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La Navidad es una época en la que las familias se reúnen alrededor de copiosas cenas y que, en ocasiones, acaban en conflictos. No suelen ir más allá de discusiones que suben de tono y que concluyen con algún portazo. Sin embargo, en otras partes del planeta, aprovechan estas fechas para dirimir sus diferencias a golpes y patadas a ojos de todo el mundo. Es la manera que tienen de comenzar el nuevo año en paz y armonía sin ninguna cuenta pendiente con nadie: todas se libran a puñetazo limpio.
Así sucede al menos en Santo Tomás Chumbivilcas, a 200 kilómetros de la ciudad de Cuzco, en los andes peruanos, donde cada día de Navidad celebran el Takanakuy, una palabra quechua que significa "golpearse entre sí", gráficamente.
Dos mujeres ya se encuentran vendando sus manos antes de enfrentarse en medio de la arena, la plaza de toros de la localidad donde el ritual se viene repitiendo década tras década. La pelea no podrá durar más de tres minutos y podrán golpearse con los puños y las piernas hasta que una de ellas caiga al suelo, ya sea por nocaut o por accidente, se rinda o uno de los ronderos o árbitros determinen la finalización de la pelea.
De esta manera, ambas tratarán de resolver un conflicto que surgió entre ellas a lo largo del año, ya sea personal o familiar y que se salda a base de violencia pero siempre desde el respeto. De hecho, antes de iniciar la lucha, se dan la mano o se abrazan y lo mismo harán en cuanto acabe la pelea, que, en realidad, no suele pasar de un minuto, eso sí, de duros golpes directos. Pese a las heridas sangrantes en el rostro, la mayoría se retira de la contienda riéndose y bailando al ritmo de la Huaylía y acompañada de sus amigas o familiares.
Así, paliza tras paliza, se van sucediendo los encuentros en el día de Navidad, con hombres, mujeres y, hasta hace apenas seis años, también niños como protagonistas. Fue en 2014 cuando el Estado peruano prohibió las luchas entre menores al estimar que eran perjudiciales para su estado emocional.
Los lugareños insisten en que es una manera de solventar pequeños conflictos y empezar el nuevo año en paz o, simplemente, de combatir deportivamente puesto que la pelea debe ser limpia: nunca se puede golpear a una persona que esté en el suelo ni usar ningún tipo de arma.
Si no cumplen las normas, se arriesgan a ser azotados por una autoridad local que actúa como árbitro y que, para evitar cualquier abuso, inspecciona siempre las manos de los luchadores segundos antes de iniciarse el combate.
Hasta 2014, las peleas también se daban entre niños. Ese año el Gobierno peruano las prohibió
Según la tesis publicada este año por Sisko Fernando Rendon en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, Aproximación sociológica a la tradición del Takanakuy, existen dos tipos de enfrentamientos: "los pactados por aquellos que tienen problemas y desean desquitarse en el Takanakuy y las luchas por afición o deporte, que son las que predominan" últimamente. En el caso de las peleas pactadas, los contrincantes se citan en la cancha por el nombre o por las características del disfraz que llevan.
El héroe Gil
La gente se arremolina frente a una pantalla de televisión para ver una de las mejores peleas de quien se ha convertido en toda una leyenda en Santo Tomás Chumbivilcas: Gil Araujo Cárdenas. Hace años que Araujo Cárdenas se retiró de la arena pero ahora trata de enseñar a su hijo las claves para salir siempre victorioso en la contienda.
"Tienes que estudiar al contrincante y tratar de no descuidarlo, para darle el golpe preciso que lo noquee y la parte débil es el mentón", aconseja a su hijo Tony Araujo mientras mueve aún con agilidad sus puños contra un luchador imaginario. Tony asegura sentirse "muy orgulloso" de su padre de quien le han contado que "antes era peleador y nadie le pegaba", razón por la cual también ha participado en la lucha cada año, según relata en el documental Takanakuy, la película, del director Manolo Alcalde.
En ese mismo documental se puede ver a un hombre cubierto con una máscara de lana colorida, denominada "uya chullo", que le cubre todo su rostro. Explica qué es lo que empuja a la gente a enfrentarse entre sí ante los ojos de toda la comunidad cuando llegan las fiestas navideñas: "A veces por el terreno, por la mujer, por robo de ganado o de caballos, pero también por puro orgullo, por la juventud y por la fuerza que tenemos".
"Aquí no hay enemistad, ni rencillas, ni nada. Solo sangre brava de Cusco", grita el animador del evento que se celebra en la plaza de toros de Santo Tomás. La pandemia por la Covid-19 que se sufre desde hace dos años no ha evitado que se lleve a cabo esta tradición, cuyo origen es una incógnita.
