Hace 20 años, las autoridades del Reino Unido pidieron explicaciones a España y Francia porque los cadáveres de más de una docena de británicos habían sido despojados de sus órganos. La historia ha vuelto a repetirse ahora tras la muerte de un albanés en Barcelona cuyo cuerpo ha sido repatriado a su país de origen sin el corazón. ¿Estamos ante un caso de tráfico de órganos que implica a funcionarios de la Administración? Eso es lo que dice el Fiscal de Tirana. De entrada, no hay ninguna duda de que en España siguen “desapareciendo” corazones de cadáveres pero ni el supuesto enigma es tal ni “los vaciadores” son ladrones de cuerpos como los de las novelas góticas de Stevenson.
EL ESPAÑOL | Porfolio ha investigado qué hay detrás de todos estos episodios de apariencia truculenta y las conclusiones que ha alcanzado son reveladoras e impactantes. Los hechos se remontan a principios del milenio. Sucedió en abril de 2003 en el archipiélago canario. La niña se llamaba Megan Jones, era británica y tenía dos años cuando murió en el Hospital Universitario Santa Cruz de Tenerife de una septicemia.
El fallecimiento del bebé se convirtió en noticia cuando su cadáver fue repatriado al Reino Unido y sometido allí a una autopsia que reveló que parte de sus órganos vitales habían sido completamente vaciados en España sin el consentimiento ni el conocimiento de sus padres. A partir de ese momento, los tabloides británicos se apresuraron a construir una especie de ficción protagonizada por perversos médicos del sur de Europa dispuestos a robar aviesamente los cuerpos de turistas inocentes fallecidos en extrañas circunstancias. El relato final que alcanzó a los lectores anglosajones de prensa amarilla fue una combinación de verdad a medias y de la versión ibérica del mito del sacamantecas.
"Nunca me recuperaré del impacto de perder a mi hermosa niña, pero lo que le hicieron después fue horrible", aseguraba en septiembre de 2003 la madre del bebé. La historia era doblemente confusa para los británicos porque, por alguna razón, Debbi Ali, de 29 años, y su pareja, David Jones, de 27, habían autorizado a los médicos canarios a extirpar el hígado y los riñones de Megan para donaciones, pero no el resto de los órganos. Del hígado se benefició una joven de Madrid y los riñones de la niña salvaron la vida de otros dos chicos.
Lo que el patólogo británico George Kokai descubrió al examinar el cuerpo de la niña en Liverpool es que también faltaban el cerebro, el corazón, los pulmones, el páncreas, el bazo y el sistema digestivo. Todos sus órganos habían sido reemplazados en España por un tejido acolchado quirúrgico. La pareja de Upton (Wirral, Inglaterra) quedó tan devastada que incluso retrasó el funeral de su hija con la esperanza de que les devolvieran sus órganos a tiempo para las exequias fúnebres. Comenzaron igualmente a preguntarse qué oscuro destino final habían dado las autoridades españolas al cuerpo del bebé al tiempo que se cuestionaban las verdaderas causas de su muerte. Su sorpresa era perfectamente razonable, considerando que desconocían la práctica forense española.
Especulaciones de los tabloides
La prensa sensacionalista anglosajona no hizo sino alimentar el falso misterio con especulaciones a menudo absurdas sobre tráfico de órganos u otras teorías conspirativas. ¿Quiénes y por qué habían vaciado a Megan? The Guardian, al menos, refería de forma rigurosa lo acaecido como “retención de órganos vitales”. Y eso fue, de hecho, lo que sucedió. Otros tabloides menos cuidadosos como el Daily Mail lo describían como “un robo”, al tiempo que salpicaban el relato de los episodios con epítetos como “espantoso” y “angustioso”.
Para empezar, la segunda autopsia británica confirmó que Megan había muerto como consecuencia de una combinación de gastroenteritis y bronconeumonía que los médicos canarios habían tratado de detener con un cóctel de antibióticos. Es decir, no había nada que reprochar por ese lado a los facultativos. Pero había algo más. El misterio de los órganos desaparecidos no era tal. Lo que en verdad había ocurrido es que, a petición de los padres de la niña y en cumplimiento de las propias leyes patrias, las autoridades españolas habían sometido su cadáver a una primera autopsia. Los supuestos “órganos desaparecidos” habían sido enviados a un instituto de toxicología para su examen histopatológico, una práctica común que cumplía con todos los requisitos legales.
