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"Un entramado de empresas de la Costa Brava pertenecientes a alemanes y a la propia burguesía catalana sirvió de tapadera durante la Segunda Guerra Mundial y después al finalizar, para, en primer lugar, hacer llegar al Tercer Reich materias primas estratégicas para su esfuerzo bélico y, una vez concluida la contienda, para ayudar a escapar a los nazis huidos de la Justicia aliada", afirma el cazatesoros barcelonés Marçal Font Espí.
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No es un secreto que el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, la formación que eleva al poder a Hitler, adquirió una importancia singular antes incluso de la Guerra Civil española en la capital de Cataluña. Lo que Font ha descubierto ahora es que, al igual que Denia o que Madrid, ciertas comarcas de la costa de Girona y, más específicamente, varios lugares como la localidad costera ampurdanesa de Sant Feliu de Guíxols o las minas de Osor fueron hasta bien entrados los años 50 importantes santuarios nazis y jalones de valor singular en las llamadas "ratlines" o "itinerarios de rata", que es el nombre común con el que coloquialmente se designan las rutas de escape utilizadas por los colaboradores nazis perseguidos por los vencedores tras la guerra.
Marçal Font es librero de viejo, además de una especie de detective adicto a los desafíos intelectuales. A Marçal, de 41 años y oriundo de Badalona, le fascinan los documentos polvorientos y mohosos y los misterios de la historia. Y este enigma, concretamente, se le planteó en agosto de 2021 a raíz del hallazgo de un diario en alemán.
El cuadernillo fue encontrado por un vaciapisos francés bajo los papeles y objetos inservibles de un antiguo edificio de Sant Feliu. Hace ahora algunos meses, el librero lo adquirió y de inmediato comprendió que aquella libreta manuscrita con una complicada caligrafía era un diario redactado hace ochenta años por un miembro de la Wehrmacht.
El cuaderno era un rompecabezas que contiene episodios de la vida en el frente de un soldado nazi llamado Günter Zeschke, en un periodo que abarca desde noviembre de 1939 hasta marzo del 42. Antes incluso de considerar su venta, Font se propuso descifrar todos los secretos que rodean al diario.
Nazi de corazón
¿Qué cuenta Zeschke en el cuaderno? "Nuestro transporte, el buque mercante alemán MS Togo, parte hacia Noruega a las siete de la mañana escoltado por torpederos y lanchas rápidas a través del estrecho de Skagerat", escribió el soldado alemán el 20 de abril de 1940. "Empezamos el viaje con sentimientos encontrados. De repente, vemos dos trayectorias de torpedos dirigiéndose hacia nuestro barco. Los proyectiles no consiguen alcanzar el MS Togo. Un U-Boat —un submarino naval— es posteriormente destruido por un vuelo aliado. Ese es nuestro bautismo de fuego en el cumpleaños de nuestro Führer".
Tras adentrarse por los a veces inconexos pensamientos del soldado Zeshcke, Marçal entendió rápidamente que Günter —nacido en Berlín el 15 de marzo de 1921— simpatizaba con el ideario nazi. "En primer lugar, sabemos que se unió voluntariamente antes de la guerra a una especie de milicia informal conocida como Landwehr-Kommandeur", apunta el librero.
"También hemos averiguado que era un habitual de las películas del circuito de Goebbels, lo que refuerza la idea de que su compromiso con el partido iba más allá del que adquiere alguien reclutado por la fuerza". Günter explica en el cuaderno que sirvió dos meses como paramédico en una unidad de intendencia de camillas de la 165 División y luego, a petición propia, fue transferido a un grupo de zapadores desplegados en los frentes de Noruega y de Finlandia.
El francés que le vendió a Font el diario ignoraba cómo había acabado en un piso del Bajo Ampurdán, de modo que el librero especulaba inicialmente con la posibilidad de que fuera parte de la herencia de un pensionista alemán fallecido en la Costa Brava. Esta hipótesis aparentemente razonable se debilitó cuando descubrió que el soldado nazi se había convertido tras la guerra en un reputado geólogo. Como científico, Günter escribió numerosos artículos y un libro en alemán —Prospección de yacimientos extrayendo minerales pesados de las arenas de los ríos— que proporcionaron una pista clave para resolver el rompecabezas. ¡El prólogo del ensayo está fechado en el mismo Sant Feliu de Guíxols! Es decir, el vínculo de Zeschke con Cataluña debía remontarse, al menos, a 1964, fecha de publicación de su investigación en España.
