Vivimos una edad dorada de las autocracias
Adoptar una postura unida contra los autócratas en ascenso, como Nicolás Maduro y Hun Manet, es crucial para el destino de la democracia global.
En esta nueva era de las autocracias, hay muchas maneras de robar unas elecciones. Algunos autócratas convierten lentamente su país en un Estado de partido único, paso a paso, tomando el control de los medios de comunicación, marginando a la sociedad civil, colocando en el Poder Judicial a sus partidarios y manipulando la ley electoral para sobrerrepresentar el voto de las circunscripciones afines.
Pero en dos países que han celebrado elecciones durante el último año, Venezuela y Camboya, no se han empleado estrategias tan sutiles. Sus líderes han robado elecciones de una manera más tradicional: encarcelando a oponentes políticos y mintiendo sobre lo que sucedió en las urnas.
En ambos países se ha prohibido a candidatos populares de la oposición. En Venezuela, la líder de la oposición, María Corina Machado, fue declarada inelegible para competir en las elecciones como resultado de cargos criminales curiosamente oportunos presentados contra ella, incluyendo el de corrupción.
Otros miembros de la oposición también fueron detenidos.
Hubo muy pocos observadores independientes durante las elecciones. Las invitaciones concedidas a algunos, incluida una delegación de la UE, fueron revocadas en el último minuto por el jefe de la autoridad electoral, un aliado cercano de Nicolás Maduro.
La oposición ha sufrido un acoso generalizado durante toda la campaña electoral y más de cien de sus miembros han sido detenidos. Los resultados oficiales son objeto de controversia, aunque fuentes fiables indican que el candidato de la oposición política unida, Edmundo González, ha conseguido una cómoda mayoría.
Las autoridades se niegan a publicar las actas electorales, que permitirían un análisis transparente de los resultados. Y, como viene siendo habitual, y antes incluso de que se pudieran analizar de forma independiente esos resultados, el autócrata Maduro ha recibido el apoyo entusiasta de dirigentes antidemocráticos como Vladímir Putin de Rusia y Xi Jinping de China.
"Los activistas políticos fueron encarcelados, golpeados y obligados a exiliarse, mientras que los periódicos fueron clausurados y el acceso a los sitios web de la oposición, bloqueado"
Mi país, Camboya, ha seguido un camino similar. El actual primer ministro, Hun Manet, asumió el cargo de su padre, Hun Sen, tras unas elecciones, en 2023, que fueron condenadas internacionalmente.
Sen, que estuvo en la cima de las estructuras políticas del país durante más de tres décadas y que fue destruyendo constantemente los cimientos democráticos de Camboya, tras los Acuerdos de Paz de París de 1991, estaba tan confiado antes de las elecciones del año pasado que incluso nombró a Manet como su sucesor con mucha antelación.
El resultado de las elecciones nunca estuvo en duda. Los activistas políticos fueron encarcelados, golpeados y obligados a exiliarse, mientras que los periódicos fueron clausurados y el acceso a los sitios web de la oposición, bloqueado.
El único partido de oposición creíble en las elecciones, Candlelight, fue excluido por un tecnicismo, lo que garantizó que solo pudiera haber un "ganador". Desde entonces, se han producido confiscaciones de bienes y campañas de desprestigio contra oponentes políticos del pasado y del presente como parte de una campaña de represión coordinada.
Hoy, se está desplegando a paso acelerado una vigilancia masiva de la ciudadanía de Camboya, respaldada por China. Hun Manet, al igual que su padre, parece estar dispuesto a aplastar toda disidencia, dentro del país y fuera de él.
Existe un manual muy usado para el tipo de elecciones que estamos presenciando actualmente en muchas partes del mundo. Ha existido desde hace algún tiempo. Irán en 2009 fue un ejemplo clásico: sindicalistas y activistas de derechos humanos fueron acosados y arrestados, la información fue fuertemente restringida y se prohibió a los candidatos de la oposición presentarse a las elecciones.
Más recientemente, las elecciones en El Salvador fueron condicionadas cuando Nayib Bukele, el presidente en ejercicio, reemplazó a todos los jueces del Tribunal Constitucional para esquivar la limitación de la presidencia a un solo mandato.
En Ruanda, el presidente Paul Kagame también cambió las reglas sobre los límites del mandato, además de prohibir que los candidatos de la oposición se presenten y reprimir a periodistas, organizaciones de la oposición y de la sociedad civil. Según se informa, obtuvo el 99% de los votos.
Incluso en Estados Unidos, el autoproclamado hogar de la libertad, los trabajadores electorales han sufrido acoso e intimidación por parte de los partidarios de Donald Trump como resultado de su cuestionamiento de los resultados electorales de 2020. Las elecciones de noviembre son ampliamente vistas en el país como un "todo o nada" para la democracia estadounidense.
Con más de 2.000 millones de personas, en más de cincuenta países, que votarán en las elecciones previstas para este año no se puede permitir que muchos vean su participación socavada o que esta no cuente para nada.
"Las respuestas a los ataques a la democracia suelen carecer de uniformidad, y las sanciones, cuando se aplican, son invariablemente de alcance limitado"
Los venezolanos, como los camboyanos y otros tantos en todo el mundo, están luchando duro por sus derechos democráticos (y algunos incluso dan su vida en esa lucha). Pero, sin embargo, la resistencia global más amplia al avance autocrático y las intenciones veladas de China y Rusia de crear un foro "democrático" alternativo todavía parecen estar en una etapa relativamente incipiente.
Las respuestas a los ataques evidentes a la democracia respaldados por el Estado suelen carecer de uniformidad, y las sanciones, cuando se aplican, son invariablemente de alcance limitado y están plagadas de lagunas, lo que limita su eficacia.
En Venezuela, sin embargo, hay señales alentadoras de un posible punto de inflexión a medida que nos adentramos en el estancamiento electoral. Porque ahora hay protestas casi diarias en las calles de Caracas y aumenta la presión internacional sobre Maduro, no sólo por parte de las democracias occidentales, sino también por parte de antiguos aliados, incluido el brasileño Lula da Silva.
El gobierno de Joe Biden, en Estados Unidos, y los líderes políticos de la UE también han dicho que no reconocerán los resultados electorales hasta que se hayan publicado todas las actas electorales.
Esto contrasta marcadamente con las elecciones robadas del año pasado en Camboya. Allí, por temor a alienar a Camboya en la batalla para contrarrestar la influencia china en la región, las principales democracias se han quedado de brazos cruzados. Se han emitido declaraciones superficiales de crítica, pero pronto se olvidaron. En cuestión de semanas, el liderazgo camboyano volvió a ser agasajado en Occidente.
Adoptar una postura unida contra los autócratas en ascenso, como Nicolás Maduro y Hun Manet, es crucial para el destino de la democracia global. Si queremos revertir su suerte, debemos enviar un mensaje claro: no se tolerarán fraudes electorales, abusos de poder ni represión de quienes ejercen sus derechos democráticos.
*** Mu Sochua es una política camboyana, presidenta del Movimiento Khmer por la Democracia. También fue nominada a Premio Nobel de la Paz.