El líder de Vox, Santiago Abascal, este jueves.

El líder de Vox, Santiago Abascal, este jueves.

LA TRIBUNA

Vox se adentra en el desierto

Santiago Abascal se equivoca si su españolismo se troquela imitando lo que ocurre en otros países que son muy distintos al nuestro.

13 julio, 2024 02:34

Una amenaza que siempre se cierne sobre los caminantes que buscan ir por donde nadie ha ido es la de perderse. Ahora, gracias a la tecnología, hay muchas maneras de evitar ese tipo de accidentes. Pero siempre cabe que quien imagina dirigirse a un vergel acabe perdido en el polvo de un desierto.

Vox es un partido que ha tenido una andadura incierta y de resultados un tanto inestables, pero en ocasiones ha acertado a aprovechar los errores ajenos, en especial los del PP de Mariano Rajoy ante la tentativa de los separatistas catalanes.

Su voto se alimenta en la oposición y poco a poco ha abandonado de manera indisimulada las trazas de liberalismo que quedaban muy claras en su manifiesto fundacional, ahora mero papel mojado.

El líder de Vox, Santiago Abascal.

El líder de Vox, Santiago Abascal. Europa Press

Hacia 2019, en especial tras las segundas elecciones de ese año, Vox se aproximó bastante al resultado del PP porque obtuvo cerca de un 70% de los votos que alcanzó Pablo Casado. Algunos de sus dirigentes pensaron, como antes habían hecho los de Ciudadanos, que el objetivo de sustituir al PP como principal partido conservador estaba a su alcance.

No ha sido así, tal vez porque España muestra un comportamiento electoral que no se parece mucho a ninguno de los que en Europa dan pie a determinados analistas para afirmar, a la manera de Carlos Marx, que "un gran fantasma recorre Europa, el fantasma de la extrema derecha". 

Frente a esas mutaciones más o menos comunes en el resto de Europa, España muestra un comportamiento peculiar, porque entre el PSOE y el PP conservan cerca del 70% del voto, con todo lo que ha caído desde 2008. Pero también porque el extremismo de derechas tampoco ocupó un lugar de importancia en los años clave de la época franquista en los que el movimiento en torno a Fuerza Nueva, que arrancó en 1966, nunca alcanzó un tamaño significativo.

"Con la incorporación de Vox al grupo de Orbán, Abascal subraya que su papel político en España se corre un poco más a la derecha"

Por el motivo que fuera, los electores tampoco dieron en 1977 un apoyo considerable a los que se estimaba más cercanos al franquismo y los siete magníficos de Fraga se debieron conformar con dieciséis escaños, una minoría muy significativa.

Abascal, movido por lo que está pasando en algunos países de Europa, parece pensar que algo está cambiando y que hay que esforzarse para que esa ola de derecha más vitaminada los lleve tan lejos como sea posible.

Su acuerdo en el Parlamento Europeo con Orbán casi al tiempo que el húngaro rendía visita a Putin para formar parte de una agrupación bastante más aguerrida frente a los consensos europeos, y a la que pronto se apuntó también Marine Le Pen, ha supuesto distanciarse del camino más templado escogido por la italiana Meloni, que había apoyado a los de Vox de forma bastante intensa.

Además del giro que esto representa, Vox obtendrá ahora con sus seis diputados mejores prebendas en el nuevo grupo.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, el pasado 27 de mayo con el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, en Budapest.

El presidente de Vox, Santiago Abascal, el pasado 27 de mayo con el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, en Budapest. Europa Press

La noticia de esa incorporación le ha servido también para subrayar que su papel político en España se corría un poco más a la derecha y eso es lo que Abascal se ha apresurado a ratificar con la declaración de ruptura de las alianzas regionales con el PP a consecuencia de la postura de Feijóo en la cuestión del reparto de los cuatrocientos menores inmigrantes que se agolpan en Canarias en condiciones insostenibles.

En la brevísima rueda de prensa, sin preguntas, de la tarde de este jueves, Abascal se esforzó en mostrar la inevitabilidad de esa ruptura, culpando a Feijóo de ella, al tiempo que, un tanto paradójicamente, ha hecho gala de su importancia política.

Según Abascal, nadie ha votado a Vox para que mantuviese una postura favorable a acoger a esos menores en otros lugares de España, y menos ahora, cabría apuntar, que Alvise Pérez amenaza con hacer un roto en su flanco derecho. 

"Nadie discute la importancia de los problemas que la emigración representa para la sociedad española. Pero cabe dudar de que Abascal pueda ganar nuevos adeptos con un gesto tan dramático"

Una decisión muy discutible desde el punto de vista ético y político parece servirle a Abascal para afianzar su carrera hacia posiciones más cerradas en esta cuestión y, en último término, para convertir el rechazo a la emigración en el banderín de enganche más llamativo de su nueva andadura.

Nadie puede discutir la importancia de los problemas que la emigración representa para la sociedad española y para toda Europa. Pero cabe dudar de que Abascal pueda ganar nuevos adeptos con un gesto tan dramático y con obvios inconvenientes humanitarios que una sociedad como la española (que no habla de memoria sobre la emigración, no convendría olvidarlo) no dejará de tomar en consideración.

Abascal puede confundirse de medio a medio si su españolismo se troquela imitando lo que ocurre en otros países que, en esta y en otras cuestiones, son muy distintos al nuestro.

Pensemos en Francia, por ejemplo.

El voto a Le Pen tiene un componente de nacionalismo francés para el que es imposible encontrar paralelo en España. España es, para bien o para mal, una nación en la que no existe ningún nacionalismo similar al francés. Aquí tenemos unos nacionalismos periféricos, que, por lo general, entroncan con el carlismo del XIX. Pero, aunque esos separatismos molesten, no es fácil encontrar un nacionalismo español equiparable, una circunstancia que explica cómo es posible que un viejo comunista francés vote al lepenismo, mientras que habría que buscar con lupa a un comunista español (quedan unos cuantos) capaz de votar a Vox, digan lo que digan los apologistas de Abascal.

Es bastante probable que Vox crea encaminarse a un crecimiento electoral importante dejando a Feijóo convertido en un blando, la famosa derechita cobarde, por su postura frente a la redistribución por toda España de los menores hacinados en Canarias. Cabe pensar que se equivoca gravemente, y no tardaremos mucho en saberlo, porque puede que las elecciones no estén muy lejanas. Pero si no fuere así, siempre estarían las encuestas para iluminarnos sobre el caso.

Se puede gallear afirmando que Vox está "solo frente a la traición de Sánchez y la estafa de Feijóo". Pero nada indica que los excesos verbales afecten al núcleo duro de la mayoría de los votantes que si algo reprochan a los partidos es que se limiten a vociferar sin apenas pensar en serio en resolver los muchos problemas que afectan y apenan a los españoles, la caótica e ineficaz política de inmigración incluida.

No creo que Abascal haya querido hacerle un favor a Feijóo. Pero hay tiros que salen por la culata y mapas que aseguran conducir al paraíso, pero acaban llevando a cualquier otra parte. Vox lleva tiempo desconcertando a parte de sus votantes, números cantan, y actuando de facto como un seguro de vida para Sánchez.

No parece probable que su apuesta por demonizar a menos de cuatro centenares de menores abandonados a su suerte y azuzar una psicosis con los asuntos de la inmigración le sirva para recuperar los electores que ya ha perdido. Y caben muchas dudas de que le quede espacio a su derecha.

*** José Luis González Quirós es filósofo y analista político. Su último libro es 'La virtud de la política' (Unión Editorial). 

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