De hecho, el de Megan no fue ni el primer ni el último cuerpo repatriado desde España al Reino Unido sin alguno de sus órganos. En ese mismo mes de abril de 2003, falleció de un infarto en una piscina de Benalmádena (Málaga) un inglés de 34 años llamado Clive Buswell. El chico murió de forma repentina frente a su prometida. Tal y como ocurrió con la niña de 2 años, el cadáver de Clive fue repatriado. Sucedió después que un forense de Nottinghamshire, Nigel Chapman, hizo los arreglos para que su patólogo efectuara la necropsia. Ésta no pudo hacerse, sin embargo, porque el cuerpo carecía de corazón.
Inmediatamente, la madre del chico de Nottingham, Jean Bell, exigió a las autoridades españolas a través del Foreign Office que buscaran el órgano y se lo devolvieran. En realidad, eso no era complicado. Los funcionarios de la administración de Málaga le respondieron con una claridad que debía despejar cualquier sospecha de “misterio paranormal” o mala praxis. El corazón sería devuelto a la señora Bell tan pronto como recibieran la solicitud correspondiente de su abogado y de los empresarios locales de la empresa funeraria. Tan simple como eso.
El órgano de su hijo había sido retirado y retenido legalmente después de practicarle una autopsia que confirmó que, en efecto, había muerto de manera súbita por causas naturales. Todo el proceso había sido realizado en estricto cumplimiento de la ley española, que no exige contar con la autorización de los familiares para retirar un órgano ni para destruirlo transcurrido el tiempo estipulado, si no es solicitada antes de forma expresa su devolución. Y eso fue lo que finalmente sucedió, que el corazón de Clive voló de vuelta a su país para reunirse con el resto de su cuerpo.
Forenses vaciadores de cadáveres
Ese mismo año se identificaron a otros dos británicos más enviados sin corazón desde España a Gran Bretaña, además de otros casos de cadáveres remitidos en idénticas condiciones desde la vecina Francia. En todos ellos concurrían idénticas circunstancias: durante la autopsia, un forense había removido el órgano o los órganos para que el patólogo pudiera practicar análisis histopatológicos. No había allí ningún enigma sobrenatural ni nada que pudiera alimentar la sospecha insidiosa de que los forenses españoles o franceses despistasen los órganos de los cadáveres para donaciones o estudios científicos. Y menos todavía, como llegó a decirse, que vaciaran los cuerpos para abaratar el proceso de embalsamamiento.
En cierta manera, las suspicacias de los familiares de los ingleses fallecidos en nuestro país estaban plenamente justificadas, dado que, en primer lugar, es difícil de asimilar esta política de vaciar los cuerpos para practicar autopsias sin comunicar de una manera humana a los familiares el protocolo que se sigue. Pero es que, además, estos hallazgos de cuerpos vaciados habían sido realizados sólo tres años después de que se descubriera en Gran Bretaña que patólogos ingleses habían pasado décadas extrayendo y almacenando en secreto miles de órganos y de tejidos en el hospital de Liverpool y otros centros sanitarios. Esas revelaciones, conocidas como el escándalo de Alder Hey, dieron lugar a una Ley de Tejidos Humanos que prohibía esa práctica de manera expresa.
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Lo ocurrido en Alder Hey no guardaba ninguna relación con las prácticas forenses de españoles y franceses. Y eso es algo que, hoy en día, los británicos tienen bastante claro. Si uno acude a la página oficial del Gobierno del Reino Unido puede localizar un apartado dedicado a cómo deben actuar los familiares de sus compatriotas fallecidos en nuestro país. La información que proporcionan es extraordinariamente certera y no deja espacio a la duda sobre misteriosos corazones extraviados: “En España, las autopsias normalmente se realizan cuando la causa de la muerte es desconocida, no natural, repentina o violenta. Son realizadas por médicos forenses designados por un tribunal. Es posible que no se tengan en cuenta las sensibilidades culturales o religiosas. La Oficina de Relaciones Exteriores, Commonwealth y Desarrollo no puede detener ni interferir en el proceso”.
