La ola de calor ha adelantado la cosecha de Julián (Membrilla, 1994), 20 hectáreas de papaver somniferum en una de las parcelas de la explotación agrícola familiar. Hace varios años, su padre cambió la producción de cereal por el cultivo de adormidera, la misma con la que se produce heroína en Afganistán.
A Julián le van a pagar este año 1,08€ por cada kilo de bulbo seco de amapola, por lo que espera ganar unos 36.000 euros brutos sólo en esa parcela. Un breve inciso para el que no lo sepa, de esta florecilla blanca e impoluta, tan bonita, se extrae el opio, un potente narcótico utilizado ya por los griegos y por los romanos con fines medicinales y recreativos, y del que deriva el láudano, una tintura alcohólica que lleva un poco de todo, inventada por el místico y alquimista Paracelso.
El joven agricultor manchego cultiva sus amapolas legales en un terreno entre Villarta de San Juan y Llanos del Caudillo (Ciudad Real), junto a su padre, a quién recuerda: “vinieron a presentarle el cultivo [de adormidera] hace 10 años, facilitándonos la maquinaria”.
La empresa que le abrió el camino de un cultivo tan rentable y especial se llama Alcaliber. Compra el producto y controla la producción desde un primer momento. Además “pone todos los medios necesarios para que el cultivo salga adelante: ingenieros, semilla, transporte… y se hacen cargo de toda la recolección”, explica el propio Julián mientras rompe con la mano un bulbo seco de amapola agrietado por el calor del estío. Parece un negocio redondo. “Esta zona es bastante eficiente porque, por la climatología que tenemos, se fomenta un clima bastante seco que impide la proliferación de enfermedades. Aunque este año, las intensas lluvias de mayo y el calor exagerado han adelantado la cosecha, y los bulbos no se han formado bien”.
Lo mismo piensa otro agricultor, Adolfo, que no quiere aparecer delante de las cámaras. Su campo, junto a la autovía A-4 en dirección a Andalucía, a medio camino entre Llanos del Caudillo y Villarta de San Juan (Ciudad Real), llamó la atención de los automovilistas en mayo cuando un tupido manto blanco rompía el monótono y amarillento paisaje castellano. “Hay mucha gente en esta zona que cultiva adormidera. Nosotros somos los dueños del terreno, pero no tenemos nada que ver. Este año hemos plantado 19 hectáreas. La rentabilidad de la amapola es alta; casi tres veces más que la cebada, si bien es cierto que el consumo de agua es mayor.”, cuenta.
España es actualmente el mayor productor de opio y paja de adormidera en el mundo, con 113 toneladas de su equivalente en morfina al año
Muchos agricultores están abandonando los cultivos más tradicionales en pos de la producción de energía o de la rotación de labores más rentables. Todo son facilidades. Alcaliber busca grandes terrenos en los que exista un sistema de regadío -a poder ser, mediante pívots-. Los fabricantes de morfina ofrecen a los dueños de esas tierras una serie de facilidades y un control total de la explotación, de las que los agricultores prácticamente tienen que desentenderse.
Según Julián, en febrero, Alcaliber cierra los contratos con los agricultores. Hacia marzo o abril se introducen las diminutas semillas de amapola blanca en la tierra, que se cosecharán durante las primeras semanas del verano, cuando las amapolas ya hayan perdido su flor y quede sólo un bulbo seco del que se extrae el látex y la paja con el que se fabricarán los potentes somníferos.
Desenganchándose del fentanilo
A poco más de cien kilómetros de las parcelas de Julián y de Adolfo, Santiago y María Pilar van, como para ellos es habitual, a la Unidad del Dolor del Hospital Provincial de Toledo. Quieren desengancharse de los opiáceos, principalmente del fentanilo, de 50 a 100 veces más potente que la heroína.
“Llevo desde 2013, casi 10 años, tomando fentanilo, diazepam, tramadol, morfina, de todo un poco. Todo porque me han operado unas quince veces en la columna vertebral y estoy hasta arriba de placas. Siempre he estado con dolor, siempre, siempre. Cuando me toca el parche –de fentanilo- sí que lo noto, me lo tengo que poner porque si no me pesan las piernas, mi cuerpo me avisa sin que mire yo el calendario”, reconoce la simpática María Pilar. Añade: “Me lo estoy quitando poquito a poco por lo que le pasó a Santiago, no lo puedo dejar, pero la verdad es que el dolor, dolor, tampoco me lo ha quitado nunca”.