Ese mismo libro ayudó a entender que Zeschke trabajó durante años como experto en la prospección de uranio. Lo que aún no sabía Marçal Font era cómo había terminado Günter en la Costa Brava. Esa parte del misterio permaneció intacta hasta que, hace dos meses, el cazatesoros catalán visitó Sant Feliu de Guíxols y realizó varios descubrimientos sorprendentes. El principal fue averiguar que una hija del soldado nazi, Margarita Zeschke, de 64 años, seguía viva y residía en la misma localidad costera donde el cuaderno había sido hallado.
Pero había algo más. Después de hablar con el historiador local Francesc Bosch, Font averiguó que Sant Feliu de Guíxols había sido un pequeño bastión nazi antes y durante la Segunda Guerra Mundial, que una vez albergó un Hogar Social donde las Juventudes Hitlerianas iban de vacaciones. Ese mismo edificio de estilo modernista también sirvió como refugio después de la guerra para nazis huidos y funcionarios franceses del Gobierno colaboracionista de Vichy.
Don Ricardo el Nazi
Siguiendo tras la estela del soldado nazi, viajamos también a Sant Feliu de Guíxols y realizamos, para empezar, una visita al cementerio. Hay una tumba parcialmente cubierta por la hiedra sobre el suelo arenoso donde se adivina el nombre de un difunto alemán fallecido en 1988 a pesar de que parte de las letras se han desprendido ya de la placa de mármol.
El nombre de "Richard Schwenke" no le resulta familiar al empleado que hallamos a la entrada del camposanto, pero tan pronto como mencionamos a "Don Ricardo el Nazi" hace un ademán de asentimiento y nos conduce hasta la lápida sin vacilaciones entre los mausoleos y atestados edificios de nichos de ese bellísimo cementerio modernista. Que Sant Feliu fue una localidad muy próspera lo atestigua la profusión de lujosos monumentos funerarios. Junto a la tumba de "Ricardo el Nazi" son visibles también las lápidas de otros muchos alemanes, como si la comunidad germana de esa población costera del Bajo Ampurdán hubiera decidido crear un gueto postmortem.
La presencia de alemanes en Sant Feliu no es un fenómeno nuevo. Algunas de las empresas locales vinculadas a la antaño pujante industria del corcho habían estado dirigidas por centroeuropeos desde finales del siglo XIX, lo que atrajo a los germanos a la ciudad hasta bien entrado el siglo XX. Y entre ellos se hallaba el propio Don Ricardo. Según el historiador Francesc Bosch, "Richard Ernst Schwenke Moser (29 de abril de 1906), trabajaba como contable en una fábrica local de corcho desde su llegada a la localidad, en 1929. Durante la Guerra Civil, abandonó la población, pero regresó tras el final de la contienda convertido en miembro del Partido Nazi".
Los aliados se referían a él como un "espía", aunque Bosch es de la opinión que era más bien una especie de "informador menor", el "hombre del partido en Sant Feliu". Schwenke era la clase de alemán que se paseaba sin complejos por el pueblo con una cruz gamada en la solapa o que colgaba en su vivienda una bandera nazi. Lo interesante, en todo caso, es que su presencia en la Costa Brava no era aislada.
Tal y como explica Bosch, el centro de operaciones de los nazis en la localidad hasta la derrota de Hitler fue el citado Hogar Social, situado en un edificio conocido como Can Cases. Aún se conservan fotografías donde se puede ver a niños nazis de veraneo, rindiendo homenaje a una esvástica en el jardín junto a gente del pueblo. La institución formaba parte del llamado Winterhillwerk —Servicio Social de Invierno—, una red internacional de centros de asistencia social establecida en España con las bendiciones del Gobierno de Franco.
Un recorte de época recuerda que el centro fue inaugurado por el presidente del Partido Nacional Socialista en España, Hans Thomsen, y el cónsul general de Alemania en Barcelona, Rolf Jaeger, así como autoridades locales de Falange. También lo visitaron Ingeborg Nikerke, jefa del Servicio Exterior de Mujeres nazis, y Celia Giménez, delegada de la Sección Femenina de las J.O.N.S. en Alemania y madrina de la División Azul.