Y el texto informativo continúa: “Durante una autopsia, se pueden extraer y retener pequeñas muestras de tejido además de órganos para analizarlos sin el consentimiento de los familiares más cercanos. No se le informará automáticamente si esto sucede. Si desea una copia del informe post-mortem, debe solicitarla a través del médico forense en el Reino Unido (en el caso de una repatriación) o al tribunal local que se ocupa de la muerte. La persona fallecida puede ser enterrada o incinerada en España o devuelta al Reino Unido antes de que se completen las pruebas de los órganos. Todos los órganos extraídos se retienen durante la duración de las pruebas y luego se almacenan durante un período de tiempo antes de ser destruidos. Sin embargo, si desea recuperarlos, puede solicitarse a través de las oficinas del forense del Reino Unido o instruyendo a su abogado en España si tiene uno”.
Albaneses confundidos
Los que, según parece, no tienen claro todavía la normativa española vigente son los funcionarios y representantes del Gobierno de Albania, que desde 2021 vienen reclamando, entre otras cosas, que se practique una prueba de ADN al corazón de un ciudadano de su país fallecido en Barcelona en circunstancias no aclaradas plenamente. Hasta la fecha, la Fiscalía de Tirana ha remitido cuatro oficios y dos comisiones rogatorias para que se investigue unos sucesos vinculados, a su juicio, con un presunto caso de tráfico de órganos. En realidad, no hay mucho que investigar. Bastaría con que se conociera qué dice la legislación.
La historia de Saimir Sula es una repetición casi perfecta de lo acaecido hace veinte años con Megan Jones o Clive Buswell, solo que ahora es la prensa albanesa la que está alimentando las dudas capciosas sobre misterios que no siempre lo son, lo que tampoco significa que no existan ciertos aspectos turbios en torno a este caso. Claro que las partes no aclaradas de estos episodios tienen mucho más que ver con el modo en que murió Saimir que con el destino que se dio a su corazón. Sin embargo, ambas cuestiones son mezcladas a menudo sin orden ni concierto en los relatos periodísticos dentro de un totum revolutum insidioso.
Lo que ha venido a insinuarse es que el corazón de Sula pudo ser removido ilegalmente de su cuerpo para fines ilícitos. Detrás de esta polémica ampliamente divulgada por los digitales españoles están la hermana “coraje” de la víctima, Majlinda Sula, y su abogado Carlos Sardinero. Pero vamos por partes. ¿Qué, cómo y cuándo sucedieron los hechos que supuestamente podrían poner en entredicho las prácticas forenses españolas e, indirectamente, a los profesionales sanitarios y el sistema de donaciones y trasplantes?
Saimir Sula: el desaparecido
Saimir Sula, nacido el 17 de diciembre de 1988, se presentó en el Hospital del Mar de Barcelona a las 23:10 horas del 8 de mayo de 2020 con síntomas de fiebre o de alguna clase de infección gripal. Se sospechaba que tenía Covid-19 y fue sometido a un primer test PCR que resultó ser negativo. Con arreglo al informe elaborado por el servicio de urgencias del centro, un médico entendió, a pesar del resultado negativo inicial, que los síntomas que presentaba eran perfectamente compatibles con el coronavirus. A lo largo de la madrugada valoró la posibilidad de realizar un segundo frotis y administrarle mientras tanto hidroxocloroquina en función de la evolución de la sintomatología. “Bajo mi punto de vista, había una alta sospecha de SARS-CoV-2”, se dice en el informe.
No obstante, había un problema. Saimir era esquizofrénico y se mostraba agitado y poco colaborativo si no abiertamente hostil, de modo que el médico de urgencias dio prioridad a la administración de un antipsicótico conocido como haloperidol para evitar posibles incompatibilidades farmacológicas. Sula fue al mismo tiempo inmovilizado mediante dispositivos de sujeción mecánica, una medida extrema que se aplica a los pacientes para restringir su movilidad e impedir que se autoinflijan daño o agredan a terceros.
