La telebasura no ha muerto con 'Sálvame': ahora está en Twitch
El entretenimiento vacío, frívolo, sensacionalista, morboso y violento ha saltado de las televisiones a las pantallas de 'streaming', con un público de jóvenes y adolescentes.
"Venimos con la idea de quedarnos mucho tiempo", decía Jorge Javier Vázquez la tarde del 19 de marzo de 2009. Y no le faltaba razón. Cuando Sálvame dio el pistoletazo de salida, José Luis Rodríguez Zapatero ocupaba la Moncloa, Barack Obama acababa de mudarse a la Casa Blanca y Michael Jackson dejaba Neverland por causas mayores.
El programa, que reunió en su primera retransmisión al 25,8% de los telespectadores, comenzó como un debate de Supervivientes, el reality aventurero de Telecinco. Más tarde, sin embargo, conseguiría independizarse, consolidarse y fagocitar los cerebros de los españoles durante casi tres lustros, hasta que la nueva directiva tras la salida de Paolo Vasile ha decidido que era hora de abrir las ventanas y airear las tardes de la cadena de Fuencarral.
Como era de esperar, la noticia ha sido recibida de forma desigual por los televidentes. Las opiniones han pendulado entre el "ya era hora" y el "era lo único que valía la pena de la televisión". Pero una palabra por encima de todas ha resonado más de lo habitual: "telebasura".
El neologismo, admitido desde hace años por la RAE, define aquellos programas que abordan la información desde el sensacionalismo, abusan del impacto y atacan la privacidad de las personas para buscar el rendimiento económico, ahondando en el dramatismo, sin ningún fin cultural.
Se trata de un entretenimiento vano, vacío, frívolo, morboso y violento que se genera en el conflicto. Y que cambia de piel reptando entre géneros, programas, cadenas, esperando que el espectador indefenso, que reposa su cerebro frente al televisor, relaje su criticismo para atacar disfrazado de, según la hora, magacín deportivo, late night o debate político matutino.
A lo largo de estos años el escándalo ha sacudido semana tras semana el formato producido por La Fábrica de la Tele. Agresiones, como la sucedida entre Pipi Estrada y Jimmy Jiménez Arnau. Acoso laboral como el denunciado por Karmele Marchante. Despidos, como los de Carlota Corredera, Paz Padilla o Rocío Carrasco.
Espionaje, como la denominada Operación Luna que según el sumario del caso puso bajo investigación ilegal hasta a 140 personajes famosos. Difamación, como demuestra la condena de 120.000 a favor de Carmen Lomana y de 60.000 euros a Pepe Navarro. Amén de listas negras, intoxicaciones y desintoxicaciones, retoques estéticos como giro argumental o códigos éticos pasados por el forro.
Y a todo esto cabe sumar el carácter político subyacente del que se han aprovechado personajes ilustres como Pedro Sánchez con su famosa llamada a raíz de la polémica del Toro de la Vega o Irene Montero en plena crisis del coronavirus dando pábulo a Rocío Carrasco entre proclamas feministas. Por no hablar del director de orquesta, el maestro de ceremonias, el jefe de pista que ya había delimitado el coto ideológico de su circo: "Este programa es de rojos y maricones".
"Décadas de programas del corazón sin alma, de teleirrealidad, de Diario de Patricia y de Crónicas Marcianas han dejado al espectador lobotomizado"
Hoy sabemos que el 16 de junio se pone fin a una de las más insignes cotas de la telebasura. Sin embargo, como sucede con la energía, esta ni se crea ni se destruye, se transforma. Y décadas de programas del corazón sin alma, de tele irrealidad, de Diarios de Patricias y de Crónicas Marcianas han dejado al espectador medio lobotomizado. Sin herramientas con las que defenderse de este espíritu vacuo que como la comida congelada de microondas ha ido ocupando poco a poco el espacio de nuestras neveras, habituándonos sin darnos cuenta a una dieta vacía, de consumo rápido, fácil de poner en la mesa y envuelta en celofán.
Un camino de rosas para que el nuevo espíritu de la telebasura, en un nuevo ejercicio de transformismo televisivo que diría Gerard Imbert, haya vuelto a mutar, en este caso hacia un nuevo medio: Internet. Y un nuevo público: los jóvenes y adolescentes.
La flexible legislación del medio digital ante patrocinadores, contenidos, públicos y demás factores ha sido la tierra fecunda sobre la que esta nueva semilla ha brotado. Aquellos protocreadores de contenido (que llamábamos hace diez años youtubers casi de forma despectiva) hoy son los nuevos Midas de una televisión basura.
Una que ya no se consume en la televisión familiar de la sala de estar, sino en autobuses, trenes, aviones, salas de espera, el wáter, la cola de la compra o en la cama antes de apagar la luz. Da igual la hora, da igual el momento. Siempre hay un móvil con un algoritmo cargado que inmediatamente nos pone frente a una nueva trifulca a la que prestar atención. Una reacción sobredimensionada, un video viral absurdo o una polémica entre creadores de Twitch cuyas caras poco a poco nos van sonando más.
