El programa económico de Kamala: llevar más lejos el legado de Biden
La impresión general es que Harris ha prometido ideas populares sin desgranar ni los detalles sobre cómo podrían llevarse a cabo ni sobre la manera de pagarlas.
Progresista, populista y difusa. Con esas tres palabras se podría definir la agenda económica que comenzó a desmigar este viernes Kamala Harris ante la insistencia de un electorado que, por muy entusiasmado que esté, empieza a preguntarse qué implica votar a la actual vicepresidenta de Estados Unidos en las elecciones de noviembre.
Ha sido en Carolina del Norte, un estado en el que el Partido Demócrata lleva sin ganar desde 2008, donde Harris ha declarado que, si gana, adoptará medidas en cuatro frentes que afligen a las clases medias y trabajadoras del país. A saber: el precio de los alimentos, el precio de la vivienda, el precio de los medicamentos y el coste económico que encierra traer hijos al mundo.
Su discurso ha conseguido dos cosas.
Por un lado, hacerse cargo de un asunto que sigue preocupando a la mayoría de norteamericanos: la inflación. Y, por el otro, reconocer como bueno el legado que dejará Joe Biden –cuya política económica ha estado centrada en la creación de empleo, la inversión en infraestructura y el impulso de las energías renovables–. Dejando claro, al mismo tiempo, que no ha sido suficiente para mejorar las condiciones de vida del estadounidense medio.
Que hay que hacer más, vaya.
No obstante, y de ahí los términos "populista" y "difusa" que impregnan este fin de semana la prensa estadounidense, durante su intervención Harris no tuvo a bien explicar cómo pretende llevar a cabo lo prometido.
El anuncio de la creación de una ley federal para perseguir la subida del precio de los alimentos cuando éste exceda ciertos límites, por ejemplo. Algo que quedaría en manos de la Comisión Federal de Comercio.
"Harris ha reconocido el legado económico de Biden, pero dejando claro que no ha sido suficiente para mejorar las condiciones de vida del estadounidense medio"
Ahora bien: ¿cómo va a determinar dicha oficina dónde están esos límites? Y relacionado con lo anterior: ¿van a ser precios compartidos o se tendrá en cuenta la realidad socioeconómica de cada lugar? Dicho de otro modo: ¿los topes van a ser los mismos en Jackson, Misisipi y en Boston?
Otro ejemplo: la propuesta de un bono valorado en 25.000 dólares para aquellos que estén buscando su primera vivienda. La intención es la de abrir un mercado inmobiliario demasiado caro a quienes quieren acceder a él, pero no pueden hacerlo.
El problema, dicen algunos expertos, es que aumentando el poder adquisitivo de quienes buscan casa podrían subir todavía más los precios. Conseguir, en fin, lo contrario de lo que se busca.
Es cierto que Harris ha prometido la construcción de tres millones de viviendas de bajo coste, lo cual debería aliviar automáticamente el mercado. Pero para ello deberá lidiar con un sinfín de leyes locales y, de nuevo, no ha dado pistas en torno al modus operandi.
Es verdad que varias de sus medidas iniciales han sido recibidas con menos escepticismo, como la desgravación fiscal de hasta 6.000 euros por cada nuevo hijo que se tenga. Pero la impresión general es que Harris ha prometido ideas populares sin desgranar ni los detalles sobre cómo podrían llevarse realmente a cabo ni, tampoco, sobre la manera de pagarlas. Una cantidad que el Comité por un Presupuesto Federal Responsable, un think tank afincado en Washington, ha estimado en 1,7 billones de dólares.
Consciente de ello, el equipo de Harris ha explicado que la presentación de Carolina del Norte sólo es la salva inicial, un avance de por dónde van a ir los tiros. Y que a lo largo de la semana que viene, durante la Convención Nacional Demócrata que tendrá lugar en Chicago, la candidata a la presidencia de Estados Unidos explicará más y mejor.
Mientras tanto, y como no podía ser de otra manera, tanto la prensa conservadora como el Partido Republicano han pasado a la ofensiva. Donald Trump ha declarado que los controles de precio que plantea Harris son "soviéticos". El Wall Street Journal ha lanzado un editorial catalogando las medidas de "populistas al estilo venezolano". Y el New York Post, siempre tan ocurrente, ha salido a la calle con una portada que rezaba "Kamunism".
*** Borja Bauzá es periodista especializado en información estadounidense.