Varias horas después, a las 17:09 del día 9 de mayo, el médico de urgencias a cargo consignó: “Hemos valorado al paciente en varias ocasiones durante la mañana y se encontraba consciente y tranquilo la mayor parte del tiempo aunque la valoración diagnóstica fue difícil debido a la barrera idiomática (…). Nos encontrábamos pendientes de valorar la posibilidad de repetir la analítica cuando el paciente se ha quitado, no sabemos cómo, la contención torácica y ha salido al control de enfermería agresivo y amenazando al personal sanitario".
"Hemos tratado de contenerlo verbalmente y el paciente ha regresado al box, donde lo hemos encerrado mientras avisábamos a seguridad. El personal de seguridad ha contenido físicamente al paciente contra el suelo y le hemos administrado una ampolla de haloperidol. Sin embargo, a los pocos segundos, nos avisan por parada cardiorrespiratoria. El paciente se encuentra arreactivo (no reacciona), con cianosis facial extrema (lívido). Debido a la ausencia de pulso, iniciamos medidas de reanimación básica y avisamos al equipo de paros (cardiacos)”.
Al decir de su hermana, la supuesta alteración de Saimir podría tener que ver con su deseo de abandonar el hospital, que intentaba transmitir sin éxito a los sanitarios dado su desconocimiento del catalán o el castellano. Dos horas después, a las 19:59 horas de la tarde del día 9, en el informe se consigna el fallecimiento del albanés. “Finalmente, a pesar de una hora y diez minutos de reanimación avanzada con los compañeros de la UCI, se confirma éxitus (óbito) a las 17:26. Dado que la causa –de la muerte– es desconocida, en paciente joven, sin signos de alarma o hallazgos analíticos ni en angioTC, consensuado con el jefe de guardia y el jefe de enfermería, se solicita autopsia”.
Causa indeterminada de la muerte
¿Qué dictaminó el forense Josep Castellá García en la autopsia preliminar efectuada el día 10 de mayo a petición del titular del Juzgado Número 16 de Instrucción de Barcelona, Jaime Conejo Heredia? Que, a falta de otras pruebas complementarias, la causa de la muerte era “indeterminada”, aunque “el estudio se orienta a una muerte natural” en tanto se determina mediante pruebas ulteriores si pudo intervenir la presencia de tóxicos. Según Castellá, la causa inmediata del deceso fue una “insuficiencia respiratoria”; la intermedia se debió a la “agitación y la contención” y la fundamental, a “una infección respiratoria”. En definitiva, la autopsia no esclarecía gran cosa, aunque venía a descartar el uso desmedido de la violencia durante el proceso de contención de Saimir como el origen de su trágico final.
En el informe forense se proporcionaban, sin embargo, ciertos datos adicionales de interés en relación con el estado del cadáver. Así, por ejemplo, Castellá describe la presencia de equimosis (moretones causados por la rotura de vasos sanguíneos) en el abdomen y en el ojo derecho. No obstante, las lesiones traumáticas detectadas eran, a su juicio, de escasa entidad y no explicaban la causa de la muerte. ¿Qué la provocó en tal caso? Según su parecer, una insuficiencia cardiorrespiratoria por infección. “Es por eso por lo que haremos un estudio histológico que profundice en el estudio de los pulmones”, añadía. “Presentaba un cuadro de agitación y precisó de contención mecánica antes de morir, por lo que no descarto que este aumento de necesidades metabólicas haya desencadenado el resultado final”.
Saimir medía poco más de uno setenta y pesaba 134 kilos. Es decir, padecía obesidad mórbida. Era, además, adicto a los opiáceos y otras drogas y se presentó en urgencias con síntomas de una infección respiratoria. Lo que el forense sugirió es que durante el forcejeo contra ocho empleados de la seguridad del hospital pudo haberse producido una agitación adicional y que su corazón hubiera colapsado. Es decir, descartaba que los golpes hubiesen causado la muerte pero no determinaba si la actuación de los agentes de seguridad había sido proporcionada o, como sostiene el abogado y la hermana del fallecido, había indicios de negligencia o de un delito de homicidio imprudente. La autopsia, simplemente, no podía esclarecerlo en ausencia de otros datos más propios de una investigación judicial y policial que del peritaje de un cadáver. Se sabe asimismo que un estudio toxicológico posterior no detectó la presencia del haloperidol que el médico que atendía a Saimir dijo haberle administrado tras ser reducido por los guardas.
