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Una ambulancia con las luces encendidas de urgencia, pero sin las sirenas puestas, hizo el recorrido del aeropuerto de Torrejón de Ardoz al Hospital San José en la calle Cartagena de Madrid.
Delante del vehículo sanitario iba un coche con las lunas tintadas y detrás otros dos con el mismo aspecto de secretismo. Todos los vehículos entraron directamente en el garaje subterráneo de la clínica.
Es la madrugada del 14 de abril de 2012 y dentro de ese transporte de emergencia se encuentra el que en aquel momento todavía era jefe del Estado, Juan Carlos I.
En el quirófano número tres de la planta de Traumatología le esperaba el doctor Ángel Villamor, el mismo cirujano que había intervenido previamente a su majestad de sus lesiones de rodilla y pie. El ya famoso traumatólogo había sido informado unas pocas horas antes de que el Rey llegaría de madrugada a la capital española con una posible rotura de cadera.
La opinión pública no sabía nada, ni lo sabría hasta la mañana siguiente, cuando a las nueve de la mañana se dé la noticia a todos los medios de comunicación a través de un comunicado tras haber sido un éxito la operación.
Fueron dos días muy largos para todos. Más bien eternos para el jefe de la Casa de su Majestad el Rey, Rafael Sporttorno; para Vicente García-Mochales, jefe de escoltas de Juan Carlos I, y para el entonces jefe de Relaciones de la Casa con los medios de Comunicación, Javier Ayuso.
Cuando se cumplen 10 años de aquel episodio, muchos aseguran que esas 48 horas fueron el principio del fin de un reinado que hasta entonces contaba con el cariño y el beneplácito de casi todos los españoles. Justo 76 años atrás, el 14 de abril de 1936, España se había acostado monárquica para levantarse republicana.
Lo cierto es que esa semana ya había sido bastante movida. El 9 de abril, el travieso Froilán, el hijo mayor de la infanta Elena, se había pegado un tiro en el pie jugando con una escopeta en la casa de su abuela paterna, en Soria, mientras pasaba unos días con su padre, Jaime de Marichalar.
Desde ese lunes de Pascua, Ayuso había intentado esquivar las preguntas de la prensa, que tras ver que la reina Sofía acudía sola a la Clínica Quirón de Pozuelo a visitar a su nieto mayor, se preguntaban dónde estaba el Rey.
"Javier ya no sabía qué decir, ni que excusa dar. Intentaron quitarle importancia a la herida del niño para que nadie viera necesario que el abuelo y jefe del Estado acudiera a visitarlo. Pero Spottorno y Ayuso conocían el verdadero destino inesperado del Jefe (como llaman en Zarzuela al rey emérito). Y eso era algo que, teniendo en cuenta la situación de crisis y el reciente estallido del Caso Nóos, no se podía revelar salvo razón de fuerza mayor.
No iba a quedar nada bien decir que el jefe del Estado no había ido a visitar a su nieto porque estaba en Botsuana cazando elefantes en un viaje romántico para recuperar a la que había sido su amante durante diez años y que le había dejado hacía unos meses. Ayuso lo pasó francamente mal, pero claro, eso no era nada comparado con lo que vino después", recuerda una persona del equipo del entonces rey Juan Carlos.
El ahora rey emérito llevaba en el país africano con Corinna Larsen desde el Sábado Santo, día 7 de abril. La idea era celebrar con un safari el décimo aniversario del hijo de la exprincesa alemana, Alexander; ese era el regalo que Juan Carlos hacía a la madre y al niño por su cumpleaños. Aunque, en realidad, él no pagaba absolutamente nada; todo corría a cargo de su amigo Mohamed Eyad Kayali, el empresario hispano sirio, que fallecería en 2019, y que ejerció en sus últimos años como administrador personal del rey Salman de Arabia Saudí, íntimo del padre de Felipe VI.