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Santiago agarra la mano de María Pilar fuertemente, las palabras de su mujer le producen ansiedad y tristeza. Son pareja desde hace cuarenta años y tiene ganas de contar su historia. Como, al igual que ahora lo está intentando su compañera, él consiguió desengancharse del fentanilo hace unos pocos meses.
“De tanto dolor mordía una almohada para que mi familia no me escuchase gritar. Como mi mujer, empecé con los opiáceos. El ibuprofeno y demás no me hacían nada, así que la médico de cabecera me recetó fentanilo. Como tampoco me quitaba el dolor me iban subiendo la dosis, a veces incluso tenía que ir al hospital para que me lo inyectaran. A los dos años de tomarlo me levantaba devolviendo casi todos los días, con muy mal cuerpo. Iba de la cama al sofá y del sofá a la cama. Estaba malísimo, todo el mundo lo achacaba a la radiación y ningún especialista se preguntaba si el culpable de mi mal cuerpo era el listado de opiáceos que tomaba”, explica Santiago a EL ESPAÑOL | Porfolio mientras sostiene con contundencia la mano de su mujer.
Santiago sufrió un tumor maligno muy cerca del oído. Al extirpárselo tuvieron que cortarle el nervio trigémino, lo que le produjo una parálisis en el lado derecho de la cara. De ahí que empezara con los opiáceos. Y de ahí que, años después, quisiera quitárselos, por lo que acudió a la Unidad del Dolor del Hospital Provincial de Toledo. “¿Qué pasó cuando comencé con la desintoxicación? Que el primer día que empiezo a bajarme 25 microgramos de fentanilo, ¡madre mía lo que me pasó! Empezaron las piernas a temblarme, las manos. Tenía unos nervios tremendos. La médico me dijo que probara con 12 microgramos, pero ni así”.
Su relato es espeluznante, el de un toxicómano total: “Pasé cuatro días, los peores de mi vida, no me acuerdo de casi nada. Estuve con temblores, no dormía, deliraba, creía que iba a morir”. De repente, María Pilar se acuerda de algo relacionado con el más allá: “Hablabas con tus tíos que ya están arriba, muertos, y me pedías que por favor te diera un poquito de fentanilo, aunque sólo fuera un cachito. Yo le dije a tu tío que se fuera, que las tres de la mañana no eran horas de llamar. Tampoco podías orinar, así que vino el médico”.
El fentanilo es de 50 a 100 veces más potente que la heroína y que la morfina
Casi entre sollozos, aunque contento por haber salido de la penumbra opiácea, Santiago logra recuperarse y reconoce en voz alta: “Si llego yo a saber que esto era así, desde luego no lo hubiese, no lo hubiese probado. Si me hubiera dicho la doctora qué es el fentanilo, le hubiese dicho que no, porque claro, puedes leer la receta, pero nadie te advierte del nivel del adicción que produce”.
La médico del dolor anti adicciones
“Desde 2014 cada vez llegan más pacientes con problemas de dependencia física muy grave o incluso de adicción a los fármacos derivados del opio”. Son las contundentes palabras de Ana Isabel Henche, médica de la Unidad de Conductas Adictivas en la Unidad del Dolor del Hospital Provincial de Toledo, un precioso edificio neomudéjar de ladrillo ubicado al otro lado del casco histórico toledano.
Ana Isabel reconoce que hace una década “la Organización Mundial de la Salud hablaba de los países que utilizan opioides como un indicador de buen tratamiento del dolor. Así empezaron a utilizarse más y más, y salieron muchos productos que contenían estos fármacos, lo que ha derivado en una auténtica crisis sanitaria en Estados Unidos, sobre todo por el fentanilo”.
Agrega: “Han muerto muchos pacientes porque empezó a utilizarse de forma muy indiscriminada para todo, para cualquier tipo de dolor. Y cuando empezó a verse que había problemas se intentó retirar de golpe y muchos pacientes incluso se tuvieron que ir al mercado negro a conseguir heroína, metadona o incluso lo que estaban tomando, fentanilo”.