Perfecta cadena de custodia
Lo importante, en todo caso, para cuanto atañe al falso misterio del corazón no robado de Saimir Sula es consignado algunas líneas más abajo de la autopsia. En cumplimiento de la normativa forense vigente, Castellá refiere claramente lo siguiente en el epígrafe correspondiente a las pruebas complementarias pendientes de realizar: "Corazón, pulmones, bazo, hígados y riñón (se envían) al Institut de Medicina Legal i Ciències Forenses de Catalunya". Cierto es que Josep Castellá García no especifica si envía todo el corazón o algunas muestras de él, pero a todos los efectos se colige que sólo podía enviar el corazón completo.
¿Cómo podemos inferirlo? Castellá envió el corazón entero porque es lo que establece el protocolo y además lo consignó para no romper la cadena de custodia, lo que de hecho nunca hizo. La Orden JUS/1291/2010 en vigor, de 13 de mayo, no deja ni el menor atisbo de duda cuando establece las normas para la preparación y remisión de muestras objeto de análisis por el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y sus distintas delegaciones, entre otras, la de Barcelona. “Recomendaciones de envío según tipo de muestra”, reza la normativa en su apartado 16. “El corazón se enviará completo incluyendo la totalidad de las aurículas. Puede enviarse íntegro o seccionado en dos, mediante corte transversal por la mitad del cono ventricular por debajo de los músculos papilares de la válvula mitral para preservar el aparato valvular...”.
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¿Qué sentido tenía remitir ese corazón junto a muestras de otros órganos a un patólogo? ¿Era en verdad recomendable extraer el órgano? Para el común de los mortales, la ciencia forense es un arcano incomprensible que se conoce más bien poco más allá de las cuatro pinceladas que pergeñan los populares docuthrillers norteamericanos de true crime. "En este caso se hizo lo normal. Y lo habitual en una muerte sospechosa es acompañar el examen postmortem (el análisis superficial del cuerpo y de sus órganos efectuado por el forense) de estudios complementarios de órganos. Con tal fin, las muestras de los cadáveres son derivadas a un laboratorio de anatomía patológica", nos aclara el vallisoletano Aitor Curiel López de Artaute, reputado miembro de la Sociedad Española de Criminología y antiguo profesor externo de la Academia de Quántico del FBI.
"Los forenses tenemos que resolver siempre si examinamos el corazón macroscópicamente practicando disecciones o si lo remitimos al anatomopatólogo para que analice las lesiones microscópicamente", añade. "Lo habitual es que se envíe al Instituto Nacional de Toxicología porque siempre ve más un patólogo. Claro que a este le toma un mes o bastante más efectuar las pruebas, de manera que el órgano se conserva el tiempo legalmente establecido y ya no se devuelve al cadáver. No es posible tener un cuerpo abierto un mes y medio en espera de los resultados para volver a meterle el corazón".
Eso fue casi con certeza lo que pudo sucederle al corazón de Saimir Sula, a juicio de Aitor Curiel López de Artaute. El asunto, no obstante, se complicó cuando el cadáver fue enviado a Albania para darle sepultura y los albaneses, como hicieron los británicos con Megan o con Clive, sometieron al cuerpo a una segunda autopsia que reveló que el cuerpo había sido repatriado sin corazón, lo que abrió la espita de especulaciones prácticamente idénticas a las que habían realizado los anglosajones veinte años atrás.
