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"Te voy a llevar a un sitio secreto que te va a encantar", le avisó Olexander, el guía ucraniano. Raúl Moreno (Albacete, 1979) se subió al coche. Iba acompañado de su traductora y amiga Marina. No tardaron en adentrarse en un bosque. Tupido, nevado y silencioso. El silencio, asegura Raúl, el fotógrafo español que mejor conoce y seguramente más veces ha estado en Chernóbil —dirige tours fotográficos en la zona—, es una de las características de la zona de exclusión, la tierra contaminada por el desastre nuclear del 26 de abril de 1986. Se trata de un perímetro de 30 kilómetros alrededor del reactor accidentado. Aquel era su cuarto viaje a la región y aunque sabía que ese silencio todavía escondía muchos misterios, no se imaginaba las dimensiones de lo que iban a enseñarle sus jóvenes acompañantes.
Algo empezó a sospechar cuando el coche se paró frente a unas robustas puertas metálicas con las estrellas rojas soviéticas. El soldado que las custodiaba les exigió la documentación y las autorizaciones que Olexander, el guía, llevaba preparadas. Nada más entrar y poner el pie sobre el manto blanco del suelo —el crudo invierno es el mejor momento para visitar la zona porque la nieve hace de aislante frente al suelo contaminado—, el fotógrafo se quedó paralizado. Delante de sus ojos, una estructura metálica ingente, un enjambre de metal y antenas, se alzaba hacia el cielo. La monumental construcción, destartalada y obsoleta, pero a la vez grandiosa, tiene 800 metros de largo y más de 100 de alto.
Pero, ¿qué es esto?, preguntó. "Bienvenido al cuartel militar del Duga 3, el mayor radar secreto de la Unión Soviética para detectar misiles estadounidenses de largo alcance", le informaron. Frente al fotógrafo, acogiendo al radar, se extendía un acuartelamiento abandonado, una serie de instalaciones y pabellones que debieron de ser las salas de control del radar y el resto de infraestructuras militares. El conjunto se presentaba ante el visitante como un escenario bélico en el que todavía se respira secretismo, miedo y tensión militar. Lo mismo que hoy se palpa en toda Ucrania ante el temor de una invasión rusa, como si no hubieran pasado más de 30 años de la explosión, de la caída del muro de Berlín (1989) y de la independencia de Ucrania (1991).
El Duga —puede traducirse como arco en ruso— es un mega radar construido en el más estricto secreto por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), supuestamente para detectar misiles americanos de largo alcance. Es el número 3 porque forma parte de un sistema en el que se incluían el Duga 1 y 2, levantados en la zona de Mykolaiv, también en Ucrania, a 500 kilómetros de Chernóbil (también escrito Chernobyl). El Duga 3, a tan sólo 10 kilómetros en línea recta de la central, fue abandonado tras el mayor accidente nuclear de la historia de la Humanidad: la explosión del reactor 4 de Chernóbil.
Captar misiles nucleares
"Hoy es un reclamo turístico en la zona, pero en 2016 aun no lo conocía nadie", recuerda Raúl Moreno de su primera visita al radar abandonado, frente al que posa en la foto que abre este reportaje. Reside en Roma, desde donde desgrana para EL ESPAÑOL | Porfolio toda su experiencia acumulada en Chernóbil y cómo el radar ha sido una de las infraestructuras de la zona que más le han impactado.
Los dirigentes soviéticos exigían a sus ingenieros estructuras y barreras para saber qué hacía EEUU
Cuando los rusos abandonaron la zona destruyeron todo el material sobre su muro metálico y la red a la que pertenecía: destinada a captar señales a miles y miles de kilómetros con un sistema del que poco se conoce, aunque los expertos dudan incluso que funcionara. Pero los dirigentes soviéticos exigían a sus ingenieros estructuras y barreras para saber qué hacía Estados Unidos, para detectar cualquier supuesto ataque, incluso desde el otro lado del Atlántico. La obsesión de captar las señales que emitirían los misiles nucleares, de interceptar la amenaza y reaccionar a tiempo. De conocer qué hace el enemigo. De vigilar para no estar nunca desprevenido. Lo contrario de la confianza, la esencia del conflicto. Como en la Guerra Fría. Como ante una posible invasión de Ucrania por la Rusia de Putin.
El radar comenzó a construirse en 1972, a la par que la central nuclear —levantada entre 1970 y 1977— y una década después de la crisis de los Misiles de Cuba. En 1962, EEUU descubrió que la URSS disponía de misiles nucleares de medio alcance en la isla. La alta tensión generada por el hallazgo pudo convertirse en el detonante de un conflicto bélico, pero las negociaciones secretas entre Kennedy y Kruschev —ahí nació el teléfono Rojo— lograron zanjar la crisis. Finalmente, la URSS accedió a la retirada de las armas nucleares, a cambio de que EEUU retirase a su vez sus misiles de Turquía e Italia. Pero la Guerra Fría, la mutua desconfianza, continuaba.