Llegar a tiempo a misa
La vuelta estaba prevista para el 14 de abril para llegar a tiempo para la misa del domingo de Pascua en la catedral de Palma de Mallorca, con los Príncipes, sus dos hijas, y la Reina Sofía. El Caso Nóos ya estaba encima de la mesa y Rafael Spottorno ya había calificado el comportamiento de Iñaki Urdangarín como "poco ejemplar". Así que a la celebración de Palma solo acudiría la estricta Familia Real.
Pero una llamada de García-Mochales, jefe de los escoltas del rey, a Rafael Spottorno la madrugada del 13 de abril desde el campamento de Johan Calitz en Botsuana trunca todos los planes. Juan Carlos y Corinna, acompañados del hijo de ésta y su exmarido, John Adkins, se encuentran en la región de Okavango, una enorme concesión del Gobierno de Botsuana, ubicada en la franja sur del Parque Nacional de Chobe, una extensión de más de 10.000 metros cuadrados repleta de elefantes, leones, jirafas, cebras… El paraíso para los cazadores de grandes presas. De hecho, en su primer día de caza, el entonces jefe del Estado se había cobrado su primera pieza, un elefante de gran tamaño.
Los amigos del rey Juan Carlos, más sus seis personas de seguridad, se alojan en el campamento Joverega Camp, un grupo de tiendas de campaña con comodidades propias de un hotel de cinco estrellas. "Rafael, la hemos jodido. El Jefe se ha caído hace unas horas, no sabemos cuánto tiempo ha estado tirado pidiendo ayuda. Parece gordo, el médico del campamento cree que se ha roto la cadera, tenemos que volver ya". Así contó García-Mochales al jefe de la Casa de su Majestad el Rey el accidente que Juan Carlos había tenido esa noche cuando se había levantado para ir al cuarto de baño de su tienda.
Nada más colgar, la maquinaria de Zarzuela se pone en marcha para solucionar la vuelta del Rey y ser capaces de controlar las consecuencias de este fatal hecho.
Spottorno despierta al secretario del Rey, Manuel Paredes, que se encuentra fuera de Madrid aprovechando que su jefe está en África cazando, y a Javier Ayuso, que tras el tiro en el pie de Froilán decide renunciar a sus vacaciones de Semana Santa en la casa que tiene en el País Vasco Francés por si acaso.
A la espera de Paredes, los otros dos hombres se reúnen en el Palacio de la Zarzuela, en el despacho del jefe de la Casa. Tras hablar de nuevo con el jefe de los escoltas de Juan Carlos I, deciden trazar el plan que deben seguir. García-Mochales, un hombre resuelto e inteligente, ya ha dispuesto todo para la vuelta desde el país africano.
Desde el país africano aseguran que Juan Carlos I tiene la cadera rota, pero hay que confirmar el diagnóstico y decidir qué hacer
En Botsuana tienen el mismo huso horario, así que ya saben que el avión con el emérito aterrizará esa madrugada del 14 de abril en el aeropuerto de Torrejón de Ardoz, en Madrid.
Tras hablar con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que tampoco sabía dónde se encontraba el jefe del Estado -algo bastante habitual entre los presidentes del Gobierno por las andanzas del Rey-, deciden avisar al doctor Ángel Villamor, para que reciba al paciente en el Hospital San José y valore las lesiones.
Desde el país africano aseguran que el rey Juan Carlos I tiene la cadera rota, pero hay que confirmar el diagnóstico y decidir el tratamiento a seguir.
"Ayuso solo decía que nos iban a comer con patatas. Él estaba convencido de que a la opinión pública había que contarle toda la verdad, todo lo que era posible contar, claro, porque si no se descubriría después y la cosa sería muchísimo peor", revela la misma fuente.
Una vez decidida la ruta a seguir, Spottorno llama al Príncipe de Asturias. Felipe se encontraba disfrutando de sus vacaciones privadas, esas en las que se encuentra ahora mismo también. Había viajado al sur de Portugal con la idea de reaparecer en Palma de Mallorca el Domingo de Resurrección, exactamente igual que su padre. Cuando el heredero al trono se entera de la noticia, decide volver de inmediato a Madrid. Intuye que será algo más serio de lo que parece.
