Hasta hace una semana, el día a día de Irene era como el de cualquier otra estudiante. Se levantaba cada mañana a la misma hora, hacía sus tareas, estudiaba y leía. Sin embargo, el pasado 23 de octubre, su vida dio un giro de 180º tras convertirse en la primera mujer rabina de España. Ahora acude cada mañana a la sinagoga Atid de Barcelona, donde estructura cursos, atiende a la gente y prepara el drash, el sermón que da cada viernes. Contacta con los miembros de su comunidad, se presenta ante ellos, les pregunta cómo están y les ofrece ayuda. “Esa es mi tarea del día a día como rabina, además de atender entrevistas a los medios”, comenta entre risas.
Irene no nació judía, aunque confiesa que siempre sintió fascinación por el judaísmo. A pesar de haber tenido en su interior esa inquietud durante años, nunca se planteó adentrarse en profundidad en dicha religión, ni mucho menos convertirse a ella. “Yo no sabía que alguien se podía convertir al judaísmo”, explica. Conoció a varios judíos de pequeña, tuvo contacto con ellos, pero en su familia no existía ningún vínculo con la religión, o eso parecía. Ya en su etapa más adulta, una vez finalizó su carrera y su máster, tomó una decisión que marcaría su futuro: estudiar únicamente cosas que le divirtieran de forma pura.
Empezó a visitar una sinagoga porque quería aprender hebreo. Se sintió muy cómoda y una cosa llevó a la otra. Se matriculó en un curso en la Universidad de Barcelona sobre historia y costumbres judías y fue ahí donde descubrió algo que jamás hubiera imaginado. “Una de las costumbres de las que se hablaron era algo que mi abuela materna hacía. Me chocó y fue como un shock emocional. Pensé que quizás toda esa atracción que siempre había sentido venía de algo más”, comenta.
Su abuela separaba la leche y la carne, una tradición típica de la religión judía. Cuando se habló de ello en el curso en el que se había matriculado, Irene no dudó en hablar con su madre. "Le dije que nos teníamos que sentar a hablar porque quizá eso era un elemento propio del criptojudaísmo, que son una serie de costumbres que se quedaron ahí, que no fueron borradas de las familias. Investigando un poco más me di cuenta de que sí que tenían más costumbres y sí que había rumores en el entorno, pero no puedo probarlo con papeles”.
Dicho descubrimiento fue el empujón final que le hizo decidirse. Estaba convencida de que en su familia, en algún momento, se había roto una cadena de transmisión que ella misma había recuperado. Comenzó a ir a la sinagoga con mayor frecuencia, no solo para aprender hebreo sino también para conocer las fiestas y otros aspectos básicos de la religión. “Hasta que se me presentó la oportunidad y se me informó de que había un curso de conversión. Yo no tenía ni idea, pero ese momento fue clave. Realicé un curso que duró años y ahí fue cuando me convertí al judaísmo”, sentencia de forma firme.
Pregunta.– Entiendo que una conversión de este tipo, que dura varios años, es algo complejo de afrontar, sobre todo a nivel más personal. ¿Sintió miedo antes de iniciar ese proceso? ¿Cómo lo afrontó?
Respuesta.− Fue progresivo. Yo visitaba la sinagoga con normalidad pero siempre desde el respeto de ser alguien de fuera. Me fui viendo más implicada y lo fui asimilando a una cultura, a unas fiestas, a una comunidad… Me fui asimilando a mi misma sin darme cuenta de cómo. Sentí que era lo mío y que había llegado a casa de alguna manera. Así me sentí.
En su entorno la noticia fue bien recibida. Tal y como asegura, a Irene sus padres le educaron para que siempre, hiciera lo que hiciera, fuese feliz y lograra encontrarse a sí misma. “Ellos sabían que desde hace tiempo visitaba sinagogas y me veían feliz y firme en mis convicciones, y eso es lo que querían. No tuve ningún problema. Bien es cierto que mi familia es laica. No había ningún choque familiar con otra religión, por lo que lo afrontaron muy bien”.
Ordenación rabínica
En el año 2013, Irene se convirtió oficialmente al judaísmo. Sin embargo, no fue hasta tres años más tarde cuando comenzó a estudiar en un seminario rabínico adscrito a la Universidad de Potsdam, en Alemania. Allí, además de cursar la licenciatura de Teología Judía, recibió la ordenación el pasado 23 de octubre. “Fue un momento de responsabilidad, de saber que lo que iba a decir iba a repercutir al menos en algunos miembros de mi comunidad. Lo que no sabía es que iba a repercutir tanto. Fue un momento de ilusión y de fiesta, pero también de final de una etapa e inicio de otra, y había mucho vértigo por ese momento. Fue un día de mucha emoción y de un punto y seguido"
P.− Ahora oficialmente es la primera mujer rabina de España. ¿Siente responsabilidad? ¿Es consciente de la importancia que supone?
