El 1% de la sociedad es psicópata. Maticemos: tiene algunos rasgos psicopáticos. Usted también los tiene. Compruébelo haciendo el test del investigador canadiense Robert Hare. Pero no se asuste con los resultados.
Para el inventor de esta escala, no todos los psicópatas acaban convertidos en Hannibal Lecter, pero "los peores llevan ropa de marca y ocupan suntuosos despachos en la política y las finanzas. La sociedad no los ve, o no quiere verlos, y consiente", aclara el psicólogo Hare.
Algunos observadores han dicho que Putin no tiene rostro, ni sustancia, ni alma. Un hombre de la nada, que puede parecer cualquier cosa. Ninguna de las etiquetas de una sola palabra que suelen asignarle (ejecutor, cleptócrata, autócrata) ofrece una explicación satisfactoria de su personalidad.
Sólo la combinación de sus vivencias en la infancia y de otros rasgos psicológicos lo convirtió en estadista. Acaso megalómano, paranoico y agresivo, pero también muy inteligente y eficaz. De hecho, Putin se entiende mejor como un compuesto de múltiples identidades que se derivan de esas experiencias y que ayudan a explicar su improbable ascenso desde agente del KGB hasta la cima del poder ruso.
Infancia de hambre
El poeta británico William Wordsworth (1770-1850) deslizó en su poema Rainbow ('Arcoiris') un verso que es un credo para psicólogos y pedagogos: "El niño es el padre del hombre", lo cual sugiere que hay que buscar en la infancia su comportamiento actual, tanto para ellos como para ellas. Putin tuvo una mala infancia.
Está bien, está bien. Antes de entrar en los detalles, ya podemos oír los murmullos. Muchas personas tienen infancias difíciles y a la mayoría de ellas no se les pasa por la cabeza atacar a una nación de más de 40 millones de habitantes para destruir sus vidas. Cierto, pero tampoco es raro que tras las infancias robadas se yerga un desquite.
Putin nació en 1952 en Leningrado, una ciudad que había sufrido ocho años antes un asedio nazi de 900 días. El cerco mató a la tercera parte de su población: un millón de personas. Fue el sitio más destructivo de la Historia. Su padre resultó gravemente herido en la guerra; su madre casi muere de hambre. Perdieron a sus dos primeros hijos.
Cuando nació Vladímir, Leningrado aún no se había recuperado y la vida era extremadamente difícil. Los Putin vivían en una habitación de veinte metros cuadrados en un apartamento en ruinas con otras dos familias. Ni agua caliente, ni bañera, poca o ninguna calefacción. A Vladímir lo dejaron al cuidado de otra familia porque los padres trabajaban tanto como podían para sobrevivir. Su padre, con raíces humildes en la provincia de Ryazan, trabajaba en una fábrica o a veces de conserje; su madre, en cualquier encargo ocasional.
De su infancia de hambre, intimidación, abandono y depresión de los padres, heredó un montón de traumas. Es evidente de lo que carecía: apego, el vínculo fuerte y necesario entre un padre y un hijo. Tampoco hubo lazos con otros miembros de la familia: abuelos, tías, tíos, primos. La amabilidad y el afecto no parecían formar parte del mundo de Putin. La Psicología dice que las personas que lastiman a otras personas han sido víctimas en el pasado.
La Psicología dice que las personas que lastiman a otras personas han sido víctimas en el pasado
María Carrasco, psicóloga clínica: "Necesita ser el más grande, estar por encima de los demás, para conseguir logros personales que le permitan valorarse y compensar así las deficiencias en los afectos paternos. Una madre deprimida por la pérdida de dos hijos, y un padre quizá autoritario, no le permitieron sentirse reconocido ni querido".
Judo como supervivencia
Como cuenta la miniserie de la BBC Putin, de espía a presidente (Movistar +), en la escuela primaria una maestra sacó a relucir su intelecto pero los niños del edificio de apartamentos le hicieron bullying y tuvo que aprender a defenderse. Thaís Capella, psicóloga especializada en personalidad: "Estamos ante una víctima de sí misma, producto de una procedencia que proyecta, inevitablemente, en su presente. Ha trasladado su supervivencia personal a nivel colectivo, haciendo que el pueblo ruso siempre esté preparado para lo peor".
Se inició en el judo a los 10 años. Las artes marciales y el estudio del judo moldearon la personalidad de Putin. En un vídeo realizado por él mismo en 2008 habló elocuentemente de las virtudes de disciplina de este deporte, así como de su respeto por los profesores y compañeros y de su humildad.
inturón negro de taekwondo y poseedor de un rango de 8º dan, es junto con Steven Seagal uno de los pocos judokas no japoneses de ese rango en el mundo y un verdadero embajador de este arte. Los vídeos de Putin practicando judo muestran no sólo su inmenso talento, sino también un estilo flexible, lúdico y competitivo. El judo como forma de vida que traslada a la política. María Carrasco: "En esos deportes de lucha sin armas quiere mostrar su valor; a él no le importa que le ataquen, lo que no soporta es que le ignoren".
Las amistades de toda la vida de Putin proceden del judo: su sensei (maestro) ya fallecido, y sus compañeros artistas marciales, hoy todos multimillonarios en la lista de sanciones tras la anexión de Crimea en 2014 y la actual la invasión de Ucrania. Sanciones que también se han llevado por delante los títulos honorarios que el propio Putin consiguió en el extranjero, entre ellos, el cinturón negro de taekwondo. Un pequeño mundo que también se desmorona.
Un extraño entre los espías
Con el tiempo, obtuvo un título en Derecho y se unió al KGB. Pero el daño que condujo a su comportamiento actual ya estaba hecho. Produjo un macho man desconfiado, impredecible, cultivador de medias verdades y maestro de la desinformación... un oficial que permanece psicológicamente atado a una Unión Soviética que ya no existe. Su nostalgia de ese imperio es una segunda oportunidad que inconscientemente quiere concederse a sí mismo para recuperar una infancia usurpada.
Thaís Capella: "El problema es que arrastra a los pueblos en su propia distorsión. Ángela Merkel confesó sentirse desconcertada en sus conversaciones con Putin al no percibirlo en contacto con la realidad. Le dijo a Obama que creía que Putin estaba en otro mundo".
Los antecedentes de Putin como oficial del KGB han marcado toda su vida profesional. En el Servicio de Inteligencia modeló su ethos y su sentido de identidad: la encarnación de un sueño de la infancia.
Desde que era joven, Putin ha cultivado una imagen de sí mismo como superviviente, parvenu, advenedizo, outsider. Origen humilde en una clase social superior. En muchos aspectos, era incluso un extraño dentro del KGB.
Fue reclutado en la década de 1970 como parte de un plan del director, Yury Andropov (que llegó a presidir la URSS entre 1982 y 1983), para incorporar a una nueva generación de agentes fuera de los canales habituales. Pero Putin no ascendió rápidamente. No formaba parte de las estructuras de liderazgo del Partido Comunista (PCUS) y permaneció como un extraño durante la década de los 80.
Durante la Perestroika fue destinado a una triste oficina de la provinciana Dresde, en Alemania Oriental, donde permanecería hasta después de la caída del Muro de Berlín.
Tras su mandato como teniente de alcalde de San Petersburgo (la Leningrado del hambre), en el verano de 1996, Putin fue destinado a Moscú para ayudar a erradicar intereses arraigados en las mafias políticas y empresariales de la capital. Otra vez un forastero.
Ejecutor, hostil, expansionista
El componente concienzudo de su personalidad lo señala como diligente, con una fuerte ética del trabajo. Aprende alemán e inglés. Se encarama poco a poco en la élite política de Moscú. Todavía no habíamos entrado en el siglo XXI, exactamente en diciembre de 1999, y Boris Yeltsin le entrega la Presidencia de la Federación Rusa. Desde ese día se marca una misión: sacar a su patria del atolladero político y económico, tras el colapso de la Unión Soviética.
Una investigación de la Unidad para el Estudio de la Personalidad en la Política (USPP), de las universidades de St. John y St. Joseph de Minnesota ofrece un psicodiagnóstico sobre el presidente ruso y lo categoriza como dominante/controlador (una medida de hostilidad), ambicioso/egoísta (una medida de narcisismo), intrépido/aventurero (tendencia a tomar riesgos) concienzudo, introvertido y desconfiado. La combinación de estos patrones dibuja un tipo de personalidad compuesto que se describe como un "ejecutor hostil expansionista".
Su perfil psicológico indica que disfruta del poder de dirigir a otros y de suscitar obediencia y respeto. Es duro, poco sentimental y resolutivo. Por su componente ambicioso es audaz, competitivo y seguro de sí mismo, asume fácilmente el rol del liderazgo, espera que los demás reconozcan sus cualidades y, a menudo, actúa como si todo le estuviera permitido.
Madeleine Albright, tras reunirse con el líder ruso: "Putin es pequeño y pálido, tan frío que parece casi un reptil"
La psicóloga María Carrasco cree descubrir en él impulsos irracionales: "Y sobre todo deseo de venganza, tanto social como personal, le da igual la vida de los otros, como él mismo dice en sus entrevistas: sus opositores no eran importantes; él sí busca la importancia y la superioridad".
Por su parte, Thaís Capella encuentra rasgos en su lenguaje no verbal: "El gesto facial más común de Putin es el desprecio, una de las siete emociones universales listadas por el prestigioso Paul Ekman, y que denota sentido de superioridad para el que la muestra y miedo en el que la percibe. Es muy difícil que alguien externo a él pueda hacerle cambiar de opinión".
El cerebro reptiliano
Aunque muy capaz para visiones generales, carece de las habilidades políticas del detalle y es más tecnócrata que visionario. Como individuo intrépido tiene personalidad atrevida pero inclinada a tomar riesgos calculados. Por su introversión, tiende a no desarrollar lazos fuertes con los demás, es deficiente en la capacidad de reconocer las necesidades o sentimientos del otro y carece de espontaneidad y vitalidad empáticas.
Madeleine Albright, que fue secretaria de Estado de Estados Unidos, se reunió con el recién nombrado presidente interino Putin y el presidente saliente Boris Yeltsin en 2000. En un artículo en el New York Times de hace unos días lo recordaba: "Mientras que Yeltsin engatusaba, fanfarroneaba y halagaba, Putin hablaba sin emociones sobre su determinación de resucitar la economía de Rusia y aplastar a los rebeldes chechenos". Volando a casa, Albright registró sus impresiones: "Putin es pequeño y pálido, tan frío que parece casi un reptil".
Thaís Capella lo ratifica desde la Psicología: "Alguien que desprecia a todo el que no piensa como él al final se siente aislado e incomprendido y va a la suya desde la parte del cerebro más primitiva: el cerebro reptiliano competitivo".
Y añade: "El cerebro reptiliano alude a una fase de desarrollo del cerebro primitiva y competitiva, de pura supervivencia, en contraposición al prefrontal, o cooperativo, que se basa en el apoyo mútuo".
Nosotros y ellos
Las principales fortalezas de la personalidad de Putin como político son su comportamiento dominante y la asertividad. Sus principales defectos, su intransigencia, falta de empatía e inflexibilidad cognitiva.
Los académicos estadounidenses Lloyd Etheredge y Margaret Hermann, en sus estudios sobre los efectos de la personalidad en Política Exterior, señalan algunos rasgos en los que no cuesta reconocer a Putin: "Están muy dispuestos a usar la fuerza militar, tendiendo a dividir el mundo entre los valores morales que creen acertados y las fuerzas que se oponen a esta visión".
Este maniqueísmo divide a la población entre nosotros y ellos. El estilo político que genera está caracterizado por la paranoia y la desconfianza ante los motivos de los demás, lo que da como resultado una política exterior centrada en cuestiones de seguridad y estatus.
Hay acontecimientos recientes en los que Putin aparece señalado como instigador, que parecen confirmar esta teoría: la guerra cibernética rusa, la injerencia en las elecciones estadounidenses de 2016, las acciones militares en apoyo de Hafed al Assad en Siria y, desde luego, la invasión de Ucrania.
La sagrada estrategia
La mayoría de los perfiles de Putin no han dado en el blanco. Etiquetarlo como un matón o como una mera herramienta de intrincadas estructuras siloviki -las comunidades militares, policiales y de inteligencia- no dice mucho. Esos análisis han llevado a errores predictivos con respecto a las acciones que emprendería Rusia, el advenimiento de una nueva Guerra Fría o un conflicto militar entre Rusia y Occidente como el que vivimos ahora.
"Estos años de poder absoluto le han hecho creer que, sin él, Rusia no sobrevivirá. Algo narcisista"
Se tiende a ver a Putin como meramente táctico, en lugar de estratégico, pero esa visión es equivocada. Son dos caras de la misma moneda que le permiten audaces y peligrosos desafíos en política exterior como Ucrania, Georgia, Siria, China, India y Occidente. En ocasiones, Putin ha demostrado la flexibilidad magistral del maestro de ajedrez y ha cambiado las prioridades, pero siempre sin desviarse de la visión estratégica: el interés nacional de Rusia y su vuelta a una supuesta grandeza ancestral.
Putin admira la fuerza, la disciplina y el control, y lo exuda. En Rusia, los individuos existen para servir al Estado y, por lo tanto, sus derechos son secundarios. Desde sus primeros días en el Kremlin, Putin ha perseguido el objetivo de ser un estadista, de restaurar y fortalecer el Estado redescubriendo y recuperando los valores fundamentales de la Santa Rusia.
'Mindfulness' de la Historia
A lo largo de su Presidencia, Putin ha elevado la supervivencia del nivel personal al nacional. Procedió a acumular reservas masivas de petróleo, gas y productos refinados, alimentos para el ganado, uniformes militares, tiendas de campaña, medicamentos y generadores, con el fin de que Rusia dispusiera de recursos para resistir cualquier desastre. Natural, por supuesto, pero también las catástrofes económicas o militares que pudiera infligirle Occidente.
En el ámbito terapéutico, este temor ante un peligro que todavía no existe, como el remordimiento por acontecimientos que ya lo fueron, forman parte del flujo incesante del ego a través de la mente, es decir... del delirio colectivo de las naciones.
Si Vladímir Putin hubiera sido budista habría practicado con Occidente el mindfulness de China: aprovechar el momento para hacer negocios. En lugar de ello –ay, aquella habitación diminuta, aquel imperio soviético en el que podría haber sido un niño feliz- se ha sentido acosado por los enemigos de siempre y, con un golpe imprevisto, ha traído la destrucción a Europa y, paralelamente, a su propio país.
Las psicólogas de nuestro reportaje son inclementes con él. María Carrasco: "Creo que solo una mente caótica puede crear este caos externo. Aunque no todas las mentes caóticas y con deficiencias afectivas van por el mismo rumbo. Músicos, científicos, escritores... han podido crear otros mundos mejores y más sublimes".
Thaís Capella: "Tantos años de poder absoluto le han hecho creer que, sin él, Rusia no sobrevivirá y, fruto de esta creencia falaz, ha generado una personalidad claramente narcisista, egocéntrica y con falta de autoconsciencia".
Adentrándose en la mente de Vladímir Putin, Nina Khrushcheva —bisnieta de Nikita Jrushchov y profesora de la New School de Nueva York, experta en Rusia— concluye que "es frío y calculador, fue subestimado y ha sucumbido finalmente a una megalomanía histórica mundial".
Último episodio de esta megalomanía es Ucrania y lleva desde el 24 de febrero perturbando e inquietando a la mitad de la humanidad, por no hablar de los muertos, los refugiados y el apocalipsis sobre el terreno. El asertivo Putin no se mordió la lengua al informar sobre el estado de alerta de sus armas estratégicas (atómicas).
Los soldados de su operación militar especial, como él llama a esta invasión, tampoco dudaron al disparar temerariamente sus ráfagas contra la central nuclear de Zaporiyia. Media humanidad, insomne, está siendo víctima de una pesadilla real que parece no tener límites.
Carrasco cree que la única respuesta eficaz debe venir desde fuera: "Es un psicópata capaz de hacer una masacre siempre que él se salve. Es terrible pensarlo así, porque no tiene sentido, pero ese es su universo imaginario. También creo que sólo los límites externos le pueden salvar de él mismo y salvar al resto".
Capella opina que el límite se lo pondrán los suyos: "Si le atacas de frente aseveras su desprecio y reafirmas todavía más su posición. Cuanto más atacado se sienta, más necesitará posicionarse por encima de quien le ataca. El límite es más factible desde dentro; de los suyos, que vean que pierden económicamente y lo frenen".
Cuando era un niño, Vladímir Putin albergaba ideales de redención; cuando fue adulto dijo: "Creo que puedo cumplir todos mis sueños". Ahora que es presidente los está cumpliendo.
El miedo, según Putin
El muro de Berlín acababa de caer. En la oficina encubierta del KGB en Dresde, el oficial Putin quemaba documentos. Una multitud se acercaba. Angustiado, el espía pidió ayuda a Moscú. Nadie contestó. "Entonces comprendí que el país ya no existía". Este recuerdo figura en el libro de entrevistas First Person (Primera Persona), concedidas por Vladímir Putin en 2000, recién nombrado presidente.
En el mismo libro, Putin rememora un recuerdo de infancia. Había ratas en el edificio de Leningrado. Putin y sus amigos las perseguían a palos. Putin arrinconó a una en lo alto de la escalera. Pero en cuanto se dio la vuelta, la rata saltó sobre él. "Me quedé sorprendido y asustado. La rata intentó huir, pero por suerte fui más rápido".
En la academia de inteligencia del KGB, un supervisor evaluó deficientemente una prueba de Putin por "sensación de peligro reducida". "Esto se consideró un defecto muy grave –recuerda Putin-. El miedo es, como el dolor, un indicador. Tuve que trabajar mi sentido del peligro durante mucho tiempo".
En First Person, Vladímir Putin concluye sobre los enemigos de Rusia: "Si te pones nervioso, ellos pensarán que son más fuertes".
La paranoia procede del miedo exagerado y sin fundamento y es uno de los rasgos de la personalidad de Putin. Un efecto de ese miedo es la creación, en 2016, de la Rosgvárdiya, la Guardia Nacional Rusa, una fuerza que cuenta con unos 350.000 soldados y que sólo es leal a él. El general a cargo de la Rosgvárdiya es Viktor Zolotov que fue el guardaespaldas personal de Putin.
Nadie la controla, ni la Duma, ni el Ejército. ¿Por qué necesitaría Putín una poderosa guardia pretoriana? Diga lo que diga de sí mismo, alimenta un profundo miedo a su propio pueblo. Tiene miedo de que algún día se levante contra él. El zar Nicolás II también disponía de una guardia así, la Okhrana. Lo protegió hasta 1917, cuando el pueblo ruso dijo "basta".