Los españoles y los esclavos
Algunos historiadores locales aseguran que se remonta a la época de la colonia, cuando los españoles obligaban a pelear a sus esclavos cada 25 de diciembre como una manera de diversión, aunque esta versión nunca pudo ser corroborada. Al finalizar la dominación española, de acuerdo con esta teoría, el Takanakuy se siguió celebrando, pero fusionado con las tradiciones indígenas.
Así, el día de Navidad, el Año Nuevo o Reyes cientos de mujeres, con sus tradicionales y coloridos vestidos, bailan al son de la Huaylía, que son cantos y danzas incas declaradas en 2016 Patrimonio Cultural de la Nación en Perú. Los hombres también danzan con el rostro cubierto con un pasamontañas y tocados en la cabeza hechos con animales disecados como zorros, venados y aves de la zona andina. La mayoría de ellos beben alcohol para envalentonarse antes de la pelea y siguen bebiendo después para amortiguar dolores tras recibir los golpes.
"Me da pena cuando alguien ve un reportaje del Takanakuy y no entiende nada. Piensan que es una costumbre violenta y salvaje y es cierto que es una tierra brava, pero se trata de un ritual y nunca de violencia gratuita", precisa el investigador y docente Víctor Laime, quien es entrevistado en el citado documental.
Laime recalca que en Santo Tomás Chumbivilcas "siempre hemos resuelto así nuestros problemas de tierras, de amor y de ganado, aunque también puede ser simplemente para mostrar coraje", teniendo en cuenta que "cuando la sangre chumbivilca se agita, hierve". De este modo, revela que en comunidades donde prácticamente había desaparecido esta tradición ahora está renaciendo, dado que es una "cuestión biológica que está metida en la misma sangre de las personas".
Una de las teorías que ha cobrado fuerza para explicar este fenómeno es que Chumbivilcas ha sido durante muchos años una zona totalmente aislada de Perú, donde no había comisarías ni juzgados, por lo que, ante la ausencia de estructuras estatales, ésta ha sido tradicionalmente la manera en la que sus habitantes resolvían sus conflictos.
Una teoría sobre el origen es que surgió cuando los españoles obligaban a pelear a sus esclavos en Navidad
Sin embargo, la tesis de Sisko Fernando Rendon echa por tierra ese argumento al recordar que el Estado "nunca ha estado ausente en estos pueblos, sino que durante años fue un organismo atrofiado por la corrupción, ejemplo de lo cual lo vemos hasta la década de los 70, cuando el control social lo ejercían las autoridades que pertenecían a la clase terrateniente de cada jurisdicción provincial y distrital. Por lo tanto, las poblaciones nunca estuvieron abandonadas, sino que permanecieron bajo el control de autoridades corruptas y abusivas, que ejercían su poder en nombre de un Estado amorfo y coercitivo".
Rendon asegura que la creencia de que estas peleas son la única manera de resolver conflictos enquistados entre la población "no se corresponden a la realidad local, debido a que Chumbivilcas está insertada en la dinámica de la modernidad, existiendo una administración de justicia de diferentes niveles, comunal o distrital con presencia de jueces de paz, además de una judicatura estatal, aunque insuficiente para el tamaño de la población y para las características del territorio".
Sea como fuera el Takanakuy ha pervivido como una fórmula de resolución de conflictos tradicional, demostración de orgullo o de pertenencia o un espectáculo que vuelve a esa plaza de toros del pueblo cada año en sus últimos días de vida. Y ya se sabe, una vez en la arena, una persona puede retar a pelear a otra de su mismo sexo y acabar con cualquier discusión a base de golpes sin que exista el rencor gane quien gane.
Las otras Navidades a golpes
Otros sitios de Perú. No sólo en Santo Tomás de Chumbivilcas se puede ver este tipo de rituales, también en las ciudades peruanas de Cuzco, Arequipa y Lima había citas como estas que, en la mayoría de las ocasiones, se ha diluido la tradición para convertirse en un negocio de apuestas.
Bolivia. En un pueblo de Potosí existe un ritual similar, denominado Tinku, que se celebra el 3 de mayo, por la festividad de la Cruz, y que significa pelea en conjunto entre las comunidades.
Guatemala. En la aldea Chivarreto de San Francisco El Alto, en el departamento de Totonicapán, cada Viernes Santo se celebran las tradicionales peleas a puño limpio en un cuadrilátero. En este caso, los participantes escogen a sus contrincantes entre el público y, si estos aceptan, comienza la lucha que atrae cada año a miles de personas, muchas de ellas extranjeras que suelen acabar besando el ring tras el golpe certero de un local.