La mentira de la "mayoría progresista"
La "mayoría progresista" es un ente sin base en la realidad. Si es mayoría, no es progresista. Si es progresista, no es mayoría.
"Como las elecciones del pasado julio dieron lugar a una mayoría progresista, lo lógico y lo razonable es que se constituya un Gobierno progresista que exprese en sus políticas esa mayoría". Repetido miles de veces el tópico, se ha convertido en algo así como un presupuesto indiscutible. Otra cosa es que ese tópico se corresponda con los hechos, cosa que dista mucho de ser clara.
Veamos.
Si nos atenemos al bloque de los partidos de ámbito nacional, las cosas son así. Primero, el PP, 33,05% de los votos y 137 escaños. Segundo, el PSOE: 31,70% del voto y 121 escaños. Tercero, Vox: 12,39% del voto y 33 escaños. Cuarto, Sumar: 12,31% del voto y 31 escaños.
En consecuencia, las dos formaciones de derecha (PP y Vox) han obtenido el 45,44% del voto y 170 escaños, en tanto que los dos partidos de izquierda suman el 44,01 y reúnen 152 escaños. Ergo la derecha, con 1,43% de ventaja en votos y 18 escaños más, ha ganado las elecciones. No es casual que el rey nombrará al líder de la derecha como primer candidato a la presidencia del Gobierno.
Por su parte, los partidos de defensa de la periferia han obtenido en conjunto el 7,47% del voto y suman 28 escaños, con uno de los registros más bajos que se recuerdan (en la anterior elección sumaron 43).
Como ni el bloque de la derecha ni el de la izquierda tienen mayoría, los partidos de defensa de la periferia tienen la facultad de inclinar la balanza de un lado o del otro.
Empero las cosas son más complicadas.
De un lado, porque, entre esta familia de partidos, también opera la divisoria izquierda/derecha. Del otro, porque desde las elecciones de 2019 tenemos una muy fuerte derecha radical (una extrema derecha en la formulación común), cosa que antes no se daba en grandes dimensiones.
"El éxito de la extrema derecha (por mejor decir, la derecha radical) lo distorsiona todo"
No parece exagerado afirmar que en la presente legislatura los partidos de defensa de la periferia más bien conservadores (CC, UPN, PNV y JxC) cuentan con 14 escaños, y las formaciones convencionalmente de izquierda (EH Bildu, ERC, BNG), otros 14.
Si seguimos la lógica binaria izquierda/derecha (o, si se prefiere, progresista/conservador), el conjunto de la derecha tiene 184 escaños, en tanto que el conjunto de la izquierda cuenta con 166. Extraña mayoría progresista, sin duda.
No obstante, es preciso tener en cuenta que no todos los partidos parlamentarios son partidos del arco constitucional, y no parece una idea especialmente feliz el incorporar a partidos que sostienen políticas que, en todo o en parte, se sitúan fuera del marco constitucional (por no decir contra el marco constitucional) a una mayoría de gobierno.
El éxito de la extrema derecha (por mejor decir, la derecha radical) lo distorsiona todo. Como el mayor y más importante de los partidos de la derecha radical es un partido nacional (Vox), y este suma por sí solo bastantes más votos y escaños que los demás de su familia, no tiene nada de extraño que su sombra cubra a los demás partidos de la derecha extrema.
Es el peso de Vox lo que distorsiona el mapa político, al menos por tres razones.
En primer lugar, deja a la derecha constitucional en minoría (los 137 escaños del PP son menos que los 152 que suma la izquierda más o menos constitucional).
En segundo lugar, entre los partidos de defensa de la periferia presentes en el actual Congreso, sólo dos (CC y UPN) son partidos plenamente constitucionales y sólo otro, el PNV, puede ser calificado como semileal, sumando un total de siete escaños, lo que deja a la derecha constitucional muy lejos del número mágico de los 176 que aseguran la mayoría necesaria para producir o reformar leyes orgánicas.
En tercer lugar, la asunción por Vox de un discurso basado en el nacionalismo de definición étnica, que se asocia al supremacismo y la consiguiente discriminación (no falta el colega con sentido del humor que señala que Abascal es un fiel discípulo de Prat de la Riba, sólo que no lo sabe), funciona como una sombra protectora de las otras formaciones que comparten ese mismo diseño, y que inspiran menos miedo.
A la postre, Vox puede gobernar. Los demás, no.
Si ni la izquierda constitucional ni la derecha asimismo constitucional pueden formar mayorías de gobierno, y el voto de los partidos constitucionales de defensa de la periferia no resulta suficiente, ¿qué hacer?
La composición del actual Congreso sólo permite dos posibilidades de mayoría: o se forja una gran coalición entre los partidos principales de la derecha y la izquierda constitucionales, o es preciso depender de los partidos de defensa de la periferia que se ubican fuera del arco constitucional, lo que garantiza la tensión permanente.
"El recurso a alguna clase de extrema derecha es indispensable fuera del concierto entre los dos partidos principales"
Estos últimos forman dos grupos claramente definidos.
De un lado, los partidos del secesionismo catalán (JxC y ERC), que son algo así como miniaturas de Vox a escala catalana, coincidiendo con aquel en un nacionalismo étnico tan radical como excluyente (ya lo dijo la señora Forcadell: los que votan al PP, a Ciudadanos o al PSC no son catalanes).
Del otro, la coalición EH Bildu, que alberga en su seno una formación (Sortu) que es lo más parecido a un partido fascista con asiento en el Congreso.
Es a ellos a quienes se dirige la izquierda constitucional para intentar obtener una mayoría suficiente para gobernar. Como se ve, el recurso a alguna clase de extrema derecha es indispensable fuera del concierto entre los dos partidos principales.
Esa es la endiablada situación parlamentaria que ha salido de las urnas. Si a ello agregamos las ansias de venganza y reparación que alimenta el líder del más radical de los partidos nacionalistas catalanes con representación parlamentaria (recuérdese que el PSOE votó el uso del artículo 155 de la CE por orden expresa de su secretario general), las cosas no parecen pintar muy bien.
La mayoría progresista es un ente de razón sin base en la realidad. Si es mayoría, no es progresista. Si es progresista, no es mayoría. Lo demás es algo demasiado parecido al pensamiento mágico, para el gusto de este viejo racionalista al menos.
*** Manuel Martínez Sospedra es exsenador y catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad CEU Cardenal Herrera.