R.− Lo he dicho muchas veces y cada vez me reafirmo más. Ser la primera no significa nada. Ha sido una casualidad, podría haber sido cualquier otra. No es nada meritorio mío propio. Lo que sí que tiene mérito fueron las primeras rabinas, las pioneras. Hoy en día hay muchas mujeres rabinas, pero aquí es un shock porque no se sabía esto. Lo primero que me preguntan es si había mujeres rabinas. Y claro que las hay, hay muchas. Procuro recordármelo cada día, que hay muchas más, que esto no es nada. Me lo tomo como una oportunidad de hacer pedagogía de lo que son las múltiples caras del judaísmo, la multiculturalidad, las facetas que tenemos y esta es una más. Ojalá fuera la número 100.000 porque significaría que ha sido algo normal y que ha habido una evolución normal en el judaísmo.
P.− No sé si en algún momento tuvo algún referente en el mundo del judaísmo, alguna mujer pionera que le sirviera como ejemplo para llegar hasta donde ha llegado…
R.− Es curioso porque cuando yo decidí estudiar para rabina no fue porque tuviera ningún modelo femenino de mujer rabina. Eran otros modelos, pero no mujeres. Luego he conocido referentes en su campo. Ser la primera no es ningún mérito, a no ser que seas la primera de las primeras. He conocido mujeres que han sido la primera en Alemania o la primera de Reino Unido y son reconocidas por el trabajo que han hecho. Luego la gente se olvida de que han sido las primeras. Eso es a lo que yo quiero aspirar. Si que es verdad que me impactó mucho saber antes de querer estudiar para rabina que había habido una mujer que había sido la primera en toda la historia, que fue Regina Jonas. Era una mujer berlinesa que decidió hacerse rabina y tuvo muchos impedimentos. Ella fue la primera. Ella fue deportada en 1942, murió en Auschwitz en 1944 y no se supo nada más de ella. Los archivos que contenían su historia se quedaron en el bloque de la Alemania Oriental y hasta que no cayó el muro no se abrieron esos archivos al público. No se encontraba nada ni se sabía nada de esta mujer. La primera que se sabía hasta el momento fue en 1972 en Estados Unidos. La segunda en el 74 en el Reino Unido… Pero yo pensaba, si en esos 40 años no hubiera pasado la terrible tragedia que sucedió en Europa quizá hoy en día estaríamos hablando de muchas más y en España ya hubiera habido 10, 12 o 20.
El antisemitismo actual
La Comunidad Judía Atid de Barcelona lleva treinta años en activo. En España, según datos de la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE), la población judía asciende a 45.000 personas. En concreto, a Atid acuden unas setenta familias. Para ellos, dicho espacio se trata de un lugar de rezo donde se realizan los servicios religiosos. Sin embargo, para Irene es mucho más. “Sinagoga es una palabra griega que significa “lugar de encuentro”, pero una sinagoga en hebreo sería un lugar de rezo, de estudio y de encuentro. Todo eso es una sinagoga. Ahora nos encontramos en el espacio para el rezo”, comenta durante la entrevista.
Atid comenzó como una comunidad progresista, y lo sigue siendo a pesar de que durante sus inicios estaba afiliada al movimiento reformista judío. Desde hace unos años, se pasó al movimiento masortí o conservador, que tal y como explica la propia Irene, es también progresista pero un poco más tradicional. “Aunque sea igual de igualitario, multicultural y pluralista, ahora está afiliado al movimiento masortí”.
Por fuera, no hay ningún elemento que identifique al edificio como una sinagoga. De hecho, cualquiera que pase por la puerta pensaría que se trata de un bloque de viviendas, desconociendo por completo lo que esconde su interior. “Es por motivos de seguridad. Todas las comunidades judías de España, creo, no suelen poner ningún cartel que indique que es un lugar de encuentro o una sinagoga judía por temas de seguridad, ni más ni menos”, cuenta Irene.
P.− ¿Quiere decir eso que sigue habiendo discriminación contra el pueblo judío?