Pájaro carpintero
En 1976, el radar empezó a funcionar. EEUU acababa de perder en Vietnam y sólo faltaban tres años para que la URSS invadiera Afganistán. La fecha se conoce porque, a pesar de tratarse de una instalación de alto secreto, ésta emitía un molesto repiqueteo que interfería en ondas radiofónicas y comunicaciones telefónicas. Similar al de un pájaro carpintero. Fue el sobrenombre que se le dio, a la señal entonces y al radar una vez identificado.
El desconocido sonido, que los radioaficionados pudieron localizar en la URSS pero no ubicar de forma precisa, protagonizó diferentes teorías: desde que era una forma de interferir y controlar comunicaciones, a que se trataba de una onda que podía manipular el comportamiento humano. Si entonces eran sólo teorías irreales, hoy son la base de cómo utilizar la tecnología en los conflictos: del control y manipulación de comunicaciones, a ciberataques.
El Duga 3 tiene casi un kilómetro de largo. Para llegar hasta el muro metálico, una vez dentro del recinto acuartelado del bosque de Chernóbil, hay que recorrer 500 metros de oficinas y pasillos del cuartel militar. Están repletos del material abandonado, descuidado y lleno de polvo. Nada de lo que dejaron los soviéticos ha ayudado a despejar las incógnitas que aún pesan sobre la infraestructura, una de las más importantes en la defensa de la URSS.
Hubo distintas teorías: desde que interfería comunicaciones a que servía para manipular el comportamiento
Lo que sí queda claro al visitar la zona es la labor propagandística soviética. Un cartel de la época advertía de los peligros de la llegada de los americanos. Una mujer rusa llora frente a un hombre estadounidense. ¿Cómo se sabe que lo es? Los propagandistas lo dibujaron con un sombrero Panamá. El americano era el enemigo dispuesto a cualquier acción, como infiltrarse en aquel lugar sagrado.
Ironías del destino, 40 años después EEUU lidera las negociaciones para evitar que sea Rusia la que invada Ucrania. Fue precisamente Ucrania quien se lo pidió tras el desgaste de la guerra intermitente que ambos países mantienen al este del país, en el Donbás. Desde 2014, Rusia se mueve estratégica y militarmente para quedarse con esta región ucraniana donde predomina la lengua rusa. Según la ONU, en estos siete años de conflicto han muerto unas 14.000 personas.
La tensión lleva años creciendo y Rusia amenaza ahora con una invasión de Ucrania. Vladimir Putin buscaría anexionarse el país fronterizo con fines geoestratégicos en una demostración de su supremacía —alimentada por un renacimiento de la memoria soviética— frente a la OTAN y la Unión Europea.
Comida contaminada
El Duga 3 dejó de emitir en 1989, coincidiendo con la caída del muro de Berlín. Su abandono total es uno más de los que padecen los habitantes de la zona de exclusión de Chernóbil, recuerda el fotógrafo Raúl Moreno, hoy un chernobiliano más. Visita la zona prácticamente cada año desde 2011, ha investigado cómo afecta la contaminación a la alimentación de sus vecinos y tiene una familia adoptiva allí. Pero antes, el inicio.
Pregunta.- ¿Cómo llega, por primera vez, un fotógrafo español, de Albacete, hasta Chernóbil?
Respuesta.- Por curiosidad. Había visto un reportaje sobre los liquidadores de Chernóbil, personas que la URSS había utilizado para para limpiar la zona de exclusión: desde militares, a ingenieros, bomberos, médicos, enfermeras… Quise contar esa historia. Contacté con varias asociaciones españolas que colaboraban en la zona y que traen a niños y niñas ucranianos en periodo vacacional como Chernóbil Elkartea y Asnia. Ellos me dieron los contactos y me planté allí.
P.- ¿Qué recuerdas de aquella primera vez?
R.- Llegué en el invierno de 2011 dispuesto a fotografiar la zona. Los primeros en entrar habían sido los fotógrafos ucranianos, pero seguían quedando ángulos por cubrir. Me centré en la transmisión de la contaminación por los isótopos radiactivos a la alimentación. El suelo está contaminado, por tanto, la comida también... Es un enemigo invisible. No se aprecia. No se nota nada, pero con los años se habla de que la contaminación radioactiva provoca daños cardiovasculares, problemas con la tiroides y algunos tipos de cáncer. Las mujeres tienen a veces miedo a quedarse embarazadas por temor a malformaciones.
P.- ¿Dónde te alojaste?
R.- Me quedé en una casa particular, en Ivankiv, en casa de una enfermera de Chernóbil. Quería tener contacto con los locales.
