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Que nadie lo vea como generosidad. Es un negocio. El de la búsqueda de adeptos.
El apaño parte del Ministerio de Educación, probablemente apoyado por el Consejo de Ministros y su presidente.
Lo aceptan las Consejerías autonómicas porque si alguna se opusiera podría ver comprometida su estabilidad. Salvo la de Madrid, la única que se enfrenta al Gobierno, protesta contra el adoctrinamiento en las aulas e incentiva el esfuerzo.
Los centros docentes públicos y privados, tan condicionados por el Ministerio, agachan la cabeza.
Y los padres no se atreven a alzar a voz porque ya alzan las notas de sus hijos.
Algo habría que hacer para frenar esa gran mentira de unas calificaciones que no corresponden a la realidad. El esfuerzo debe ser recompensado, y sancionada la vagancia. Cada vez sobresalen menos los alumnos con media de sobresaliente.
Habría que volver a la prueba única y homogeneizar criterios en toda España si queremos mejorar la cohesión territorial, laboral y social antes de que la voluntad huraña de igualar por lo bajo y lastrar el progreso nos atonte a todos y abandonemos este país de la picaresca, del maquillaje y del esfuerzo mínimo.
Se puede uno jactar de los excelentes resultados académicos, falsa credencial que ha de tornarse en desengaño llegados al mercado laboral. Pero por mucho que busquemos excusas, este proceder malsano no favorece en absoluto el progreso. A tuerto o a derecho, parecen pensar los instigadores, nuestra casa hasta el techo.
*** Rafael del Moral es sociolingüista y autor del Diccionario Espasa de las lenguas del mundo, Breve historia de las lenguas, Historia de las lenguas hispánicas y Las batallas de la eñe.