R.− No sé si está ligado a un tema de discriminación, lo que sí puedo imaginarme es que si las personas que llevan el tema de la seguridad en los templos religiosos de España consideran que las sinagogas no deben estar señalizadas como tales, es que consideran que hay un problema de seguridad.
P.− Y entonces, ¿cómo es ser judío hoy en día en una gran ciudad como es esta, Barcelona?
R.− Hay que ir con cautela. Uno no sabe nunca si debe de ir con cautela por amenazas probadas o posibles amenazas o porque ya es una inercia ir con cautela por temor a que pueda a pasar cualquier cosa o recibir cualquier tipo de insulto. Yo creo que sí que existe un tema de antisemitismo, o ha existido, pero yo creo que se trata de una percepción del otro, del que es diferente. Llevar una kipá (cubrecabezas) en Barcelona es complicado, aunque yo he visto mucha gente y lo que me sorprende es pensar "Ay mira, y no pasa nada". Quizá si lo hiciéramos no pasaría nada y las posibles amenazas serían anecdóticas. Pero no lo sabemos, por eso uno va con cautela.
P.− ¿Cree que si la comunidad judía saliera más a la calle se acabaría el problema?
R.− Yo creo que sí, pero es muy fácil decirlo y es complicado hacerlo. Se va con cautela y hay mucha gente que ha tenido experiencias negativas y tiene miedo a hacer eso. Pero yo creo que sí, que lo fundamental y lo mejor es que se pudiera normalizar y que cada uno saliera a la calle como quisiera, sin temor alguno a que alguien te pudiera insultar o decir algo por llevar kipá. Yo he estudiado en Berlín y hasta hace poco he estado viviendo allí. Antes de irme celebramos una boda de un compañero mío y vinieron judíos americanos, es decir, rabinos jóvenes. Más jóvenes que yo (entre risas). Y nosotros no lo llevábamos. Le preguntamos qué hacían con la kipá por Berlín y nos decían que por qué no iban a llevarla, que en Estados Unidos es algo normal. Les preguntamos si no les daba cosa y nos decían que no. Pasábamos y había gente que saludaba. Quizá pecamos de cautela. Si saliéramos más y nos mostráramos como somos nos llevaríamos una sorpresa.
P.− ¿Se puede considerar entonces que España no está tan avanzada todavía en este aspecto en comparación con otros países?
R.− Yo creo que sí. La prueba es todo este jaleo y la repercusión mediática que ha tenido que haya una primera mujer rabina española. En otros países esto es normal. En Estados Unidos no entenderían este revuelo porque hay muchas rabinas. Es algo normal. En Reino Unido, en Alemania también. Hay cuatro rabinas literalmente nacidas en Alemania, pero hay muchas mujeres que estudian para rabina. Le falta llegar a esa normalidad de pluralidad religiosa y reconocer que hay una pluralidad, una multiculturalidad religiosa. Nos hace falta recorrer un largo camino. No sé de quién es la culpa, si nuestra por no salir o de que la gente no está acostumbrada, o no sé si es porque no confiamos que la gente pueda aceptarlo.
Estereotipos
Al ser preguntada sobre cuál es el estereotipo más común sobre la gente judía, responde de forma contundente: ver al judaísmo monocolor. Tal y como señala, la sociedad considera que solo existe un tipo que, casualmente, es el que se refleja en las noticias y en la ficción. “Ha tenido mucho éxito una serie que se llama Shtisel, en Netflix, que habla de una comunidad muy concreta que son los jaredíes. Es muy concreta y muy definida, pero eso no es la mayoría del judaísmo. Es un modelo. Aparecen mujeres que llevan peluca, que tienen un rol muy determinado, pero eso es un grupo”, añade.
De hecho, relata cómo ella misma ha tenido que hacer frente a esta serie de estereotipos en su día a día. “Una vez fui al médico y le dije que era judía y me preguntó si no llevaba peluca. Le dije que no llevaba peluca, que si no me veía las canas que tenía, y él me dijo que pensaba que todas las mujeres la llevaban, que lo había visto en la serie de televisión”. Para ella, el judaísmo es plural, multicultural y con muchas facetas. “Existe el estereotipo de persona que va con sombrero negro, blanco y negro, mujer con peluca… Cada uno es como es, pero es solo una visión”, cuenta.
P.− ¿Y qué más estereotipos existen?
R.− También está otro tipo de visión que es el judío rico, el judío súper intelectual. El ejemplo perfecto es Woody Allen, pero no. Hay mucho más que todo eso. Te venden también el estereotipo del judío fuerte, el judío sabra, que es nacido en Israel, fuerte, militar y determinante. Bueno, no es el único. Hay muchísimos modelos y todos son igual de válidos. Yo creo que la gente solo ve un estereotipo y no ve que es multicultural, no ven todos los colores que puede ofrecer el judaísmo. Me imagino que con todas las religiones pasa lo mismo.