Después de la Segunda Guerra Mundial, ese mismo edificio se convirtió en la sede de un centro de excursionistas presidido por el hijo de un empresario corchero alemán, Heinrich Heller, cuya empresa se hallaba en la lista de negocios bloqueados por los Aliados. Este último hecho no era insólito porque una parte importante de esa industria del corcho ubicada en la Costa Brava había estado en manos de camaradas nazis.
Burguesía catalana filonazi
"Y esa es justamente una de las conclusiones más sorprendentes a las que, de un modo indirecto, nos ha conducido el hallazgo del diario", dice el librero Marçal Font. "Tras la Primera Guerra Mundial, aquella Alemania maltrecha por el Tratado de Versalles deriva capital hacia ciertas zonas industriales del País Vasco y Cataluña, donde había una comunidad germana asentada desde el siglo anterior. Esta colonia de la Costa Brava vinculada ya a la industria del corcho se fortalece e invierte en minería y otros productos y crea sociedades para la explotación de las minas de fluorita de Osor. Cuando estalla la Guerra Civil y Cataluña pasa a estar bajo el control de la República y, más tarde, de los anarquistas, estos alemanes se exilian y se nazifican".
En 1936 había 63 grupos nacional socialistas locales en la Península Ibérica, y 21 de ellos estaban en Cataluña
"A raíz del triunfo de Franco, la mayoría regresa sin ocultar sus simpatías por el caudillo y por el Führer y tendrán un papel fundamental en la creación de un entramado de empresas que van a servir de pantalla para exportar de forma encubierta a Alemania algunas materias primas como la fluorita de Osor, fundamental para el esfuerzo bélico de los nazis", aclara.
"Hay varios de estos triángulos perfectamente identificados en los que una empresa de la Costa Brava con capital filonazi, un testaferro de la burguesía catalana y un práctico de puerto como el de Palamós crean una tapadera para comerciar con un país en guerra, pese a la supuesta neutralidad de la España de Franco. Había compañías implicadas en el comercio con los nazis también en Palafrugell, Figueras, Girona y, por supuesto, en Sant Feliu de Guíxols. Concluida la contienda, todo este entramado y todos los que tomaron parte en él, incluidas algunas conocidas familias catalanas, quedarán perfectamente blanqueadas".
Al final ha resultado que el hallazgo del diario es menos la historia de un soldado nazi que la de un enorme paraguas de impunidad silenciado durante muchas décadas. "Tal y como yo lo veo, esto no se ha investigado lo suficiente ni de lejos", dice Font Espí. "De todos es sabido que Denia se convirtió en un nodo de atracción nazi donde vivían cómodamente criminales como Gerhard Bremer u Otto Skozerny. Pero Gerona —y más concretamente la Costa Brava— también fue un paraíso nazi hasta bien entrado el siglo XX. Y no debemos olvidar que la contribución de estos criminales al esfuerzo bélico permitió a Hitler prolongar el conflicto y continuar asesinando a inocentes en sus campos de exterminio".
"Se sabe que la presencia nazi en Barcelona y algunas zonas costeras de Cataluña fue muy importante antes de la guerra", apunta el historiador Francesc Bosch. Aunque el Partido Nazi estuvo prohibido en España durante la República, tenía una sede en Barcelona dirigida por Hans Hellerman. En 1936 había 63 grupos nacional socialistas locales en la Península Ibérica, y 21 de ellos estaban en Cataluña. Sant Feliu fue posiblemente uno de los más activos y numerosos.
Hasta algo antes del final del conflicto y la espantada, se hallaban presentes en Cataluña organizaciones nazis como el Frente Laboral Alemán o la llamada Volkswoholffahrt, clubs como el Verein Germania, un fondo de ayuda —Deutscher Hilfsverein—, asociaciones culturales como la Deutsche Studentschaff, una parroquia protestante o un servicio de control portuario gestionado directamente por la Gestapo.