Y todo envuelto en un lenguaje visual frívolo, recargado, efectista, morboso, conflictivo y sensacionalista. ¿Les suena? Basura celular, amarillismo multiplicado, revitalizado, dirigido a los más jóvenes. Que, poco a poco, cual potencia imperialista va ampliando su área de influencia hacia los medios generalistas, cuya falta de creatividad mediante y crisis de publicidad durante, se encuentran ávidos de nuevas fórmulas que explorar.
Es evidente, como en todo, que no cabe generalizar. Y al igual que en la televisión aún quedan muchos espacios donde el respeto por el espectador y por el invitado son la nota dominante, en Internet la doctrina es la misma. Y muchos productores ofrecen contenidos de calidad dirigidos a nichos olvidados por la televisión generalista. Pero cada día somos espectadores de polémicos creadores de contenido que cuentan con hordas de seguidores, muchos de ellos menores. Para muestra un botón.
"Polémicas sobredimensionadas, chicas ligeras de ropa, bromas hirientes y voces histriónicas ávidas de atención son el plato habitual de muchos creadores"
Borja Escalona, quien desde hace meses ha visto como sus cuentas son cerradas y reabiertas intermitentemente, se cuela en comercios y chantajea a sus dueños ofreciéndoles absurdas promociones que corren de su cuenta. A su amplio currículum hay que sumar la agresión a una mujer en la Puerta del Sol de Madrid, el allanamiento en el Estadio del Sardinero o colarse en el Metro de Madrid frente al personal de seguridad.
Wall Street Wolverine ronda el medio millón de suscriptores, polémico en sus opiniones sobre el dinero físico, impulsivo en sus estrategias de inversión y gurú de los denominados criptobros. Sus predicciones, en muchos casos fallidas han supuesto la bancarrota de algunos de sus más vehementes seguidores.
Dalas Review cuenta con más de 10 millones de seguidores sólo en YouTube. Su momento álgido de popularidad fue sin duda cuando móvil en mano retransmitió en directo su llegada a la Audiencia Provincial de Madrid donde la Fiscalía Provincial de Madrid pedía cinco años de prisión para él por dos presuntos delitos de abuso de menores y ciberacoso sexual. Su contenido, en gran medida se sustenta en la polémica y el conflicto a través de sus opiniones hirientes hacia otros comunicadores.
WindyGirk tiene casi tres millones de suscriptores. Es una creadora de contenido panameña que destaca por utilizar su físico y títulos con doble sentido para captar el clickbait. Sus vídeos, que aparentemente son de videojuegos y reacciones a otros vídeos, están cargados de polémica, acoso a otros creadores y sexualidad subida de tono. Y a todos estos se podrían sumar ElXokas, Energuia, Freelee, Soy una pringada o Malbert, por citar sólo algunos.
En definitiva, ases de la polémica sobredimensionada, chicas ligeras de ropa jugando al videojuego de moda. Promesas de contenido incumplidas a golpe de clic. Gesticulación excesiva. Bromas hirientes ("Caranchoa" dixit). Voces histriónicas ávidas de atención. Son el plato habitual de muchos creadores día a día.
No es casual que la oda al despecho de Shakira hacia Piqué fuera producida por un joven que no conoce lo que es grabar un disco físico, con un videoclip de estética YouTube, apadrinada por creadores de Twitch, creciera en las redes sociales y acabara en El Programa de Ana Rosa. Los caminos hacia el éxito son inescrutables.
Por ello no está de más ir poniendo el cascabel al gato antes de que por deferencia, indiferencia, incomprensión o pereza el tsunami de los nuevos creadores y su modus agendi llegue a la televisión y nos tengamos que hacer los sorprendidos.
¿Pensamos que las campanadas de Ibai con Anne Igartiburu y Ramón García eran una anécdota? ¿O es que no está ya la liga de Piqué emitiéndose en abierto en Cuatro? ¿No tiene El Chiringuito de Pedrerol un canal de Twitch donde recibe tantos espectadores como en Mega? ¿Y no ha anunciado TheGrefg la vuelta de Un, dos tres de la mano del hijo de Chicho Ibáñez Serrador?
Es evidente que el podio que un día ocuparon comunicadores como Sardá, Milá, Herrero, Navarro o Vázquez está quedando vacío. Y es posible, por una cuestión generacional, que al igual que antes venían de la radio, los siguientes inquilinos puedan venir de internet.
Esperemos, por tanto, que los próximos ocupantes no elijan la ciberbasura atomizada de internet para conquistar los nuevos medios. Porque entonces el reloj del fin del mundo habrá marcado medianoche.
*** Miguel Ángel Lozano es editor de informativos en televisión y productor audiovisual.