El día 13 de abril de 2012 seguramente fue la jornada más larga en la vida de Rafael Spottorno y Javier Ayuso. Con la llegada del secretario del Rey, Manuel Paredes, a Zarzuela, los tres pasan ese viernes intentando encontrar una luz en el túnel en el que el viaje a Botsuana de Juan Carlos I para recuperar el amor de Corinna les ha metido.
Entre todos deciden que lo mejor es que cuando el avión aterrice en Madrid, una ambulancia le traslade a la Clínica San José para seguramente ser operado de madrugada y si todo sale bien, contar la verdad y aguantar el chaparrón que les va a caer encima.
Pero en todo este puzle hay una pieza que no termina de encajar, y es Corinna Larsen. Todos saben, porque la conocen de sobra, que la examante de Juan Carlos va a pretender bajarse del avión en Torrejón y acompañar al rey hasta el hospital.
Además, sabiendo lo aprensivo que es el emérito, están seguros de que hasta él se lo habrá pedido por el miedo a que le ocurra algo estando solo.
Cuando el vuelo OE-LXR de Vistajet procedente de Maun llega al aeropuerto de la capital española en la madrugada del 13 de abril, Spottorno, Ayuso y Paredes, están esperando junto a la ambulancia.
"Solo hay una idea en la cabeza de Rafael, decirle a Corinna que se vaya a casa, que siga en el mismo vuelo rumbo hacia Ginebra para volver a Mónaco. No quieren una situación como la que ocurrió en Barcelona unos años antes (nuestra fuente se refiere a la operación para extirparle a Juan Carlos un nódulo en el pulmón, en mayo de 2010) cuando hubo que sacarla por la puerta de atrás del Hospital Clínic de la Ciudad Condal porque por la principal llegaba la Reina Sofia".
"Esta vez, el tema era demasiado grave como para tener a la alemana rondando también por allí y que alguien se enterara de quién era. Cuando Spottorno le comunica que, por favor, no baje del avión, que siga con el viaje, Corinna entra en cólera y le pide a Juan Carlos que interceda por ella. Pero el Rey es consciente de lo que se le viene encima y, además, está medio drogado por culpa de los analgésicos para el dolor; así que no la defiende".
"La alemana se vuelve a Suiza, tras discutir con el jefe de la Casa en inglés con palabras 'poco bonitas' y desde ese momento deja de ser, de forma definitiva y para siempre, la amiga especial del Rey", cuenta la misma persona.
El rey Juan Carlos I estuvo toda la noche previa a su alta ensayando la frase: "Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir"
Con la amante fuera del tablero, los tres hombres siguen a la ambulancia al Hospital San José, donde le espera el doctor Villamor para intervenirle de una posible rotura de cadera. A su llegada le hacen las pruebas pertinentes y se decide operar de inmediato.
Los hombres del Rey, en comunicación continúa con el entonces Príncipe de Asturias (que ya ha llamado a su madre, la Reina Sofía y a su hermana Elena, para informarles del lío) vuelven a reunirse para trazar los pasos a dar a la mañana siguiente, cuando el país despierte.
"No volverá a ocurrir"
Mientras discuten las distintas estrategias a seguir, entre las que se valora ocultar parte de los hechos o contarlo todo, el doctor Villamor sale del quirófano diciendo que todo ha ido bien. Entonces es cuando se decide contar la verdad, pero omitiendo detalles como la existencia de la amante o quién pagaba el viaje, entre otras cosas que con el tiempo se descubrieron igualmente.
Será Ayuso quien escriba el comunicado en el que se anuncia el accidente del Rey en Botsuana, el traslado a Madrid y la intervención en el hospital. Y será él también el que aguante las llamadas de cientos de periodistas ansiosos por saber más detalles.
Cuando amanece en Madrid, la noticia corre como la pólvora por todo el país. España se acostó con un rey entero y saludable y se levantó con un aventurero maltrecho, en lo que se convertiría en el principio de su caída total.