De hecho, cuando Majlinda Sula comenzó con su cruzada denunció simple y llanamente la desaparición del órgano. Fue un periodista quien le sugirió que lo buscase en el Instituto Anatómico Forense. Ni ella ni las autoridades albanesas conocían entonces las prácticas forenses de países como España o Francia. Cuando le confirmaron que, en efecto, las autoridades españolas habían conservado el corazón y además le sugirieron pasar a recogerlo, Majlinda comenzó a decir, junto a su abogado, que el órgano que se le ofrece no pertenecía a Saimir. Para entonces, el fiscal albanés ya había abierto diligencias en un caso relacionado con el tráfico de órganos amparándose en equívocos y malentendidos.
El "absurdo" de los robos
“Hablar de mafias de tráfico de órganos que impliquen en España a centros y profesionales públicos es completamente absurdo”, dice López de Artaute. “Seguimos liderando junto a Estados Unidos las clasificaciones mundiales de ratio de donantes y trasplantes y si existe algún lugar de este planeta donde eso no puede suceder, ese es España. Está todo completamente trazado y monitorizado. Hay un médico responsable en cada hospital, un coordinador de área, de sección... Para crear una estructura así deberías contar con doscientos médicos y estarías detenido al segundo día de haberlo insinuado”.
“El corazón siempre se envía íntegro”, precisa el forense. “Suele ir con cuatro o cinco cortes paralelos o secciones. Una vez fijado en formol, esos cortes son analizados microscópicamente en el Instituto Nacional de Toxicología, para lo cual le practican cortes todavía más finos que permiten ver incluso líneas celulares. Tras efectuar esas pruebas y emitir el informe, el órgano o los órganos pueden reclamarse por las vías establecidas. El problema en el caso del albanés no parece que sea que falte el corazón, sino averiguar qué hay detrás de esa muerte que se produce después de que Saimir fue reducido por la fuerza. ¿Se le redujo de una forma apropiada o estamos ante un caso similar al de aquel americano, George Floyd, al que un policía terminó asfixiando al aplicarle la rodilla sobre el cuello ocho minutos?”.
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Por si había alguna duda acerca del destino del corazón de Saimir, el propio examen histopatológico que se le practicó y que suscribe, entre otros, Manuel Crespillo Márquez, establece que su departamento recibió para su análisis un corazón completo de 473 gramos de peso. Ese mismo documento datado el 1 de junio de 2021 y remitido a Majlinda Sula y su abogado especifica al final: “Las muestras remitidas para su estudio histopatológico serán custodiadas hasta tres meses después desde la fecha de emisión de este informe. Transcurrido ese tiempo, se procederá a su destrucción”.
A pesar de todo ello, hay al menos una docena de reportajes albaneses y españoles donde se asegura que la administración se ha tragado el corazón o se niega a remitirlo a las autoridades de Tirana. Según el juez Jaime Conejo Heredia, los documentos mencionados evidencian que tanto el forense como los patólogos actuaron de forma irreprochable. Ese es el motivo por el que el magistrado se ha negado a admitir a trámite las demandas de Majlinda. Sus peticiones se hallan ahora en la Audiencia de Barcelona, que es su último cartucho en la lucha judicial que sostiene.
Definitivamente, no es cierto que se le niegue "el corazón" de su hermano fallecido. Puede pasar a recogerlo cuando guste, según ha recordado el propio juez. El problema, en este caso, es que, siguiendo las directrices de Carlos Sardinero, la hermana de la víctima se niega a hacerse cargo de él y exige a las autoridades españolas que le practiquen una prueba de ADN. Simplemente, no se cree que ese órgano que guardan en custodia sea en verdad el de Saimir. Para salir de dudas, discutimos con ella las razones que sustentan su incredulidad.
PREGUNTA.– Todos esos documentos trazan el destino y el uso que se dio al corazón. ¿Por qué no cree que sea el suyo?
RESPUESTA.– No, no lo trazan. En realidad, en la autopsia dice que se envía una muestra del corazón y no el corazón completo.
P.– Lo que dice el forense es que envía el corazón al Instituto de Medicina Legal de Catalunya y la normativa especifica que debe remitir el corazón completo, de modo que se infiere que el corazón partió tal cual, entero. Esa es la práctica habitual.
R.– Hablan de muestras, no del corazón entero.