La Irene más personal
A sí misma se define como una persona trabajadora, luchadora y optimista, aunque confiesa que le es difícil describirse. Es aficionada del F.C Barcelona y, aunque es consciente de que habrá muchas personas que consideren que una rabina no debería tener dichos hobbies, le apasiona la ciencia ficción, la literatura fantástica y los cómics. “Todo lo que es cultura popular me gusta muchísimo. Bueno, yo llamo al mundo de los cómics el noveno arte, pero es igual. Parece ser que va a gustos. Me encanta también dibujar y pintar”, añade.
Afirma que asume el cargo de rabina como un honor y una gran responsabilidad y valora que la comunidad haya tenido la valentía de contratar a una mujer sin demasiada experiencia previa. “Es un paso adelante. No es un golpe encima de la mesa, no algo tan contundente, pero sí es una apuesta que han hecho por la que estoy muy agradecida. Lo asumo con la mayor humildad”.
Los primeros días, la famosa “conciliación” no le está siendo nada fácil. Le gusta tanto su trabajo que confiesa que está todo el día pensando en ello y dándole vueltas al asunto. “Afortunadamente mi marido es un hombre de una gran paciencia y una gran pasión y es una persona que me ayuda, debatimos temas y hablamos sobre ello”, añade. Sin embargo, ella misma asegura que se recuerda en ocasiones que hay momentos que deben ser exclusivamente para ella y su familia.
Acercar la sinagoga
Como nueva rabina de la sinagoga de Atid tiene claro cuál es su objetivo: acercar a la gente a la sinagoga, que la hagan suya y que hagan suyo el judaísmo. Para ello, tratará de llevar de nuevo a la gente a la sinagoga, pero también sacar la sinagoga a la calle. “Que se vea que gente que es judía y que no tiene intención de ir a la sinagoga ni quiere, que estamos por ellos. Quiero que sea un lugar de encuentro otra vez y un lugar de estudio. Ofrecer esa oportunidad y que la gente no sólo lo vea como un lugar de rezo, sino de combinar estos tres”, comenta.
P.− ¿Cree que será fácil sacar la sinagoga a la calle hoy en día?
R.− Pues no lo sé, tengo planes y ya te lo diré de aquí a seis meses. Tengo planes para hacerlo y ya hay algunas iniciativas. Por ejemplo, en Barcelona hay un Festival del Libro Judío y, ¿por qué no participar allí? Hay muchas iniciativas culturales y estaría bien que hubiera una parte de presencia religiosa. Que vean que también puedes aportar a esas actividades culturales, a veces desde el punto de vista religioso y a veces no. Eso es lo que quiero hacer. Si me tengo que reunir con alguien de la comunidad y a esa persona a lo mejor no le apetece venir a la sinagoga pues que vea que podemos ir a una cafetería, hablar, discutir, estudiar juntos, lo que haga falta. Esa es la idea.
P.− ¿Y qué hay respecto a la convivencia con otras religiones?
R.− Estoy muy enfocada en eso. Quiero trabajar en ello durante este mes y ponerme en contacto con otras comunidades, tanto con comunidades cristianas como musulmanas. Yo tengo el firme convencimiento de que hay más cosas que nos unen que no que nos separan. Me gustaría que nos reunieramos, buscar puntos en común y construir puentes. Eso lo tengo clarísimo.
P.− ¿Y algo que le gustara añadir para cerrar la entrevista?
R.− Me gustaría dejar claro que yo puedo pensar de una manera, puedo pertenecer a una corriente determinada del judaísmo, pero estoy abierta y respeto todas las corrientes. Nunca voy a decirle a nadie cómo tiene que vivir su judaísmo. Estoy aquí para todo el mundo. Recibir críticas es normal, es lógico. Recibir halagos también es normal, hay de todom, pero yo estoy abierta a todo y a dialogar con todo el mundo. Y sobre todo este mensaje de dialogar no solo con las otras ramas del judaísmo sino con otras religiones, incluso con el ateísmo. A mi me da igual. Construyamos puentes. Llevamos muchos años de épocas destructivas y creo que llega el momento de construir.
“El antisemitismo en esta tierra es el único tipo de de discriminación o fobia que odia a alguien a quien no conoce” (Vicenç Villatoro)