"Lo que sucedió después de la contienda es que el franquismo creó un espacio de impunidad gracias también a la indulgencia de los aliados", añade Bosch. "En España, gente como Clarita Stauffer dirigía una red que ayudaba a muchos miembros del Partido Nazi a esconderse y, cuando era necesario, también les ayudaba a huir a América Latina. El propio dictador protegía a los grandes empresarios o militares como Skozerny. Sin embargo, otros como Hans Thompsen fueron vendidos a los Aliados por una olla de lentejas. La comunidad alemana en Cataluña vivió durante mucho tiempo bajo la amenaza de una repatriación forzosa y, sin embargo, decidió quedarse por temor a represalias peores".
El historiador continúa: "Algunos le dieron la vuelta a la situación y se convirtieron en líderes comunitarios respetados a pesar de su participación en esa ideología criminal porque no fueron acusados de crímenes de guerra ni estuvieron directamente involucrados en el asesinato de judíos. Otros optaron por pasar a la clandestinidad y cambiaron sus nombres o se escondieron con la ayuda de organizaciones como Odessa e HIAG".
"Algunos se convirtieron en líderes respetados a pesar de su participación en esa ideología criminal"
La investigación llevada a cabo en torno al hallazgo casual del diario de Zeschke ha conducido a otros descubrimientos sorprendentes y completamente desconocidos hasta hoy en relación justamente a esa condición de santuario de la Costa Brava. Durante la visita del autor del reportaje para EL ESPAÑOL | Porfolio a Sant Feliu de Guíxols en compañía del librero entrevistamos a la hija del soldado nazi, Margarita Zeschke, y averiguamos que sabe poco o nada de la vida profesional del padre.
Lo que esencialmente recuerda es que Günter pisó por primera vez la Costa Brava en el verano de 1959 con ella, su madre y su hermanastra mayor, ahora residente en Alemania. La hija del geólogo cree que Günter acabó en Cataluña porque pensaba viajar a Argentina y entendió que era un buen lugar para aprender español. Eso es lo que le dijo. Sin embargo, ahora sabemos que su padre le mintió.
Bomba nuclear de Franco
Font Espí ha reunido pruebas de que Günter Zeschke vino a España para realizar prospecciones de uranio y fluorita en algunas minas como Osor (Girona), coincidiendo con el mismo periodo en el que el régimen franquista y en especial el íntimo colaborador de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, se esforzaban por desarrollar, no solo fuentes de energía nuclear, sino una bomba atómica propia. El dictador español quedó impresionado por Nagasaki e Hiroshima, e insistió en competir con Francia para convertirse en el segundo país continental de Europa capaz de atesorar ese arma.
La hija del soldado nazi sabe poco o nada de las ambiciones profesionales de su padre. Sin embargo, sí que recuerda bien su interés por el uranio y nos aporta el nombre de dos alemanes, residentes en España, mencionados a menudo por Zeschke. El primero era un vecino de Sant Feliu de apellido Heller cuya empresa estaba bloqueada por los aliados, y el otro era Friedrich o Federico Lipperheide, uno de los 104 nazis reclamados por los aliados que el franquismo se negó a extraditar y protegió con especial cuidado.
Y aquí es donde la historia se complica aún más. Los hermanos Lipperheide Henke se establecieron en España en 1923, sobre todo en el País Vasco, y fundaron un imperio con capital de IG FARBEN. [De hecho uno de ellos, José, fue secuestrado por ETA en 1982 y estuvo casi un mes bajo las garras de la banda terrorista]. En 1938, Johannes Bernhardt creó una red empresarial llamada HISMA-ROWAK, que más tarde pasaría a llamarse Sofindus. Durante la Segunda Guerra Mundial, una subsidiaria de Sofindus conocida como Somar se ocupó de la adquisición y exportación a Alemania de fluorita y tungsteno, esenciales para el esfuerzo bélico de Hitler. Y entre los socios más importantes de Bernhardt estaba Frederick Lippherheide.
"En otras palabras, hemos averiguado que el autor del diario trabajaba para un alemán reclamado por los aliados llamado Federico Lipperheide Henke que contribuyó a sostener el esfuerzo bélico de Alemania y, por ende, todas las actividades criminales del Tercer Reich", agrega el investigador. "Es decir, Günter pasó parte de su vida profesional tras la guerra entre criminales convertidos en hombres respetables gracias, entre otras cosas, a la protección que le brindó el caudillo. Lo verdaderamente aterrador de nuestra investigación no son solo las circunstancias anecdóticas y fascinantes que rodean al diario sino comprender que Cataluña fue también un importante refugio europeo para los huidos".
