Alejandro Nieto, in memoriam
Alejandro Nieto fue catedrático de Derecho Administrativo, presidente del CSIC y un admirado ensayista, y ha muerto este 3 de octubre a los 93 años.
Decía Alejandro Nieto que hay catedráticos, eruditos y sabios, pero solo algunos son genios: los que ven lo que ninguna otra persona percibe, los que entran por primera vez donde nadie había entrado antes, los que viven en una dimensión inaccesible a los demás, de quienes les separa una diferencia cualitativa.
Esa forma tan descarnada de analizar la realidad, sin filtros que ayuden a disfrazarla o sin pastillas que faciliten su digestión, hizo de él un verdadero genio. Y me refiero a la realidad de la administración, del derecho, de la sociedad, de las instituciones, pero también de su propia vida.
Acostumbrado al cuerpo a cuerpo del debate de ideas, protagonizó con su entrañable amigo, Ramón Parada, la primera discusión académica en la Revista de Administración Pública sobre los orígenes del contrato administrativo, un formato que repitió años después en el libro El derecho y el revés, esta vez con Tomás Ramón Fernández, donde intercambiaron sus opiniones bien distintas sobre su forma de ver las profesiones jurídicas, abogados, funcionarios, jueces y profesores.
No le molestaba, es más, le gustaba la provocación porque consideraba que esa era la única forma de avanzar y contribuir a la sociedad. Era provocador con sus alumnos, con sus discípulos a los que trataba con especial rigor y exigencia, con los académicos y con él mismo.
Por ello no me cabe duda de que sabrá encajar fácilmente que le diga que no tenía razón cuando afirmaba, en uno de sus últimos libros, El mundo a los noventa años, que el mundo siempre sigue rodando sin apercibirse de quienes se van yendo.
Los mundos del pensamiento y del derecho han perdido con su marcha porque pocos como él han sabido no solo ejercer "la libertad de hablar aunque nadie me escuche, de escribir aunque nadie me lea, de pensar por mi cuenta aunque a nadie le importe lo que llevo en la cabeza" de la que él hablaba, sino hacer de ello su razón de vida. Él era, en eso, la coherencia y la honradez.
[Fallece el vallisoletano Alejandro Nieto, expresidente del CSIC y Premio Nacional de Ensayo]
Fue el primer discípulo de Eduardo García de Enterría aunque le llegó cuando estaba ya formado. El primero de una larga escuela de administrativistas en una época en que la universidad y el derecho se construían día a día, en una mezcla de trabajo y vida.
García de Enterría contaba cómo comenzó esa relación que perduró por siempre. Vino a verme, escribía, con una tesis doctoral que no habían querido acoger otros colegas por considerar que no formaba parte de sus disciplinas. La tesis que había completado por su cuenta y sin dirección alguna se titulaba Ordenación de pastos, hierbas y rastrojeras y tenía mucho que ver con su trabajo como funcionario en el Ministerio de Agricultura. El Derecho administrativo como tal no le interesaba especialmente. Lo que le acuciaba, con la pasión que ya entonces marcaba su carácter, era más bien la reforma de la administración, de la burocracia en especial de la que había visto desde dentro y de la que tenía la peor opinión.
No mucho mejor era la opinión que ambos compartían sobre la universidad de entonces, una institución a la que Alejandro Nieto dedicó su vida entera. Una institución que intentó mejorar con todas sus fuerzas, aceptando incluso, aunque lo detestaba, cargos en el gobierno universitario. Tanto es así que en la Universidad de La Laguna, varias décadas mas tarde, el Seminario de Derecho administrativo todavía mantenía las huellas de su paso por allí. Contaba Alejandro Nieto de esa época que había sido una de las mejores de su vida: "Los profesores trabajábamos juntos, salíamos juntos y disfrutábamos juntos preocupados siempre por la Universidad". Y prueba de ello son los Estudios de derecho especial canario, aquellos seis tomos dedicados a los problemas de administrativos del archipiélago canario.
