Carrero Blanco, ante la atenta mirada de Francisco Franco.

Carrero Blanco, ante la atenta mirada de Francisco Franco. Archivo

LA TRIBUNA

El magnicidio de Carrero Blanco no influyó en el inicio de la Transición

Si hubiera sido el presidente del Gobierno en diciembre de 1975, en lugar de Arias Navarro, la Transición se habría desarrollado en plazos y derroteros similares.

20 diciembre, 2023 02:19

Hace cincuenta años, el 20 de diciembre de 1973, ETA asesinó al presidente del Gobierno. Frente a la opinión de que el magnicidio benefició al cambio político (y por tanto tuvo un efecto "positivo"), mi opinión, a la luz de las evidencias, es la contraria. El asesinato de Luis Carrero Blanco por ETA tuvo efecto cero en el cambio político hacia la democracia. Quizás, incluso, tuvo un efecto contrario: reforzó a los continuistas del Búnker en su resistencia hacia las reformas del régimen.

En cuanto a las teorías de conspiración nacional o internacional, son inconsistentes. ETA no precisaba que ningún misterioso "agente" les indicara las rutinas diarias de Carrero Blanco. Bastaba con seguir al presidente durante una semana para saber el mejor día, lugar y hora del atentado.

La elección del 20 de diciembre para la explosión subterránea junto al nº 104 de la calle de Claudio Coello de Madrid no tuvo nada que ver con la visita de Kissinger el 18 de diciembre. ETA quiso hacer coincidir el atentado con el inicio del Proceso judicial 1001 contra los sindicalistas de Comisiones Obreras para acumular la noticia del atentado a las movilizaciones y protestas por las libertades frente al régimen franquista. De hecho, el resultado fue el contrario: el magnicidio produjo una desmovilización total.

El régimen de Franco tenía una gran fortaleza institucional y no se sintió nunca realmente amenazado por la oposición democrática ni por el terrorismo de ETA. De hecho, la disyuntiva política entre 1973 y 1976 era el debate político interno entre reformistas y continuistas del régimen. En diciembre de 1976, Adolfo Suárez logró la aprobación de la Ley para la Reforma Política y fue, entonces, cuando la opción democrática rupturista sustituyó a los derrotados continuistas del Búnker. El PCE y el PSOE pasaron al escenario político español como interlocutores del Gobierno y a confrontarse con los reformistas del régimen.

El impulso reformista liderado por el Rey, Torcuato Fernández-Miranda y Suárez fue tan avasallador que finalmente los rupturistas aceptamos (con más o menos resignación, con más o menos entusiasmo) la legitimidad legal e institucional del régimen de Franco con un cambio político de "la Ley a la Ley". Lo importante era la libertad y la democracia. Lo importante era el "qué" más que el "cómo".

" Carrero Blanco no habría podido seguir la velocidad e intensidad de las reformas y habría dimitido, como Arias Navarro"

La clave, una vez fallecido Franco en el Hospital de la Paz de Madrid, era la capacidad del Rey de nombrar un "hombre suyo" como presidente del Gobierno para desarrollar un programa reformista como Rey de todos los españoles. La resistencia de los continuistas era muy poderosa en el Palacio del Pardo y en las instituciones. Pero desde hacía diez años el impulso de Fraga Iribarne y de jóvenes reformistas provenientes del falangista Sindicato Español de Estudiantes (SEU) empujaban el proyecto de asociaciones políticas, que pretendía un inicial dibujo de partidos políticos en un escenario previsible de elecciones generales después del fallecimiento de Franco y la reinstauración de la monarquía.

¿Alteró el asesinato de Carrero el plan reformista del Rey? La pregunta es un contrafactual en Historia y por tanto una especulación, pero me atrevo a asegurar que si Carrero Blanco hubiera sido el presidente del Gobierno en diciembre de 1975, en lugar de Arias Navarro, la Transición se habría desarrollado en plazos y derroteros similares. ¿Por qué razón? Porque la clave era el nombramiento de un hombre del Rey en el puesto de presidente de la Cortes y del Consejo del Reino.

Torcuato Fernández-Miranda, vicepresidente del gobierno de Carrero Blanco, era tenido por los continuistas como un peligroso reformista y se conjuraron para evitar que fuera elegido. Primero, presidente del Gobierno en diciembre de 1973 (la consigna era: "cualquiera menos Torcuato"). Después, en diciembre en 1975, como presidente de las Cortes.

Si el Rey pudo doblegar al Búnker y a los continuistas (Arias Navarro, Rodríguez de Valcárcel) en diciembre de 1975 y conseguir que Torcuato Fernández-Miranda fuera en la terna de propuestos para sustituir al presidente de las Cortes, Rodríguez de Valcárcel, con más razón lo habría conseguido con Carrero Blanco en el poder, toda vez que Torcuato Fernández de Miranda era un político de su confianza.

[Especial: Carrero Blanco: En el lugar del atentado que cambió la historia de España, 50 años después]

Recién fallecido Franco, el Rey no podía cambiar el presidente del Gobierno, por prudencia y asesorado por el demóscopo de ICSA-Gallup, Jorge Miquel. Entre enero y julio de 1976, Carrero Blanco, por su carácter e historia, al igual que Arias Navarro, no habría podido seguir la velocidad e intensidad de las reformas impulsadas por el Rey y habría dimitido, como hizo Arias Navarro. Pero ahí estaba Torcuato Fernández-Miranda para conseguir que el Rey tuviera un hombre suyo en la presidencia del Gobierno: Adolfo Suárez.

La Historia de la Transición es un triunfo de los reformistas del régimen, primero sobre los continuistas y después sobre los rupturistas. El apabullante triunfo del Gobierno en el referéndum de 1976 a favor de la Ley para la Reforma Política no dejaba espacio a la ruptura. ¿Qué querían el PCE y el PSOE? ¿La democracia o el poder en un gobierno provisional? Era claro que empecinarse en un gobierno provisional en lugar de aceptar elecciones libres con garantías era situarse fuera del juego político ante la opinión pública nacional e internacional.

El gran encuentro de la Transición fue a la vez un triunfo político de convivencia inclusiva de todos los españoles y una lección del centro y la derecha española de revertir una situación compleja gracias a una decidida iniciativa política reformista. Y ETA estaba fuera, en otra cosa.

*** Guillermo Gortázar es historiador. Su último libro es El secreto de Franco. La Transición revisitada.

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