Una parte significativa de estos descubrimientos se debe a la contribución de un inteligente nonagenario de memoria extraordinaria llamado Mariano Coll, antiguo trabajador de Minersa, empresa propietaria de las minas de Osor (clausuradas durante los años 80), que no solo conoció al propio Günter Zeschke, sino a su empleador Federico Lipperheide.
Coll comenzó a trabajar para el alemán con 17 años y se jubiló con 70 tras obtener un título de ingeniero y ser nombrado jefe de ventas de Minersa. Llegó a trabar una amistad cercana con el empresario perseguido por los aliados y cuanto sabe acerca de lo ocurrido procede, por lo tanto, de fuentes directas. Font lo ha entrevistado en Osor y se quedó estupefacto cuando escuchó de su boca que Lipperheide fue detenido en la provincia de Girona y eludió la prisión gracias, entre otras cosas, a esa misma burguesía catalana que antes había colaborado y se había lucrado con los nazis.
Protegido por la burguesía
"No se trata de meras especulaciones porque fue el propio Federico quien le contó en persona cómo evitó la cárcel en presencia de testigos", nos precisa Font Espí. "Sucedió en 1945 o 1946. Más probablemente, en el 45. Lipperheide vivía en Bilbao pero fue a visitar sus propiedades de Osor y se alojó un sábado en el hotel Peninsular de Girona. El domingo, cuando se dirigía a misa, fue detenido por la policía, que le informó de que se hallaba reclamado por los Aliados. Él pidió hacer una llamada y telefoneó a un tal Lluís Sibils de Bilbao, que era el cuñado de Josep Ensesa Gubern, propietario de La Gavina y promotor de S'Agaró", narra Font de lo que le ha contado el trabajador.
Y continúa: "Sus amigos movieron los hilos de la administración franquista y el gobernador civil lo liberó. Lipperheide regresó entonces a Bilbao y se le tragó la tierra hasta el verano del 47. Por Coll hemos sabido que estuvo escondido en la finca Cabañeros de Toledo, propiedad de la familia Aznar Zabala. Le ayudaron a burlar a la Justicia el mismo grupo de burgueses catalanes que en su día formaron parte de la pantalla de empresas tras las que se ocultaba el comercio con la Alemania nazi. El 18 de julio le otorgaron la nacionalidad española y quedó fuera del radar de los aliados".
Los propios descendientes de Lipperheide han puesto en entredicho en alguna ocasión la supuesta colaboración de Federico con el Tercer Reich. "Hemos averiguado también que, durante los años 50, comenzaron a llegar a la mina de Osor muchos alemanes a los que se empleaba nominalmente en el negocio", apunta el librero catalán. "Al menos la mitad de ellos ni siquiera hablaban español y carecían de habilidades que justificaran su contratación. A los cinco o seis meses, simplemente desaparecían, lo que nos lleva a suponer que las minas sirvieron en algún momento de tapadera dentro de alguna ruta de escape de los nazis".
Coll está también seguro de que al menos un tren de fluorita procedente de Osor logró llegar hasta Alemania a través de un destino francés intermedio, y eso fue de hecho la evidencia principal en que se ampararon los Aliados para reclamarle por su complicidad en los crímenes nazis. "No hay que olvidar que la fluorita era una materia prima de importancia estratégica tanto en la creación de los blindajes para el armamento como en la entonces incipiente investigación nuclear. Todos esos elementos en su conjunto proporcionan pruebas adicionales de la importancia de Girona y de la Costa Brava como santuario de los criminales, antes y después del conflicto. En algún momento, sin embargo, se las ingeniaron para hacer desaparecer el nombre de Federico de la lista a partir de los 80", añade Font.
Otras investigaciones realizadas por historiadores como Xavier Deulonder respaldan la idea de la importancia que tuvo Girona en las rutas de escape de los huidos del Tercer Reich. Deulonder, autor del libro Nazis a Catalunya, investigó documentación de los puestos fronterizos de Cataluña y, según nos dice, descubrió que un número considerable pero no determinado de alemanes comenzó a entrar en España a través de Girona, buscando la protección de Franco. "Cuando la guerra se torció para el Eje, a partir de 1944 y hasta al menos 1948, empezaron a huir en desbandada y no tenían problema en admitir ante la policía española que eran nazis", asegura.