Y preocupado por la universidad y por la enseñanza ha seguido siempre. Pasados veintitrés años desde su jubilación oficial como catedrático y hasta muy pocos meses antes de este 3 de octubre, seguía manteniendo un seminario de profesores. Un lugar de discusión de ideas que nunca se interrumpió, ni siquiera durante la pandemia.
"No quedará ningún abogado que no haya manejado, usado y aprendido de su libro Derecho administrativo sancionador"
Le gustaba, antes de su inicio, llamar la atención a los asistentes si se habían retrasado porque consideraba que ninguna otra tarea requería una atención mayor. El pensar, analizar, ir más allá de las leyes y sentencias para encontrar la explicación de la realidad era algo que ejercía con pasión y le mantenía vivo. Y también, por qué no decirlo, a los seminaristas obligados a esforzarse para intentar seguir su ritmo incasable y su realismo jurídico llevado hasta el extremo.
Alejandro Nieto ha sido un gran administrativista. Creo que no quedará ningún juez de lo contencioso-administrativo ni ningún abogado que no haya manejado, usado y aprendido de su libro Derecho administrativo sancionador. Ojalá que cada uno de ellos se lo hubiera hecho saber porque así habría comprobado, mas allá de su radical escepticismo, que sus enseñanzas no caían en saco roto.
No son menos los que han leído los trabajos que ofrecen una visión crítica y certera del Derecho administrativo o que contienen una radiografía del funcionamiento de la Administración o de otras instituciones.
Lo primero que leí de Alejandro Nieto fue su libro La organización del desgobierno, y debo confesar que al igual que me causó un cierto por no decir gran desasosiego, despertó en mí la conciencia de que las cosas tenían que cambiar. Con los años me di cuenta de que era un sentimiento común, no solo en sus lectores españoles, sino en los cientos, miles de lectores que ha tenido y sigue teniendo más allá de nuestras fronteras. Seguidores de aquel trabajo y de los que fueron después de él. España en Astillas, La nueva organización del desgobierno, El desgobierno judicial y La tribu universitaria: fenomenología de los catedráticos en la universidad española son solo algunos exponentes de una lista mucho más grande.
"Nunca abandonó su tierra, Tariego del Pisuerga, a la que además de dedicar algún estudio, volvía cada vez que tenía oportunidad"
No quiero olvidar tampoco su faceta de historiador, que es la que durante los últimos años le ocupaba y preocupaba. Así lo confesaba en la introducción de su libro Responsabilidad ministerial en la época Isabelina, en el que apercibía al lector de que no quería hacer ni una historia del derecho ni un análisis jurídico, aunque no por ello consideraba que no fuera un libro útil para los juristas.
Alejandro Nieto era un personaje. Odiaba los garbanzos porque era lo único que en aquella España se podía comer y cenar cuando era un chaval. Pero, paradójicamente, nunca quiso abandonar su cuarto de trabajo, que tenía más parecido con una celda de monasterio, por austera, que con el despacho de un insigne catedrático y académico. Allí, decía, era feliz. No necesitaba mucho más que leer, pensar y escribir.
Nunca dejó su boina. Ni tampoco abandonó su tierra, Tariego del Pisuerga, a la que además de dedicar algún estudio, volvía cada vez que tenía oportunidad. A pesar de que había recorrido el mundo entero, algunas veces con sus discípulos, otras veces solamente acompañado de la curiosidad por conocer la realidad que nunca podía dejar a un lado, siempre retornaba a casa, donde podía pensar columpiándose en el balancín, cortando troncos hasta hace poco tiempo, y quitando las hierbas que tanto habían crecido en lo que él llamaba el corral.
Aprendimos con él y gracias a él lo que era entrar en esa edad en la que fallan las fuerzas pero se mantiene la ilusión, la que nunca perdió porque podía aportar su grano de arena para que esta sociedad nuestra fuera algo mejor y seguir dejando que se oyera su voz a pesar de que, como el mismo explicaba, sabía que "estaba próximo al horizonte que casi puedo tocar ya con mis manos. Un horizonte que es el cierre inexorable del futuro. No una puerta que se abre a un destino desconocido sino un pesado portón que se cierra definitivamente".
*** Silvia del Saz es catedrática de Derecho Administrativo de la UNED.