La médico cree que España ni ha llegado, ni va a llegar, al punto de adicción de Estados Unidos. “Por varias cuestiones, fundamentalmente porque el sistema sanitario es muy diferente. Aquí hay mayor control sobre los fármacos, sobre las empresas farmacéuticas, tenemos receta electrónica y allí la medicina es privada. Si un médico no me lo receta, me voy a otro, le pago más y él me lo receta. Aquí todo eso es más complicado”.
Por el contrario, el mecanismo de los opiáceos es sencillo. Actúan a nivel del sistema de recompensa cerebral, como todas las drogas. “Al poco tiempo de usarlos aparece una tolerancia con la misma dosis y ya no tienes los mismos efectos. Entonces, para sentirte bien, aumentas la dosis, lo que a la larga genera dependencia física. Y cuando ya pierdes el control sobre el uso de cualquier sustancia adictiva, pues aparece una adicción”.
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Ana Isabel sabe que la prescripción de opioides se ha disparado: “Yo creo que ahora mismo somos el país del mundo que más está usando el fentanilo con receta como un analgésico opioide. Es de 50 a 100 veces más potente que la heroína y que la morfina, por lo que la capacidad de desarrollar dependencia y adicción es muy grande”.
La especialista no duda del uso de estas sustancias en situaciones concretas, como son las intervenciones quirúrgicas o en pacientes oncológicos, evaluando siempre el factor riesgo-beneficio, “o sea, es mejor que el paciente esté tranquilo y esté con el menor dolor posible, cuando su expectativa de vida es corta y ya no nos importa tanto la adicción o la dependencia que pueda generar. Pero en un paciente con dolor crónico donde su expectativa de vida es larga, te estás jugando una adicción o una dependencia física muy grande”.
La experta en adicciones cree que no se puede culpar de la lamentable situación ni a los opioides, ni a la farmacéutica, ni a los pacientes, ni a los médicos. “Es un conjunto de factores que hay que trabajar en muchos sentidos”. Ni los médicos de cabecera pueden recitarlos durante años, ni los pacientes pueden tomar estas sustancias a la ligera, ni las empresas pensar simplemente en los beneficios, ni el sistema sanitario puede desechar otras opciones de cura como la traumatología o la psicología.
Sin embargo algo es cierto y objetivo. Según la Agencia Española de Medicamentos, el consumo de opiáceos se ha duplicado en los últimos diez años; los españoles consumimos el doble de fármacos derivados de la adormidera que en 2011. Ello se debe a que ha aumentado el uso de estos medicamentos para dolores crónicos no relacionados únicamente con el cáncer; es decir: se receta más; algo que, sin duda, también reconocen en cualquier farmacia.
Turismo en la carretera del opio
Se dice que en la Vega del Tajo crece la amapola blanca silvestre, desde hace miles de años, también en los arcenes y en las cunetas de las carreteras. Viajeros de toda Europa recorren la comarcal CM-4050, desde Polán hasta Gerindote, en busca de la preciada flor narcótica. “Todos los años se da este movimiento migratorio, por así llamarlo, de personas de diferentes países que se asientan aquí por esta temporada, de mayo a julio, durante la floración de esta amapola blanca, para recolectarla. Aunque este año ha venido menos gente porque con el calor la floración ha sido más temprana”, explica la portavoz de la Guardia Civil, María Antonia Requena en su despacho de la Comandancia de Toledo.
Anualmente, la Guardia Civil establece unas órdenes de servicio para vigilar los flujos migratorios en este tipo de floraciones silvestres, interviniendo las especialidades que sean necesarias. “Por una parte, el Seprona controla que los animales que puedan traer esas personas, que acampan en caravanas o tiendas de campaña, próximas a esas floraciones, estén sin vacunar. Por otro lado, si llevan algún tipo de sustancia estupefaciente se actúa por vía de la infracción administrativa o de la infracción penal, depende de la cantidad que lleven”.
