Israel está levantando de nuevo su Muro de Hierro en Gaza y Líbano
El Muro de Hierro israelí, la principal doctrina de seguridad nacional, ha recuperado su poder de disuasión durante las últimas semanas con golpes audaces y despiadados.
El 7 de octubre de 2023, Israel vivió el día más oscuro de su historia. El salvaje y devastador ataque sorpresa de Hamás segó la vida de más de mil trescientos civiles. Más de doscientos fueron secuestrados. También derrumbó uno de los principales ejes de la supervivencia de Israel: la disuasión sobre sus enemigos.
Ese día, las fuerzas de defensa y de seguridad israelíes se vieron desbordadas. Sus fuertes y sofisticados controles cibernéticos fallaron. Sus militares estaban desprevenidos. Los ciudadanos israelíes, y el mundo entero, vieron cómo los terroristas de Hamás asesinaban a placer en las casas de las víctimas. También presenciaron impotentes cómo secuestraron y se llevaron a Gaza, andando, a cientos de personas.
Los terroristas ni siquiera iban con la cara cubierta. Tardaron más de treinta y seis horas en controlar la situación. Israel era visto antes del 7 de octubre como la potencia militar hegemónica en la zona y una de las mayores potencias militares del mundo.
El golpe militar y moral fue devastador. Una humillación total.
Desde su nacimiento, Israel ha garantizado su existencia sobre la base de la doctrina del Muro de Hierro, un concepto estratégico acuñado en 1923 por el líder sionista revisionista Ze'ev Jabotinsky, padre intelectual del Likud, el partido del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Jabotinsky, cuyo movimiento no se convirtió en el mayoritario durante la fundación de Israel, implantó en el ejército y en el establishment político una idea central, que permanece hasta hoy: la única forma de que el proyecto sionista prospere pasa por hacer entender a sus vecinos árabes, mediante una fuerza militar superior, que los judíos están para quedarse, y no para ser lanzados al mar.
Durante décadas, el Muro de Hierro se fue demostrando exitoso conforme Israel iba ganando todas las guerras libradas contra sus vecinos y respondía con contundencia a cada agresión. Hoy, Egipto, Jordania, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos ya saben que Israel no va a desparecer y lo reconocen como una realidad.
"En total, se han lanzado desde Líbano 8.000 misiles contra ciudades israelíes en el último año"
Hasta el año pasado, Líbano, Siria o Irán, aunque no aceptaran la existencia de Israel, no se atrevían a una escalada militar, porque conocían el resultado.
Sin embargo, el 7 de octubre se abrieron grietas enormes en ese Muro de Hierro. Unas grietas por las que se ha colado el envalentonamiento sin precedentes de sus enemigos.
El efecto disuasorio que Israel había construido durante décadas, y que había costado tanto consolidar, se había desvanecido.
A los ataques de Hamás siguió el lanzamiento masivo de misiles sobre el norte de Israel por parte de Hezbolá, el grupo terrorista libanés comandado por Irán, el principal enemigo de Israel. En uno de los bombardeos más intensos, el pasado mes de julio, murieron doce niños drusos en el municipio de Majdal Shams.
En total, se han lanzado desde Líbano 8.000 misiles contra ciudades israelíes en el último año. Incluso desde Yemen, que está a 2.200 kilómetros de distancia, los rebeldes hutíes han lanzado drones que han alcanzado el centro de Israel. En concreto, Tel Aviv.
Pero la prueba más reveladora de la descomposición del Muro de Hierro fue el lanzamiento de más de trescientos misiles y drones por parte de Irán el día 13 de abril. Un bombardeo masivo y total, sobre todo el país, acompañado de docenas de misiles lanzados por Hezbolá sobre los Altos del Golán.
El ataque puso a prueba las defensas antiaéreas israelíes y requirió la ayuda de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Jordania y Arabia Saudí para ser repelido. Si alguna de las cabezas de esos misiles hubiera transportado armas biológicas o nucleares, hoy estaríamos viviendo en un planeta distinto.
Si bien Israel respondió con ataques aéreos sobre bases militares iraníes, su capacidad de disuasión, es decir, que sus enemigos se lo piensen dos veces antes de atacar, estaba ya derruida.
Desde entonces, Israel no sólo libra una guerra en Gaza que parece interminable. También está intentando reconstruir el Muro de Hierro.
La eliminación del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, el pasado 31 de julio, en la mismísima Teherán, en un complejo de seguridad en donde Haniyeh se creía seguro, demuestra no sólo el alcance operativo de los israelíes, sino su disposición a atacar a sus enemigos sin importar cuán esquivos sean o lo lejos que estén.
Asimismo, las explosiones coordinadas y simultáneas de los buscas y walkie talkies de miles de operativos de Hezbolá en Líbano y Siria (incluyendo al embajador iraní, Mojtaba Amani, que ha perdido un ojo), una operación que ha sorprendido al mundo por su pericia, demuestra la recuperación de un poder tecnológico y psicológico que los israelíes habían perdido.
Durante las últimas semanas, Israel ha demostrado que puede penetrar en los canales más seguros de sus enemigos y eliminarlos a voluntad.
"La asombrosa acción de las últimas 48 horas en Líbano recuerda a las más legendarias operaciones del Ejército y los Servicios de Inteligencia israelíes"
La lógica militar indica que, después de haber descabezado a los mandos intermedios, se debe continuar con una operación a gran escala contra Hezbolá. Pero esta no se ha producido. El objetivo era mandar un mensaje claro.
En tal sentido, las palabras del jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Hartzi Halevi, el día después de las explosiones, no dejan lugar a equívoco: "Tenemos muchas capacidades contra Hezbolá que todavía no hemos activado. Nosotros, en cada paso que avanzamos ya tenemos planificados los dos pasos siguientes. Y con cada paso que avancemos, el precio que pagará Hezbolá será más alto".
Esta asombrosa acción recuerda a las más legendarias operaciones del Ejército y los Servicios de Inteligencia israelíes, como el audaz rescate en Entebbe en 1976, que cimentaron su reputación como una nación que no entendía de fronteras ni de límites a la hora de defenderse o de proteger a sus ciudadanos.
El conflicto con los palestinos, y la tensión constante y creciente en Oriente Medio, están muy lejos de resolverse. Mucho menos de forma pacífica y consensuada. Es cierto.
Por ello, a estas alturas, los israelíes no van a tender ninguna mano, ni aunque se la tuerzan desde Washington, mientras no recuperen su disuasión.
Restaurar la disuasión no busca sólo defenderse de futuros ataques. También busca reafirmar la posición de Israel como mayor potencia militar de una región cada vez más inestable y hostil. Sobre todo, tras la destrucción del mito de la seguridad israelí por parte de los terroristas de Hamás.
Los eventos de las últimas semanas muestran que Israel está completamente decidido a recuperar ese poder de disuasión, ladrillo a ladrillo.
*** Elías Cohen es abogado y profesor de relaciones internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria.