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Coinciden los historiadores en que el origen de la devoción por el tambor en Hellín, Albacete, 30.000 habitantes, hay que buscarlo en la visita de san Vicente Ferrer en 1411 a la zona. El dominico español, patrón de Valencia, predicaba contra hechiceros y brujas y en sus procesiones iba precedido por varios tamborileros. En parte, se dice, para que le hicieran caso, en parte para ahuyentar -como sucede en África o en Japón- demonios y malos espíritus.
Este viernes, más de 600 años después, Hellín volverá a concentrar a más de 20.000 tamborileros en sus famosas tamboradas. Declaradas en 2018 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco -también son de Interés Turístico Internacional- junto a las de otras localidades españolas, las de Hellín son, con estas cifras, las tamboradas de Semana Santa más multitudinarias de España.
Entre los miles de tamborileros -locales y visitantes- ataviados con túnica negra y pañuelo al cuello que recorran las calles de Hellín, al menos a uno el redoble de su tambor también le sirve para ahuyentar un mal recuerdo. Se llama José Julián Álvarez, aunque todo el mundo le conoce como Pepete. Nació en 1937, dice él, "con un tambor bajo el brazo". Pero, a los 20 años una máquina para trabajar el esparto le trituró el derecho.
No quiere ni acordarse de los años que vinieron. La Semana Santa, que era "su vida" precisamente por el tambor, se convirtió en un calvario. Hasta que tiró de ingeniería casera. Hoy, a sus 85 años, y con toda su familia, sigue bordando el racataplá -así se llama uno de los redobles de tambor más típico de la zona-. Ésta es la historia de Pepete, el tamborilero hellinero que convirtió su propio brazo en una precisa máquina de percusión.
En casa de los Álvarez, cuando nacen los niños, lo primero que reciben como regalo es un tambor. El último ha sido para una bisnieta que acaba de cumplir cuatro meses. Un juguete más, como lo fue para Pepete de niño. "En casa siempre hemos sido tamborileros y nazarenos, yo de pequeño jugaba en la calle con los otros niños con una lata y dos palos".
"De pequeño jugaba en la calle con los otros niños con una lata y dos palos hacíamos un tambor"
Entre la calle y la familia, Pepete había aprendido a tocar el tambor y asegura que lo hacía muy bien. La emoción crecía en Cuaresma, cuando comenzaba el ritual: "Era entonces cuando sacábamos los tambores de la cámara para limpiarlos".
La cámara, como se llama en la zona de los Campos de Hellín al desván, utilizado muchas veces como trastero y guardarropa, juega un papel clave en la historia de Pepete. Allí reposan los tambores cuando no se utilizan y allí guardó la familia durante años el brazo ortopédico que le dieron a Pepete tras perder el suyo.
Pero primero, los años malos. Al día siguiente del accidente, después de que le operaran en un asilo que regentaban las monjas en Hellín, Pepete se percató de lo que le había pasado. No recuerda mucho más. Como si hubiera querido olvidarlo: "Yo tenía 20 o 21 años", dice. Eso sitúa el trágico accidente laboral entre 1957 y 1958. Llevaba trabajando en la empresa casi cinco años.
Pepete cree que alguien le contó que los restos del brazo los habían llevado al cementerio. Su mujer, que trabajaba en la misma fábrica que él, aunque aún no eran novios, recuerda la conmoción que embargó a todos los empleados. Ella, Lola, 82 años, explica más detalles de la máquina que arrancó la extremidad a Pepete: "Servía para ablandar el esparto, de allí ya salían sacos casi cosidos".
Portero de la fábrica
Cuando Lola dejó la fábrica para hacerse peluquera no se imaginaba aún que aquel chico por el que tanta pena había sentido se iba a convertir en su marido. Hoy los dos nos atienden en su casa familiar con banda sonora propia. Hay dos canarios cantando de fondo. "He llegado a criar hasta 40", presume Pepete.
Tras el accidente, le recolocaron en la empresa. "Don Pedro Ródenas Córcoles me colocó en la portería y me dejó un piso para vivir", recuerda.
La empresa, Yutera del Carmen, fundada en 1940, da nombre a una avenida de la localidad. Los tiempos cambiaron y hoy se ha reconvertido en una fábrica de envases de film y otros materiales. Factura casi 40 millones de euros al año. El fundador no llegó a verlo. "Don Pedro Ródenas murió joven, por desgracia…". Pepete habla con él con cariño: "Me regaló incluso una túnica para Semana Santa".
Pero sin brazo, dejó de participar en ella: "Cuando llegó la fecha y vi a mis amigos… me afectó mucho". Pasaron cuatro o cinco años. "Me habían hecho un brazo ortopédico, pero lo habíamos guardado en la cámara, hasta que un día apareció y pensé en ponerle el palillo para darle al tambor", recuerda.
"Me habían hecho un brazo ortopédico, pero lo habíamos guardado en la cámara. Un día, apareció"
Como Robert Downey Jr., en su personaje de Tony Stark en Iron Man, se puso a trabajar para crearse un brazo biónico. Además de unas cuantas herramientas, contaba con sus entre ocho y 10 centímetros de muñón en el hombro. Es la parte que le permite asir el brazo al tronco con unas correas para poder ejecutar los movimientos.
Primero, juntó el palillo al brazo con un muelle. No funcionó. La segunda vez añadió un tornillo. "Tampoco". Pero no dejó de experimentar. "Corté el palillo por la mitad, le puse el muelle al mismo palillo y uní un tubo", desgrana. Cuenta lo que vino después con la emoción de un gran descubrimiento. Para él era más que eso: "Si ve usted, cuando me puse el brazo, aquello temblaba y dije 'toma ya' que lo voy a conseguir".
Fue un momento de éxtasis: "Lloraba como un chiquillo", dice, mientras vuelve a hacerlo. Desde entonces, presume, ha vuelto a tocar el "racataplán" y el "milindrillo". Son los toques típicos del tambor en Hellín. La RAE no los recoge como término pero la web www.tamborada.com, de la Asociación de Peñas de Tamborileros de Semana Santa de Hellín, ha registrado los audios de los mismos.
Desde que construyó su propio brazo redoblador Pepete no ha dejado de salir en su Semana Santa, salvo los dos últimos años de COVID. De hecho, para la televisión local el silencio del tambor de Pepete se convirtió en el símbolo del "silencio" de la Semana Santa hellinera el fatídico 2020. En 2013 un documental con ese mismo nombre, Silencio, del director albaceteño Ismael Olivares, centrado en la Semana Santa, había convertido a Pepete en un personaje de la gran pantalla.
Unos años antes, en 2009 Pepete había sido nombrado Tamborilero destacado de la Semana Santa de su ciudad. Comparte el honor con uno de los hellineros más internacionales: el investigador experto en medicina regenerativa y biología del desarrollo, Juan Carlos Ispizúa.
Fue Tamborilero del año 2017 y para recibir el galardón, el reputado científico que ha logrado revertir el envejecimiento en ratones y cuyo nombre suele aparecer en las listas de posibles premios Nobel, vistió túnica y pañuelo y se colgó el tambor.
"El tambor es más que arte y cultura, es comunicación en la evolución humana y una alegría tremenda que Hellín represente, quizás, uno de los puntos culminantes en esa evolución del tambor y estoy orgulloso de formar parte de esta asociación, y más como tamborilero del año y tamborilero de Honor", dijo ese día de 2017 Ispizúa. Los hellineros le recuerdan visiblemente emocionado y disfrutando del estruendo de los redobles.
Esta Semana Santa, Pepete ha vuelto a darle a las baquetas con garbo y eso que, se queja, ya tiene alguna dolencia. La primera tamborada oficial, una de las más multitudinarias, tuvo lugar el Miércoles Santo. También la de hoy, Viernes Santo, que une dos puntos clave de la Semana Santa. Empezó en la medianoche de ayer, tras recogerse la procesión del Silencio del Jueves Santo, y se prolonga hasta la tarde de viernes con la bajada al Calvario.
"Lo que más siento es la edad", dice Pepete, mientras se prepara para colocarse la túnica y colgarse de nuevo el tambor. No sabe -por el gentío de estos días- si en algún momento llegará hasta El Rabal, la céntrica calle hellinera, centro neurálgico de las tamboradas.
A dos minutos andando de El Rabal se encuentra el Museo de la Semana Santa. Tras una inversión de 600.000 euros, fue inaugurado por el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page en marzo de 2021.
El museo confirma, igual que su Semana Santa -con un 100% de ocupación hotelera para estos días- que el tambor es prácticamente el santo patrón de la localidad. Como los percusionistas que acompañaban a San Vicente, los tamborileros de Hellín serían sus lugartenientes. De hecho, el origen del tambor es más bien militar: se tocaba históricamente para animar a las tropas. Para Pepete, con su brazo ortopédico tuneado con tornillo y muelle, redoblarlo, al lado de otros 20.000 tambores, es el símbolo de una lucha. En su caso, ganada.