Pero tanto Spotorno como el jefe de Comunicación saben que esto no será suficiente. El hecho de que el Rey se encontrara en un safari de lujo cazando elefantes en África es un acto que la opinión pública no va a olvidar fácilmente. "Muchos estamos convencidos, incluso él, de que, si don Juan Carlos no llega a caerse en Botsuana y nadie se hubiera enterado de nada, hoy estaría reinando y moriría como rey. Aquello fue el principio del fin. Él lo tiene claro y muchas veces, pasado el tiempo, echa la culpa a la frase de 'lo siento, me he equivocado' que, según él, le obligaron a decir y que, según él, fue lo que hizo que se le perdiera el respeto", cuenta un amigo cercano al emérito.
Aquella frase fue escrita por Javier Ayuso, a petición de Rafael Spottorno, y la pronunció Juan Carlos cuatro días después de su operación, cuando los médicos le dieron el alta para que siguiera en casa con la recuperación de su cadera. Seguros de que las explicaciones que se habían dado no iban a ser suficientes para que los españoles perdonarán al monarca, deciden hacer un intento de acercarlo al pueblo, de hacerlo más humano. La idea es grabar un vídeo en el que el jefe del Estado pida perdón por lo que ha hecho, y asegure que no lo volverá a hacer.
"Llaman al equipo de Televisión Española, que en ese momento lo encabeza el periodista Luis Lianes y al cámara de fotos de la Agencia EFE, y los cuelan por la puerta de atrás del hospital, ya que la principal está llena de periodistas. Cuando llegan a la habitación del Rey se empeña en hacerlo de pie porque él, a pesar del dolor que siente, se niega a que lo vean sentado en una silla de ruedas. Lo mejor de todo es que se habían pasado toda la noche ensayando la frasecita y no era capaz de decirla seguida, todo porque en su fuero interno sabía que no quería decir eso, le parecía humillante. Al final lo consiguen grabar y se manda a los medios a través de TVE y EFE", explica la misma fuente.
Fueron 48 horas de locura para Spottorno, Ayuso y Manuel Paredes que veían cómo tapando una grieta se abría otra, y cómo los detalles del viaje a Botsuana iban saliendo en los medios de comunicación, incluida una foto de Juan Carlos con un pobre elefante abatido por él a sus espaldas.
"Cuando pensábamos que tras la imagen con el pobre bicho la cosa no podía ir a peor, nos equivocábamos. El remate tuvo lugar cuando llegó la reina Sofía a visitar a su marido al hospital con los todavía duques de Palma. Nadie avisó de que Urdangarin iba a ir a la clínica y lo hicieron con toda la intención, porque sabían que Rafael y Javier les hubieran pedido que no fueran así, ya que el Caso Nóos estaba en pleno apogeo. Cuando el jefe de Comunicación de la Casa vio bajarse al exjugador de balonmano del coche, delante de toda la prensa que estaba esperando en la puerta, casi le da un infarto. De hecho, confesó a los periodistas habituales de Zarzuela en aquella época que, en ese momento, estuvo a punto de mandar a la m... a todos y dejar el cargo, pero finalmente dejo que las aguas volvieran a su cauce", relata la misma persona.
Mientras millones de españoles veían en televisión, incrédulos, el famoso mensaje de "Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir", Corinna Larsen, ya de vuelta en su casa de Mónaco, comunicaba por escrito a su amante a través del móvil que habían terminado para siempre y que el vídeo en el que pedía perdón era "una humillación que un rey jamás debería permitir". A Spottorno también le mandaría otro mensaje, pero con una sola frase: "Fuck you (Que te jodan, en inglés)".
Javier Ayuso, periodista de profesión con una carrera súper respetada entre sus colegas, primero en diario El País, y después durante un corto periodo en el BBVA, puede presumir de haber escrito los dos discursos más importantes de Juan Carlos I, a pesar de los que dio en la transición y de los muchos pronunciados en Nochebuena. El primero fue el del principio de su fin, con la frase "lo siento, me he equivocado" y el segundo el que daría el dos de junio de 2014, en el discurso de su abdicación.