P.– Pero es que el forense necesariamente tenía que remitir al patólogo el corazón entero. Eso se da por hecho porque eso es lo que la normativa establece.
R.– Mi abogado, Sardinero, dice que no tienen el corazón. Dice que lo que me ofrecen es un corazón de cerdo. No es una especulación. Es lo que dice mi abogado. Dice que si lo tuvieran, hubiesen aceptado sin problemas que le practicaran una prueba de ADN. En Barcelona no está el corazón de Saimir y Josep Castellá, el forense, sabe mucho más de lo que dice. ¿Lo regaló? ¿Lo vendió? Que lo diga. Es él quien me ha explicado que el corazón de cerdo es muy parecido al de los humanos. Lo que quieren entregarme es un corazón de cerdo. Yo lo que creo es lo que dice mi abogado. Es que además el corazón que dicen que me entregan fue autopsiado días antes de que Saimir muriera. Yo no quiero el corazón que dicen que me ofrecen porque mi abogado me ha explicado que eso es una verdadera trampa.
P.– ¿Una trampa?
R.– Si recojo el corazón de cerdo que me ofrecen y le hago una prueba de ADN no me reconocerán el resultado y dirán que he realizado el test a un órgano diferente.
¿Debería el Gobierno español atender la petición del fiscal albanés y practicarle una prueba de ADN para que se coteje con la que se realizó en Albania al cuerpo de Saimir? Eso simplemente no es posible por una mera cuestión de competencias. Si hay algo indudable en esta historia es que Majlinda es una mujer traumatizada, bienintencionada y completamente consternada por la muerte de su hermano que ha mostrado una voluntad inquebrantable de dar con la verdad de lo ocurrido. Con mayor o con menor acierto, está velando de la memoria de Saimir tras su fallecimiento con el mismo cariño y valentía con el que lo cuidaba cuando estaba vivo. En tal sentido, parece razonable que desee aclarar qué pasó en el Hospital del Mar.
Errores en los documentos
En favor de las tesis de Majlinda y su abogado hay un error al que el juez Conejo Heredia no ha otorgado relevancia. La fecha del inicio del estudio histopatológico del supuesto corazón de Saimir consignada por Manuel Crespillo Márquez es el 22 de abril de 2020 y el albanés murió el 9 de mayo. Cabe, por supuesto, la posibilidad de que los patólogos se confundieran al hacer constar el mes o el año. Pero Sardinero y su clienta creen que, en realidad, les entregaron al azar la autopsia de otro corazón. ¿De verdad iba a ser tan torpe la administración como para hacerles llegar deliberadamente un examen de órganos donde consta una fecha del test anterior a la muerte del paciente? Majlinda y Sardinero creen que sí.
Existe también una clara incongruencia en las horas de las muertes de Saimir. El informe de Urgencias la establece a las 17:26 y la autopsia preliminar la fija a las 19:59. En este segundo caso, se trata, claramente, de un error. Castellá confundió el momento del llamado "éxitus" con la hora en la que el médico de urgencias realiza su anotación, que no es otra que las 19:59. De hecho, modificar la hora de la muerte no afecta que se sepa de ninguna forma a la interpretación que pueda hacerse de los hechos acaecidos en el Hospital del Mar.
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La mejor manera de salir de dudas y acabar con el calvario de Majlinda sería practicar la prueba de ADN, pero el juez Conejo Heredia no ha hallado indicios de irregularidades. “Desde el punto de vista de la Administración de Justicia, el razonamiento es el siguiente: 'Aquí se han hecho las cosas bien y de acuerdo con la legalidad, de modo que no me exijan a mí que haga algo para enmendar un trabajo que ya está correctamente ejecutado”, añade el forense Aitor Curiel López de Artaute. Y eso es, en efecto, lo que el juez dictaminó en su auto de sobreseimiento. En otras palabras, el magistrado entiende que no es preciso hacerle una prueba de ADN porque, en su opinión, ha quedado acreditado que el corazón custodiado en Catalunya es el de Sula y tan pronto como la causa sea archivada definitivamente si así lo dictamina la Audiencia de Barcelona, la familia podrá disponer de él.