Hoy son su familia ucraniana. Muchos viajes después, Raúl se siente aquí en casa. Su nivel de conocimiento de la zona lo ha llevado a organizar tours fotográficos. Bipa, la enfermera que lo acogió aquella primera vez —estuvo entonces un mes y medio— y en sus siguientes viajes, se considera su "abuela ucraniana". Lo trata como si lo fuera. Sabe que el trabajo de su nieto inmortalizando lo que pasa en Chernóbil es tan importante como el suyo. Enfermera en la provincia, ha dedicado parte de su vida a visitar a aquellos que no quisieron abandonar la zona de exclusión.
P.- ¿Sigue habiendo miedo en la gente? ¿Hablan de lo que ocurrió?
R.- No es que no hablen, es que lo tienen normalizado. Claro que tienen miedo y les encantaría poder borrar la historia. Pero allí la gente no tiene muchos recursos. En cualquier caso, no todas las zonas están contaminadas o no se conoce todo bien. A día de hoy, todavía se mapean zonas. Orane, por ejemplo, es una aldea cercana con altos niveles de radiación acumulada en el suelo. Allí las raíces de lo que se cultiva absorben los isótopos radiactivos (estroncio 90 y cesio 147).
La explosión afectó inicialmente a 142.000 kilómetros cuadrados. Hoy el perímetro de mayor seguridad, la conocida como zona muerta, la zona de exclusión, está marcada en 30 kilómetros alrededor de la central. La ciudad de Prípiat, a 3 kilómetros de la misma y de 50.000 habitantes, fue totalmente desalojada.
"He sobrevivido a los nazis, ¿qué me importa vuestra radiación?"
En la zona de exclusión hay que moverse con un contador Geiger, un medidor de radiación que detecta partículas contaminadas y radiaciones. Por seguridad. "Hay zonas muy contaminadas, llamadas manchas de radiación, y si no llevas Geiger puedes estar pasando por ellas y no enterarte", explica el fotógrafo. En ese perímetro altamente contaminado, recuerda Raúl, "sólo viven algunos ancianos que quisieron regresar". Él habla especialmente de una: "He sobrevivido a los nazis, qué me importa vuestra radiación", le decía.
Los habitantes tanto de esta zona como de las inmediaciones se han acostumbrado a la presencia militar. "Siempre hay soldados, puntos de vigilancia y controles", explica Raúl Moreno. La militarización ya aumentó el verano pasado por la inmigración de Bielorrusia a Polonia. Estos días crece ante la tensión militar con Rusia.
El camino más recto para llegar a Kiev desde la frontera rusa pasa por Chernóbil. Acortar kilómetros es el único motivo que tendría el Ejército ruso para pasar por una zona contaminada y arruinada como Chernóbil.
P.- ¿Se teme una invasión rusa?
R.- Hay gente que cree que no va a pasar nada, y, por supuesto, unos están más preocupados que otros. Bipa, que es muy religiosa, dice que será lo que Dios quiera. Otros se preguntan: ¿para qué iba a querer Rusia Chernóbil? Si esto seguro que produce más gastos que beneficios, suelen decir. Hay una cosa que todos tienen clara: Ucrania es muy grande y Chernóbil no es la parte más interesante para Rusia, pero es cierto que al hacer frontera con Bielorrusia podría ser susceptible de ser utilizada para una invasión. Sería más fácil mandar tropas por Bielorrusia, aliada de Rusia. La mayor de las preocupaciones en Chernóbil, ante el miedo a una nueva guerra, es la partida de los hombres.
P.- ¿De los jóvenes?
R.- Los jóvenes, los reservistas… Si hay conflicto, los llaman al frente. Saben que si hay guerra, volverán a marcharse.
Como Víktor. Volvió de la guerra del Este, en la zona del Donbás, en 2016 y hoy trabaja como voluntario en el centro de ayuda a liquidadores de Chernóbil y veteranos de guerra del pueblo. Se trata del punto de encuentro de las dos grandes catástrofes del país. De la explosión nuclear al conflicto bélico con Rusia que comenzó en 2014.
Los liquidadores de Chernóbil, toda la población que ayudó en la reorganización de la zona, reciben ayuda y seguimiento médico físico y psicológico. Raúl conoció a uno de los bomberos que participaron en las labores de extinción en los primeras horas del accidente.
Ivan Shavrei murió poco después de que Raúl le fotografiara. "De repente, de un ataque al corazón". Los veteranos y los liquidadores tienen un carnet que, además de acceso a terapeutas, les facilita una serie de descuentos en la zona. Se apoyan los unos a los otros, se acogen, se escuchan. "Les ayudan a superar situaciones traumáticas, muchos volvían del frente y lo dejaban con la mujer, y tenían problemas de alcoholismo, se multiplicaban los conflictos…", desgrana Raúl.