Según la Agencia Española de Medicamentos, el consumo de opiáceos se ha duplicado en los últimos diez años
María Antonia agrega que “los hippies se tienen que informar a través de las redes sociales profundas o del boca a boca, porque aquí se juntan personas de Francia, de Bélgica, de Italia, del norte de Europa, de España... A partir de 2013 se convirtió en un movimiento migratorio que venía concretamente con el fin de recolectar el látex de la amapola blanca, el bulbo de la amapola. Lo cortan longitudinalmente y lo dejan sudar, un mínimo de un par de horas horas. Entonces expulsa una especie de resina que en el ambiente se oxiday se pone de color marrón, ahí se la llevan”.
Estas acampadas ribereñas llaman la atención de ayuntamientos como el de Polán y de pueblos aledaños, que en cuanto hay un poco de concentración floral llaman al Seprona, a seguridad ciudadana o a la Guardia Civil para labrar el lugar.
El secreto mejor guardado
España es actualmente el mayor productor de opio y paja de adormidera en el mundo, con 113 toneladas de su equivalente en morfina al año, muy por delante de Francia y Australia (75 toneladas cada uno). Su producción es el secreto mejor guardado, en connivencia entre el Ministerio de Sanidad y la empresa Alcaliber, fundada en 1973 por una persona muy conocida en el sector farmacéutico: Juan Abelló. Él convirtió Alcaliber en la corporación que, en régimen de monopolio, produce y gestiona desde entonces los alcaloides obtenidos a partir de las amapolas de adormidera.
Medio siglo después, en este tórrido verano, Alcaliber controla miles de hectáreas de papaver somniferum en las provincias de Ciudad Real, Toledo, Albacete (Castilla-La Mancha), Burgos, Valladolid (Castilla y León) y también en Andalucía. La relación de la familia Abelló con el opio legal en nuestro país no es, ni mucho menos, nueva. Ya en 1933, según se detalla en la web de la que, hasta hace unos años, era una empresa familiar (adquirida en 2017 por el grupo canadiense Canopy Growth por unos 200 millones de euros, el mayor productor de marihuana legal del mundo -35% del cannabis legal consumido en el planeta-).
Los Laboratorios Abelló, que curiosamente ahora también cultivan marihuana legal, solicitaron por primera vez la importación de opio “siguiendo la carta fundacional de la Industria Española de Narcóticos”. Fue más tarde, en 1968 y como consecuencia de que España ratificó la Convención Única de Estupefacientes, cuando la compañía empezó a producir, en régimen de monopolio, el concentrado de paja de adormidera destinado a fabricar fármacos.
A partir de la Ley de Estupefacientes en España quedó prohibido el cultivo de plantas para fabricar estupefacientes, sin embargo el Gobierno concedió a la familia Abelló una licencia especial. Unos pocos años más tarde, en 1973, Alcaliber se constituye como Sociedad Anónima y la empresa tiene como objetivo el cultivo de papaver somniferum en España, con un clima caluroso y seco en verano, así como la posterior transformación del concentrado de paja para poder extraer los alcaloides opiáceos de su látex.
Hoy en día Alcaliber produce el 27% de la morfina mundial, siendo España el país que más fabrica. Conseguir información sobre Alcaliber y sobre su actividad económica es más que complicado. La empresa no cuenta nada más allá de lo que publica en su página web: “14.000 hectáreas de adormidera en 2017, a la vanguardia de la producción mundial…” Les va tan bien que el Grupo Alcaliber acaba de inaugurar en un polígono industrial de Toledo, hace unos pocos meses, una nueva planta de procesado de amapola. Se une a la que ya posee en Albacete.
El Ministerio de Sanidad también hace oídos sordos a cualquier llamada excusándose en que “es un tema del que no puede darse ninguna información". Contacten con el Ministerio de Transparencia", respondieron a las peticiones de esta revista. El Ministerio de Transparencia, a pesar de su nombre, también hace oídos sordos. No responden a las solicitudes o se limitan a dar información que ya es pública.
En España está prohibido el cultivo de plantas para la producción de estupefacientes, pero desde época franquista existe una autorización expedida a Alcalíber. La empresa fundada por Abelló controla con seguridad privada, apoyada por la Policía Nacional y por la Guardia Civil, siempre que fuera necesario, “las distintas instalaciones y cultivos” que la corporación gestiona.