Sin consentimiento
Si, tal y como sucede, las autoridades españolas no están obligadas a informar ni a pedir el consentimiento para retirar un órgano durante una autopsia, ¿puede solicitárseles compensaciones? “A lo único a lo que se está obligado es a especificar en los exámenes postmortem el destino de los órganos. Para que haya una responsabilidad medida por parte de la Administración, tiene que haber error, daño y relación causal”, precisa López de Artaute.
“En este caso, si no se informó adecuadamente, lo que podría haberse causado es un daño moral a la hermana. Yo tuve un caso parecido en Valladolid de una familia que pidió la devolución de las muestras. La Administración puso trabas y finalmente informó de que habían sido destruidas. Los allegados del fallecido presentaron un contencioso administrativo contra el hospital y lo ganaron. La sentencia obligó al centro sanitario a indemnizarles con seis o siete mil euros por no haberles ofrecido esos restos del cuerpo. Hay que considerar igualmente la posibilidad de que se hubiera producido un error humano de alguna persona en concreto”, prosigue el forense de Valladolid. “Es algo terriblemente excepcional pero en alguna rara ocasión se ha podido despistar la muestra o se han cruzado las de dos pacientes diferentes”.
El problema con toda la controversia que rodea al corazón de Saimir es que ha oscurecido y probablemente debilitado los razonables y denodados esfuerzos de su hermana Majlinda por esclarecer qué pasó en el Hospital del Mar. Tampoco en este caso el juez cree que haya indicios de un homicidio imprudente pero... ¿en qué se basa para ello? Esencialmente, en la autopsia y el examen histopatológico. Ni siquiera los forenses albaneses encontraron durante la segunda autopsia evidencias de violencia en el cuerpo que respalden la idea de que Saimir murió como consecuencia de los golpes. Lo que sí dice la autopsia de Castellá es que había signos de equimosis periorbitaria, y estos son a menudo una señal de la presencia de fractura craneal.
La pregunta es en este caso si un juez debería depositar en un forense la responsabilidad de esclarecer qué sucedió en el hospital con el paciente. “Que una persona muera durante una reducción policial por la fuerza es la cosa más habitual del mundo y esto no tiene necesariamente que guardar relación con traumatismos”, nos dice López de Artaute. “¿De qué mueren? Normalmente, de un cuadro cardíaco. Como consecuencia del estrés y del sobreesfuerzo hacen una parada. Eso a su vez no implica ni que haya ni que no haya una responsabilidad directa de los de seguridad porque pueden producirse ambas situaciones. Alguien puede morir súbitamente sin que intervenga tan siquiera una fuerza excesiva. Es algo que hemos visto incluso con jugadores de fútbol. Hace poco tuve un caso en Valladolid de un chico al que le dio un cuadro de arritmia haciendo rally. ¿A cuántas pulsaciones te pondrías tú si estuvieras ansioso y ocho tipos te intentasen inmovilizar?”.
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"El problema es que la autopsia puede llegar hasta donde llega y a menudo, no puede determinar qué sucedió realmente. Ante la ausencia de hallazgos, se establece una muerte por parada cardiaca y debe ser la investigación judicial la que arroje luz sobre las circunstancias. Es precisamente ahí donde uno puede llevarse las manos a la cabeza si no se han realizado las pesquisas oportunas. Si no se ha hecho nada en el caso del albanés habría que preguntar por las razones a su señoría, el juez. Lo menos relevante de su caso es el asunto del corazón. ¿Por qué iban a ser tan torpes de poner a la disposición de la familia un órgano que en realidad no pertenecía al fallecido?”.
Sardinero ha solicitado las grabaciones del hospital, pero sin éxito. “Lo que dijo este juez es que se tomara declaración escrita a los de Seguridad. Mi abogado respondió que declaración escrita solo se le toma al rey”, sostiene Majlinda Sula. En el acto de sobreseimiento provisional de Conejo, este afirma que se han practicado cuantas diligencias se han considerado esenciales para determinar la naturaleza y circunstancias de las personas implicadas en los hechos y de las actuaciones no se infiere la existencia de un delito ni de una negligencia.