"Todos los que yo he encontrado eran de perfil bajo. No había entre ellos ningún pez gordo. Desconozco cuál era su destino aunque algunos terminaban en el campo de Miranda de Ebro. El Partido Nazi tenía una fuerte organización en el extranjero pero durante la Guerra Civil, Cataluña quedó bajo control republicano y la estructura se desbarató. Por supuesto, entre los huidos que llegaban a Cataluña a través de las fronteras de Girona había también funcionarios del Gobierno de Vichy".
Hace unos años, incluso se especuló con que el carnicero Aribert Heim, infaustamente conocido por los terribles experimentos que practicaba con los internos de los campos de concentración, podría haber encontrado de algún modo un escondite temporal en Roses, otra ciudad portuaria de la Costa Brava situada a 90 kilómetros al norte de Sant Feliu y a 34 kilómetros al sur de Porbou, la puerta de entrada a España y una de las ratlines más conocidas y frecuentadas, la utilizada por muchos nazis como hito intermedio en su camino hacia América Latina. También fue en Portbou donde la Gestapo detuvo a Walter Benjamin.
Lo que es obvio, en opinión de Font, es que el autor del diario hallado en Sant Feliu de Guíxols vivió bien en España trabajando entre antiguos camaradas, lo que constituye una prueba más de que esta red endogámica de nazis no solo sobrevivió sino que siguió prestándose favores recíprocos. Las emociones que conserva la hija de Zeschke son confusas y también contradictorias. "No se hablaba de política en casa", dice. "Yo también tengo una memoria muy borrosa. Llegamos a Sant Feliu viajando en coche y nos quedamos hasta finales de invierno. Más tarde, cuando papá no tenía asignaciones de trabajo, volvimos varias veces de nuestra casa en Berlinger, Suiza".
Se suicidó con cianuro
Günter se suicidó en 1970 ingiriendo una pastilla de cianuro, al igual que Goebbels, Himmler, Göehring o Adolf Hitler. "Su muerte fue casi un alivio para mí y para mamá", explica Margarita. "No le guardo rencor, pero padecía esquizofrenia y le hacía la vida muy difícil a mi madre. En cuanto al diario, se lo di a un hombre que coleccionaba objetos de guerra". Tras el suicidio de Günter en Suiza, Margarita volvió a España con su madre, fallecida en 2006. Vivieron primero en Valencia y luego se trasladaron a Sant Feliu, razón por la que el vaciapisos francés encontró el cuaderno en Cataluña.
El ingeniero Coll describe a Günter Zeschke, como un hombre inteligente, de apariencia morena, y muy dinámico. Le conoció en el verano de 1961 en las minas Glorias de Sierra Morena y con los años, volvió a darse de bruces con él en varias ocasiones, siempre en las proximidades de yacimientos uraníferos. Según Font Espí, la investigación sigue en curso y todo apunta a que el personaje de Günter Zeschke podría dar nuevas sorpresas y revelarse como un actor mucho menos insignificante de lo que parecía en los proyectos nucleares de Franco.
"No descartamos que la búsqueda de uranio de Günter estuviera vinculada con fabricar una bomba atómica"
"Al principio pensábamos que Günter Zeschke había sido un actor secundario en una historia coral más importante. Todo indicaba que era aparentemente poco más que un soldado raso cuya vida civil tomó una apariencia respetable cuando comenzó a trabajar como geólogo, en 1948. Pero ahora resulta que era menos secundario de lo que inicialmente creíamos. Ni siquiera descartamos que su búsqueda de uranio estuviera vinculada de algún modo al intento de fabricación de una bomba atómica por Franco", nos dice el cazatesoros catalán.
"Coll jamás logró reunir pruebas de que la fluorita de Osor proyectara ser usada para enriquecer uranio, en el contexto del proyecto Islero, aunque llegó alguna vez a sospecharlo y no lo descarta en absoluto".
Ciertamente, el librero es menos un historiador profesional que alguien interesado en rescatar ciertas partes deshonrosas de la historia de Cataluña. "El concepto de responsabilidad debe ser refinado. No fue solo un criminal quien se tiñó las manos de sangre con la vida de miles de judíos que fueron asesinados durante la Shoah, sino también aquel que contribuyó a mantener en el poder a todos esos asesinos alemanes", concluye.