P.- Y en Chernóbil, ¿hay rusófilos?
R.- Hay sentimientos encontrados. La mayoría de la gente está a favor de una Ucrania independiente. Aunque siempre hay algún nostálgico de la URSS, sobre todo al Este del país, aquí hay un fuerte sentimiento antirruso por una parte de la población, porque Ucrania ha sufrido mucho por la URSS. En los años 30 del siglo pasado, tras la I Guerra Mundial, llegó la gran hambruna ucraniana, el Holodomor [la traducción es "matar de hambre"]. Ucrania, que era el granero de Europa, culpa a la URSS de aquella hambruna horrorosa que dejó millones de muertos. Hoy hay miedo de Putin: dicen de él que sólo conoce el lenguaje de la guerra y se habla de febrero como posible fecha para una invasión.
Kruschev en Ucrania
Presidente de la URSS. Nacido en 1894 en Kalínovka, una aldea rusa muy cercana a Ucrania, Nikita Kruschev fue primer secretario general del Partido Comunista soviético (PCUS) en la República Socialista de Ucrania de 1938 a 1947 y presidió la URSS durante parte de la Guerra Fría, de 1958 a 1968.
Batalla de Stalingrado. Participó en la batalla de Stalingrado y, tras ello, fue llamado a ser asesor de Stalin. En noviembre de 1943, acompañó a las tropas soviéticas que tomaron Kiev tras la invasión alemana de Ucrania.
Reconstrucción de Ucrania. Antes de ser máximo dirigente de la URSS y tras la II Guerra Mundial, regresó a Ucrania como primer ministro soviético en la zona. Sus objetivos eran reconstruirla y rusificarla. Impuso el servicio militar obligatorio.
El grano ucraniano. En Ucrania quiso aumentar la producción agrícola. En 1946 una gran huelga protestó contra sus políticas: más del 50% del grano de las cosechas tenía que ser cedido al Estado.
Crimea. En 1954, ya como presidente de la URSS, regaló la península de Crimea a Ucrania en conmemoración de los 300 años de su adhesión a la Rusia zarista. En 2014, Vladímir Putin volvió a anexionarla a Rusia.
Políticas ineficaces. Hijo de agricultores, durante su presidencia de la URSS, Kruschev se empeñó en mejorar la vida del pueblo soviético, aunque sus políticas agrarias fueron duramente criticadas por ineficaces.
Zona 'selfie'
Ante los tambores de conflicto armado, Ucrania ha puesto en cuarentena actividades como el turismo. Precisamente una de las nuevas fuentes de ingreso de la zona. Chernóbil se ha convertido en zona selfie, dice Raúl, un fenómeno acrecentado tras la emisión de la serie de HBO en 2019. "Esta es una zona pobre y es verdad que hay gente que está hasta las narices de ver pasar autobuses, que realmente no paran en los pueblos ni las aldeas, pero la gente se conforma diciendo que algo de dinero deben dejar en la zona".
Raúl tenía organizado un viaje guiado para principios de marzo. Pero el Ministerio de Exteriores de España ha aconsejado no viajar a Ucrania. Así que da por hecho que se anulará. Habría sido su tercer tour guiado por la zona. "Intento transmitir a la gente que viene conmigo a esos viajes todo lo que he vivido y aprendido en el lugar. No pretendo que sea algo frívolo, quiero que sepan lo que ocurrió y cómo vive su gente hoy en uno de los lugares más contaminados del planeta". Asegura que no importa las veces que vaya: todavía sigue siendo como la primera vez que pisó la zona cero.
P.- ¿Cómo fue?
R.- Buah… Chernóbil, fue impresionante. Prípiat, una ciudad de 50.000 habitantes sin un alma… Es como el apocalipsis, desolador. No importa las imágenes que hayas visto antes: te quedas sin palabras, acongojado.
Asegura Raúl que Ucrania le ha convertido en el fotógrafo documental que es hoy. "Ucrania me ha cambiado. Convivir con ellos ha sido una de las experiencias más bonitas de mi vida. Me hizo empatizar de manera honesta con lo que están viviendo. Chernóbil me hizo dar un paso importante en mi carrera como fotógrafo. Una manzana cambió el modo con el que posteriormente enfocaría mi trabajo".
Habla de una manzana malformada, fruto de la tierra contaminada de Chernóbil. Esa cuyas gentes se preguntan qué interés podrían tener ellos ahora para una Rusia que amaga con invadir el país, si a ellos hace más de 30 años ya les dejaron abandonados y no recogieron ni los bártulos. Imponente, aunque obsoleto, el antiguo espía del cielo, el Duga 3, es un símbolo de Chernóbil, tan inservible como su tierra contaminada.